Un Angel en una Harley

Un Angel en una Harley gy Alejandra-GuzmanG I $eapa,1R 13, 2016 238 pagcs Joan Brandy Un ángel en una Harley Joan Brady UN ANGEL EN UNA HARLEY or 238 Traducción de Manu S»ipe to View nut*ge -2- Sinopsis Un Ángel en una Harley, de Joan Brady, que ha escrito otras obras como Dios vuelve en una Harley o Te amo, no me llames, es una novela basada en la premisa de que los ángeles están entre nosotros y que algunos van montados en una Harley Davidson. La autora de Dios vuelve en una Harley nos sorprende con una nueva aventura, narrada en un estilo similar al de su libro más conocido.

Joan Brady sabe cómo conectar con los lectores y en especial con las lectoras con sus personajes cercanos y creibles. Para escribir Un ángel en una Harley ha recurrido a sus lo largo del camino, Molly se enfrentará a difíciles pruebas, vivirá momentos extraños y tiernos con sus pacientes, se topará con un posible acosador y conocerá a un compañero muy peculiar. Ralph es, como ella, un enfermero itinerante y un fan de la moto americana por excelencia. Pero, además, asegura ser un ángel -3- Título original: An Angel on a Harley Traducción: Manuel Manzano 1 . a edición: septiembre 2013 2013 byJoan Brady O Ediciones B, S.

A. , 2013 para el sello Vergara consell de cent 425-427 – 08009 Barcelona (Espar,a) www. edicionesb. com Depósito legal: B. 21252—2013 ISBN DIGITAL: 978-84-9019-573-4 -4- para Munki… mi ángel partlcular hospital esperaba hacer de todo menos atender a los pacientes, lo que, irónicamente, es la principal razón por la que me metí en esto de la enfermería. A sabiendas de que estoy hecha polvo —algo que siempre se me ha dado muy bien, por cierto—, abro la puerta del departamento de Ortopedia, mientras unos mechones rebeldes sobresalen de mi cabeza como una specie de aureola electrificada.

De repente, resoplo ante la visión inesperada de Jason Driscoll, mi ex marido, de pie frente a mi, con una expresión extrañamente hosca en su bello rostro. Incluso después del insoportable dolor que me provocó nuestro divorcio, este hombre todav[a ejerce en mr un efecto sorprendentemente poderoso. —Mi vida se ha acabado, Molly —me anuncia sin vacilar, y lo único que pienso es que Jason Driscoll puede ser muchas cosas, pero nunca melodramático.

Mi ex marido es un hombre de pocas palabras, que conste, y aunque hace seis meses ue hemos dejado de convivir, sigo sabiendo cuándo está a punto de revelarme algo que me va a doler escuchar. Me recorre un escalofrío que me deja sin palabras y me devuelve a la situación antenor, en la que domesticar mi pelo rebelde era mi mayor preocupación. Acabo de hacerme una tomografía computarizada de urgencia —me informa sin ambages, y antes de t prepararme contra la inminente onda mundo, tal como lo conocía, se altera irrevocablemente, y ya no existe la menor posibilidad de devolverlo a su estado anterior. ??¿Qué? ¿Cómo…? ¿Estás… estás seguro? —balbuceo, buscando n vano alguna respuesta profesionalmente positiva. —Es así, Molly —confirma Jason—. Mi vida se ha acabado, y he pensado que deberías saberlo por mí antes de que alguien te lo dijera en el hospital. Soy incapaz de articular palabra, y sin embargo mi mente no puede permanecer callada. —No, Jason —digo por fin—. No puede ser tan simple y descarnado como eso. Tiene que haber otras opciones… Me interrumpe con un gruñido de desdén. —Sí, la quimioterapia. —Resopla, y reconozco una mirada de rechazo obstinado en su rostro.

