Teoria y Praxis de dos democracias diametralmente opuestas

Teoria y Praxis de dos democracias diametralmente opuestas Introduccion La única actividad filosófica que puede sobrevivir al indomable avance científico es la fil TEORIA Y PRAXIS DEMOCRACIA: método para tomar decisiones colectivas (bobip) PACE to View nut*ge Sección primera «‘Fue la del oooulismo kirchnerista una etaoa de Drofundización configuración institucional borrada por el adviento del «Tercer Reich», que Schmitt denunció un déficit de autoridad por parte del Estado: su constitución no estaba «orientada», no era «política».

Schmitt reclamó la necesidad de «democratizar l inestable orden plural y parlamentario de la constitución liberal imprimiéndole el principio democrático, imponiendo a la dirección del Estado la voluntad unitaria del pueblo. La debilidad que Schmitt reconoció en la Constitución de Weimar fue la enajenación del ordenamiento allí establecido respecto a la dimensión política. Por su impronta liberal el texto se limitaba a percibir el ámbito jurídico.

Por falta de «orientación», en este caso el hecho de no indicar al partido nazista como «enemigo constitutivo», según Schmitt no logrará impedirle el ascenso al poder y la consiguiente deposición de la constitución. Culpando a la ideología liberal de borrar aquella decisión fundamental y constitutiva para encubrir la orientación del orden social, Schmitt culpa al liberalismo de negar la existencia de una imposición y de una parcial exclusión de algunos grupos sociales, en el «momento originario» del ordenamiento.

El mensaje liberal apunta a dar una imagen de naturalidad y necesariedad de un orden, que Schmitt al contrario revela instituido por una imposición férrea e histórica. «Lo polítlco» en Schmltt equlvale entonces a reconocer la génesis del orden y de sus leyes en aquella «decisión constitutiva»: a elección fuerte que forma la identidad de un pueblo en contraposición a otro, su enemigo.

El atrayente realismo y crudeza de este autor terminan siendo secundarios sólo a la perspicacia de sus claras desmitificaciones, que hacen de Schmitt un cuarto «maestro de la sospec 2 OF de sus claras desmitificaciones, que hacen de Schmitt un cuarto «maestro de la sospecha» . Asi lo vemos reconocer la contingencia de ordenamientos sociales que «llevan consigo el recuerdo de su origen», quedando marcados en su orientación por aquella «elección fuerte» (Galli; 2009).

Dicho esto podemos reconocer ucho de Schmitt en las «ontologías politicas negativas» de Mouffe y Laclau. La contingencia de un orden en continua resignificacián por parte de los sujetos políticos es sin duda un elemento distintivo de ellas, como lo es el aspecto conflictual de «lo político», entendido en ambas teorías como locus de la separación amigo/enemigo entre sujetos en lucha entre sí o en alianzas discursivas, también contingentes (las denominadas «cadenas equivalenciales») y hostiles a un mismo enemgo politico momentáneamente «hegemónico».

Participar de lo político es trascender el fundamento moral e inclusivo de cualquier orden ara reconocer su concreción en la exclusión de algunos (el enemigo), resultado de la decisión constitutiva. La concreción del orden es a la vez su falta de fundamento externo a la decisión/ imposición, su no-necesariedad y contingencia.

Esta critica violentamente anti-liberal, si bien atenuada por la aceptación de los principios formales pluralistas, resurge en los pensadores populistas empujándolos hacia el abandono de la neutralidad institucional y a recuperar una «dimensión pasional» de la política, opacada por la «ideología tecnicista» del ultimo liberalismo En «En orno a lo político» (2007), a través del «posfundacionalismo» de Mouffe se renueva la identificación entre «lo politico» y el conflicto elusivamente neutralizado por la «ficción del consenso inclusivo» en los implantes jurídicos libe elusivamente neutralizado por la «ficción del consenso Inclusivo» en los implantes jurídicos liberales.

En el mismo texto se revelan otras afinidades entre los dos pensamientos, también extensibles a la clave de lectura del discurso polltico kirchnerista. Este reciproco reconocimiento adquiere sentido en función del enemigo común, en este momento la «hipocresía intrínseca en os conceptos democráticos del occidente liberal». De hecho el representante de este ordenamiento social e institucional es Estados Unidos. Esta consideración explica parte del interés que demuestra la izquierda en recuperar la obra «para-nazista» de Carl Schmitt. Su pensamiento, latente en buena parte de las críticas contemporáneas a las administraciones estadounidenses, le confiere una perspicacia teórica capaz de seguir convenciendo y apasionando a los lectores de hoy.

El mismo concepto de Occidente, forjado en la doctrina Monroe , es para Schmitt creación de un «nosotros» funcional al rol internacional de ese aís, impuesto discursivamente al resto del mundo en ocasión de la victoria reportada en la Gran Guerra. Para Galli, el «Occidente» de Schmitt «es aquella área del mundo en que los Estados Unidos mandan; delimitada por la línea imaginaria que se movió desde el océano hasta las fronteras rusas, siguiendo a Eisenhower» (2009). La hostilidad con que miraba EEUU era en realidad la de un conservador reaccionario de derecha que podía prever el incipiente desborde transoceánico del mundo liberal democrático, su verdadero enemigo. Hay otra cuestión que cabe aclarar sobre el nexo teórico.