La reconozco, pero eso no impide que insista. ??¿No vas a pedir una segunda opinión? —pregunto en tono de súplica. La del doctor Hughes es la cuarta —responde con una expresión de estoicismo desarmante. —Bien. De acuerdo. La quimioterapia es una opción viable… No para mí —me interr inapelable. con conviccion lejanos emergen de lo más profundo de mi ser: este es el hombre al que una vez amé y prometi dedicarle mi vida. Ya no importan los problemas, nuestros antiguos reproches mezqulnos palidecen repentinamente a la luz de semejante noticia catastrófica, y por encima de todo quiero que Jason se cure… e recupere… viva—. No pierdes nada —añado. Él cierra los ojos, pensativo, y respira lenta y profundamente. —No es mi estilo —responde en voz baja—. No quiero morir así. —i¿Así cómo?! —exclamo. —poco a poco —dice sin alterar la voz—. Débil, calvo y agotado, sin nada más que un montón de falsas esperanzas. Yo no soy así, Molly. La resignación que delata su tono me enerva. Nunca he oído a Jason Driscoll hablar así… Nunca lo he visto renunciar o ceder ante nada, y no quiero verlo ahora. —Jason, por favor —le ruego, sin saber qué más decir—.

Por lo menos dale una oportunidad a la quimio. Puede que funcione —imploro, pero ya al decirlo sé que a él le suena a fórmula vacía, que no tiene efecto alguno sobre su impenetrable y masculina idea de cómo debe morir un hombre de verdad. relacionado con el cáncer de páncreas, y de la angustia que ello comporta. De momento, nada puede aliviar mi preocupación. A pesar de todos los consejos que la gente me ha dado específicamente sobre los ex cónyuges, cojo el teléfono y llamo al móvil de Jasan. —Por favor, Jason —empiezo antes incluso de que él murmure un soñoliento —¿Molly? ??grazna, ya consciente de la razón de mi llamada. Supongo que eis años de matrimonio le brindan esa capacidad a cualquiera—. ¿Podemos hablar de esto en otro momento? —intenta escabullirse—. Cuando esté consciente… y tal vez incluso sobrio. —Oh, no, nada de eso, colega —digo enfadada—. No voy a dejar que pases de mí en algo tan importante como esto. —Soy dura y lo sé, pero no me importa iDame una sola razón lógica por la que no quieras probar la quimioterapia! Él suspira, cansado. por Dios, Molly, eres implacable, ¿lo sabias? —Sí, lo sé —respondo—.

No es precisamente la primera vez que me lo dices. —Mira, Molly, estamos divorciados, ¿recuerdas? ?Por qué no puedes aceptar mi decisión de mantenerme alejado de los tratamientos fútiles y experimentales con los que fantasean tus amigos médicos? Dejemos las cosas tal como están, ¿vale? —iPor qué estamos hablando de tu vida, Jason, por eso! iNo, de eso nada! E-sta tajante—. Si e mi muerte —responde palabras tan crudas me duelen como un pinchazo en el corazón y, por una vez, no sé qué replicar. Ante mi silencio aturdldo, él se ablanda un poco. 8- —Escucha, Molly, tú eres la que siempre me acusaba de ser egoísta, imprudente, irresponsable… —¿Cuándo he dicho algo as’? ??lo interrumpo. —Ahora mismo. —Se echa a refr—. iY cada vez que me atrevía a poner mayonesa en el bocadillo, o cuando apostaba en las carreras, o cuando trataba de convencerte de que te montaras conmigo en la Harley y recorriéramos el país sin un destino preclso, sin un mapa de carreteras, sin un jodido termómetro siquiera! iY no olvidemos las veces que no me ponía el cinturón de seguridad en tu coche o no usaba el hilo dental después de cada maldita comida! ?Sigo? —No, por favor —musito, pero sé que ya no va a parar. —¿Y qué hay de las innumerables veces que te rogué, que ealmente te imploré, que simplemente diéramos un paseo por el barrio en mi Harley? iSolo una vez, Molly! Solo una maldita vez, es todo lo que te pedía, pero m slqulera podías hacer eso por mí. Lo cierto es que nunca estuviste dispuesta a poner tu vida en mis manos, así qu ue no esté dispuesto a hija adulta de dos padres alcohólicos que pasó la mayor parte de su infancia tratando de controlar siquiera un poco el constante caos que era su casa?

Además, Jason ya lo sabía antes de casarnos. No es que yo tratara de ocultar mi necesidad de mantener cierto orden en mi vida diaria. ??¿Recuerdas cuando empezábamos a salir? —dice casi con nostalgia, pero como no estoy segura de adónde quiere llegar, no contesto— ¿Recuerdas el día que compré mi primera Harley y conduje hasta tu casa para enseñarte lo orgulloso que estaba? ¿Te acuerdas de qué me tildaste? Si —admito a regañadientes—. Futuro donante de órganos. —Exacto. Y eso solo fue la punta del iceberg.

Por el amor de Dios, Molly, tratabas de controlar todos los aspectos de mi vida. Así pues, ¿crees que podrías al menos darme un poco de libertad para decidir sobre mi despedida de este mundo? A pesar de lo mucho que me aturde el tema que estamos discutiendo, me doy cuenta de que esta es probablemente la conversación más sincera que hemos tenido en muchos años. —¿Tan difícil era vivir conmigo, Jason? —pregunto, con miedo de oír la respuesta. —Si —murmura, y ese monosílabo me atraviesa con su afilada punta. encierran sus palabras. —La… quimioterapia… ??Se me hace un nudo en la garganta—. Es un plan extraño y aterrador para ti, ¿no? —Sí, lo es —gruñe. Y recorrer el país en moto, sin ningún destino en mente. bueno, es una idea bastante tonta para mí, ¿no? ??¿Qué quieres decir? —pregunta con cautela. —Bueno, ¿y si yo…? Quiero decir, ¿y si accediera a comprarme mi propia Harley-Davidson y recorrer el país, ya sabes, como siempre quisiste que hiciéramos? ¿Qué pasaría si estuviera dispuesta a olvidarme de precauciones, a dejar de lado todas mis redes de seguridad y controles y por una vez en la vida me dejara llevar? ??Estás bromeando, ¿eh? —Se ríe, incrédulo, pero ya estoy más que envalentonada. —Jason, si yo estuviera dispuesta a hacer ese viaje espantoso y amenazador hacia lo desconocido, ¿considerarías entonces la posibilidad de acer un viaje similar por la senda angustiante de la quimioterapia? Tal vez entre ambos podríamos demostrar que las cosas siempre pueden cambiar. ¿Qué me dices? Un profundo silencio se cierne sobre ambos y, por un momento, me pregunto si se ha cortado la llamada. Pero entonces detecto un ruido peculiar, un sonido que no logro determinar.

Y un segundo después cai a de que al otro lado de la línea mi ex Jason que me compraría una Harley-Davidson y conduciría por todo el pais si él accedía a tratarse con quimioterapia? Sí, estoy bastante segura de que lo hice. Oh, Dios, ¿en qué estaría ensando? Quiero decir, ¿qué pasa con mi trabajo? No puedo pedir ese tipo de vacaciones en el hospital. ¿Y qué pasa con mi absoluta carencia de sentido de la orientación? Y no olvidemos que soy una conductora supuestamente «nerviosa» y un verdadero desastre con las máquinas.

Solo hay que preguntarle a mi ex marido… bueno, tal vez también a unas cuantas personas más que prefieren no subir al coche conmigo cuando conduzco. Sin embargo, no veo qué tiene de malo ser sensata y prudente al volante. Tampoco acabo de entender por qué todos se muestran estupefactos cuando e enteran de que no tengo ni idea de cómo hinchar los neumáticos, poner el control de velocidad de crucero, repostar gasolina o incluso utilizar el «manos libres» de mi móvil.

Bien mirado, ¿por qué hay que saber cómo se hacen todas esas cosas? En cuanto a la presión de los neumáticos, ¿no es la del «nivel triple A»? ¿Y el control de crucero? Pregunto, ¿qué persona sensata le daría voluntariamente el control de un vehículo en movimiento a un chip incorporado? ¿No es mejor, y mucho más seguro, para un conductor valorar las condiciones rápidamente 238 cambiantes de la carreter ellas? Además, todo el