Sin hablar de ética, es por honestidad intelectual ue ningún pensador de izquierda podria lamentar la victoria del bando occidental sobre el Nazismo. Pero ningún pensador de izquierda podría lamentar la victoria del bando occidental sobre el Nazismo. Pero cuando los teóricos populistas leen la violenta «contra-filosofía de la historia» schmittiana, pueden deleitarse en ver con qué capacidad se deconstruye la necesariedad histórica de la afirmación del sistema capitalista en el mundo. Schmitt, en obras como «Revolución legal mundial» (1932) o «el Nomos de la tierra» (2005) nos convence de que la historia podría haber ido de otra manera, unque el orden presente parezca «naturalmente» establecido, otro mundo es posible (Galli; 2009).

Aunque si el «otro mundo posible» al cual Schmitt anhela no tiene nada en común con aquel soñado por Laclau y Mouffe, esta afirmación sólo puede infundir esperanza en quien peleó toda su Vlda para hacernos creer que otra realidad y otros valores sociales son posibles. pero dejando de lado la interesante contextualización de la teoría schmittiana y las causas de su resurrección, pasemos a delinear otros conceptos claves en este análisis: la «democracia radical», la «voluntad popular unitaria» que ésta garantiza, y el pueblo» como sujeto que presume gobernarla materialmente. El populismo implica una clara preferencia por una forma directa de democracia y por lo tanto, rechaza la democracia representativa como Inauténtica y artlficlal.

La alternativa de una identificación sustancial y sin mediaciones entre el gobierno y la voluntad popular fue propuesta en la historia sudamericana por los llamados populismos clásicos, entre los cuales se ubica el de Perón (Peruzzotti; 2008 En este sentido podríamos afirmar que es en la figura de «líder populista» (Laclau; 2006) donde se resumen los elementos comunes entre Juan Domingo Perón y Cristina s OF Laclau; 2006) donde se resumen los elementos comunes entre Juan Domingo Perón y Cristina Fernández. Laclau lo considera el agente de la transmisión directa de la voluntad popular, al timón del Estado. «Esta pluralidad de demandas comienza a plasmarse en símbolos comunes y, en un cierto momento, algunos líderes comienzan a interpelar a estas masas frustradas por fuera del sistema vigente y contra él» (Laclau; 2006:2. El modelo de Schmitt y el populismo kirchnerista: dos versiones de una misma «Democracia radical» Para comparar el proyecto teórico con la praxis del populismo kirchnerista, propongo analizar su discurso polltico y articularmente reflexionar sobre el discurso teletransmitido de Cristina el 30 octubre desde la casa de Gobierno, porque en él se explaya buena parte del repertorio conceptual populista- kirchnerista. El discurso se abre en comunicación directa con la totalidad de los argentinos, a los que se recuerdan los éxitos y resultados de las políticas que ellos mandaron a cumplir hasta estas últimas semanas de vigencia mandataria. Para esto busca un diálogo directo con el pueblo a través del lenguaje y de modales informales, en linea con el rechazo por las mediaclones entre ellos -el pueblo- y su presidente -el líder popular-. Este discurso puede parecer una espectacular celebración de la democracia para algunos y a la vez una vulgar falta del respeto a la democracia, para otros.

Estos otros podrían criticar por ejemplo que a pocos días del ballotage presidencial se haga campaña electoral desde la Casa de Gobierno, pidiendo que el pueblo vote para el candidato que «haga seguir esto», refiriéndose a que no se abandonen los esfuerzos en el campo social que el Frente para la Victoria reivindica para 6 OF que no se abandonen los esfuerzos en el campo social que el Frente para la Victoria reivindica para sus gobiernos. Mientras ue en línea con el ideal y la practica populista, se podría reconocer la tarea de manifestarse y pujar políticamente como mejor nutriente para la «democracia» que el respeto liso y llano de reglas formales, tan imperativo para los sostenedores del modelo liberal representativo. La divergencia reside en dos ideas de «democracia» distintas: una formal y representativa y otra sustantiva, tendiente a favorecer la expresión directa de la voluntad popular (Herrera; 1994).

En la segunda se considera al pueblo depositario de la soberanía, pretérito a la misma «democracia», siendo ésta la expresión más directa osible de su voluntad; en la primera visión, es el mismo proceso de representación que une intereses individuales y da vida al conjunto como suma de partes; haciéndolo depender existencialmente de estos mecanismos formales, instituidos por la representación (Schmitt; 1932). Para definir otra cara de esta divergencia podr[amos llevarla a un mayor nivel de abstracción, vinculándola al renombrado debate jurídico Schmitt-Kelsen. En esta ocasión Schmitt antepone el «principio democrático» al principio de representación mayoritario del que seria partidario Kelsen, propio de un estado liberal-burgués y del parlamentarismo.

La identificación sustancial entre el pueblo y el líder, ahora soberano, se consumaría en un acto de fe hacia un autoproclamado «máximo representante» del sujeto «pueblo». La condición de representación política liberal pierde todo significado frente a la unidad sin vínculos que implicaría la simple reproducción de voluntades no mediadas, reunidas unívocamente en cuanto homogéneas la simple reproducción de voluntades no mediadas, reunidas unívocamente en cuanto homogéneas (Morelll; 2015). De nuevo, democracia es para Schmitt «la voluntad unitaria del pueblo, reflejada en la decisión en favor de una determinada onfiguración del Estado» (Conde; pp. 14: 2002) y la deliberación de la mayoría es democrática en tanto que el pueblo sea homogéneo.

En la pretensión de un pueblo homogéneo Schmitt se distancia tanto de la teoría de Mouffe y Laclau cuanto del discurso político de Cristina, en que se reconoce la libertad de diferencia que requiere el pluralismo, además del principio de igualdad, principio primero y asentado de la Democracia. Entiendo que de esto Schmitt diría que al reconocer espacio polltico a la lucha de intereses privados se reconoce parte del ideológico mecanismo formal y la imposición del grupo social ayoritario que éste genera menoscabando la afirmación de la voluntad popular y la democracia (Schmitt; 1932). Por esto sostengo que Schmitt seria hostil al pluralismo intrínseco al discurso kirchnerista y plasmado en las palabras de Cristina el pasado 30 de octubre.

Cristina subrayó su mérito en haber acogido las demandas de diverso origen social (nadie excluido) y haberlas transformado en derechos, como en el caso de la ley sobre el matrimonio igualltano o en créditos como los que se destinaron a los bosques nativos, a la par de las financiaciones para la industria nacional. parte de la homogeneidad y unidad opular pretendida por Schmitt se atenúa en el contexto politico argentino. Esto es interpretable como la prevalencia de «momentos de equivalencia» entre luchas diversas y la definición de un «pueblo» más extenso e inclusivo, predicada por Laclau y Mouffe (2005). En este intento definición de un «pueblo» más extenso e Inclusivo, predicada por Laclau y Mouffe (2005). En este intento de construcción del «pueblo» también apunta el rasgo nacionalista del discurso de Cristlna.

El trasfondo de valores nacionales y patrióticos parece afirmar un elemento cultural común entre el líder y su pueblo y l interno del pueblo mismo, y enlazan además el kirchnerismo con la tradición peronista, del que se define hijo legítimo. En pos de lograr este doble enlace conceptual, el 30 de octubre Cristina inaugura públicamente e invita a visitar el archivo de imágenes históricas de la Argentina «Prisma», en que se cristaliza la memoria del pueblo argentino documentando los acontecimientos relevantes por la formación de una identidad común. El discurso político del kirchnensmo oscila pendularmente entre la afirmación de una voluntad popular «unitaria» y el reconocimiento pluralista.

Cristina, en el discurso del 30 de octubre, pasa a dentificar explícitamente su «voluntad personal» con «la voluntad social y colectiva de todo el pueblo» unívocamente resumida, al complacerse en ver banderas socialistas y hasta comunistas entre las filas de sus militantes. Tras aludir brevemente al horror que pueda provocar esta imagen en algún tradicionalista, Cristina indica las banderas del Che Guevara junto con Evita, encontrando en aquellas el simbolo de las integraciones de luchas bajo el liderazgo de un peronismo, que antes las excluía. Como vimos, una importante diferencia con el modelo schmittiano resultó ser que el discurso populista argentino adopta formas electorales.

Siguiendo a Peruzzotti (2008), a Schmitt no le importaba el método por el cual se expresaba la voluntad popular, fuera a través de la aclamación, la través de la aclamación, la mera aceptación pasiva o por elección; en el populismo argentino esta última es considerada el medio legítlmo para establecer dicha conexión entre gobernantes y gobernados. Podríamos entender este viraje hacia el respeto de la dimensión juridico-procedimental como el resultado de la «domesticación del antagonismo» en «agonismo» que Mouffe (2007) piensa como compromiso de la izquierda contemporánea con los mecanismos formales de las democracias. Desde este punto de vista, la separación del «nosotros/ellos» implica considerar legitimas las demandas del otro y tolera una mínima presencia de consenso, en tanto que condición ineludible para la asociación política y la convivencia de diferentes creencias y valores en un mismo pueblo. Ha llegado el momento de formular una respuesta tentativa.

Aun reconociendo que cada cuestionamiento de la realidad conlleva una carga teórica no sólo en cuanto vector y guía de la formulación de una respuesta, sino también en la génesis misma del cuestionamiento, es por este motivo que en relación con a pregunta inicial, si bien no habrá una respuesta satisfactoria para todo tipo de lector, intentaré responderme sin abandonar la pragmática razonabilidad que atribuí al pensamiento populista de izquierda en estas pocas páginas. Según mi razonamiento, la etapa política protagonizada por el kirchnerismo deja a los sucesores en el gobierno un pueblo armado de una cultura politica renovada y más abierta a las «diferencias», con respecto al pueblo propio de lo que encuadré como populismo tradicional. La gradual aceptación de un ámbito resguardado de la influencia de «lo político» y del conflicto que lo car