SUEÑO O REALIDAD

engañoso fruto subjetivo de mi voluntad frustrada y no de un maravilloso arranque de genialidad literaria. Según Juan, mi inspiración (antaño tan creadora) se había detenido en el pasado, y nada, ni siquiera un sobrehumano esfuerzo por escribir, lograría hacerla volver a mi vieja pluma. Cualquier otro se habría reído de él: hay quien dice que la poesía es sólo fruto del perfeccionamiento estilístico y de un prolongado trabajo del poeta. Por desgracia, yo soy de los que buscan una poesía más intuitiva, menos fr[a y más humana. Por este último motivo yo estaba compl

SUEÑO O REALIDAD gywatsr ctenpanR 14, 2016 8 pagos SUENO O REALIDAD. (MIKEL JHONY JIM ENEZ GARCIA) Eran ya casi las doce y media de la noche cuando yo, aún sentado en el sombrío estudio de mi casa en la playa, armado con afilada pluma y envuelto en la armadura de mi libreta de poesía, me disponía a finalizar mi velada creadora, apagar las ámparas que iluminaban la estancia mientras me preparaba mentalmente para caer entre los brazos de mi cama durante toda aquella noche invernal del 13 de mayo. Lentamente terminé de retocar con un li ero trazo de mi pluma Swp to page aquél poema al que

Pero, pese a tener u los primeros versos, a escribir uno de aqu cuya fuerza estética ( org S»ipeto tas toda la tarde. itivo alrededor de ido que había vuelto ares y simbolistas, era sin duda el completamente desanimado y terriblemente apático en todo aquello que no implicase el escribir. Aquella repentina «falta de talento» que expermenté durante aquél invierno vino acompañado, casi simultáneamente, por un cambio de mis preferencias artísticas: ya no surgirán de mi inconsciente pluma versos entonados al amor incontenible y confuso que sentía por la vida, la vida personificada en ella..

Ahora se apoderaban de mi mente pensamientos de los más negros que puede jamás haberse imaginado. Pero estas oscuras y tenebrosas sombras que acechaban mi alma de una realidad no empírica que sentía fuera de lo que llamamos Mundo, algo más allá de lo que el ser humano puede llegar a comprender sin perder completamente el juicio. Verdes espectros de seres escamosos con tentáculos numerosos abordaban la complejidad de mis recuerdos, elevándose desde las siniestras brumas de mis sueños a la parte consciente de mi memoria, como si quisieran pasar a formar parte de mi realidad.

Yo, en lugar de asustarme, me proponía con seriedad y deseo los retos poéticos que estos temas en mí despertaban, ya que se me sugerían cosas inexplicables, seres indescriptibles… Sería un enorme placer describirlos usando las emociones que en el hombre despierte el verso, unas emociones que no son descriptibles mediante simples palabras, pues el hombre no puede más que intuir estas verdades como sombras de una figura monstruosa recortándose frente a la luz de la luna. Por eso, cuando sueño con los seres q monstruosa recortándose frente a la luz de la luna.

Por eso, cuando sueño con los seres que visitan mi cerebro por las noches, procuro estar alerta, para que a la menor incidencia, despertar; para así saber si comprendo la realidad que los compone. Sin embargo, no me atrevo a subir a mi habitación el material de escritura. No quiero que si algún día veo (o recuerdo) todo lo que en sueños se me ofrezca y al despertar se me niega; sea capaz de plasmarlo en el papel, ya que sería ese un recuerdo que permanecería imborrable por el resto de mi vida, atándome a la locura permanente del que vive el miedo.

Las lámparas apagadas, mis pies se arrastraban con pesadez acia las escaleras angostas que llevan al cuarto donde solía dormir. Entonces, al disponerme a subir los escalones de madera, me volví a fijar (como cada noche inquieta que pasé en mi nueva casa) en la húmeda mancha oscura de la pared del pasillo. Aquella mancha no tenía ninguna forma definida que me pudiera inspirar temor, pero una extraña inquietud me azotaba al mirarla, como si fuese la costra superficial de la piel de algo cuya realidad se hallaba tras aquella pared… asta tal punto llegaba mi obsesión debido a la influencia de los sueños que me visitaban cada noche. La observé de nuevo, como hacía cada noche al subir a mi habitación y, como todas las noches, comprobé que la humedad verde que formaba aquél putrefacto dibujo en mi pared segura expandiéndose por ella, contaminando la blanca pintura de aquella par 31_1f8 dibujo en mi pared seguía expandiéndose por ella, contaminando la blanca pintura de aquella pared. Un paso hacia ella, mi mirada clavada en la desconchada superficie que abarcaba el cerco de humedad.

Apartando inconscientemente la única lámpara que quedaba encendida en la casa (y que llevaba en la mano izquierda) de aquél trozo pútrido de pared. El olor agrio que emanaba de la mancha me invadió con violencia y me hizo retroceder, según creía yo, ligeramente mareado. Ligeramente «intoxicado» por nauseas (más bien mentales que fruto de la realidad que todos entienden por verdadera) retrocedí unos pasos y, después, recorrí rápidamente los peldaños de madera que me separaban de mi ansiado lecho.

Ya una vez metido entre las mantas, en lugar de sentirme evadido de todo temor, como era costumbre en considerando ajeno a todo aquello que sucedía fuera de mi cuarto lugar de reposo, más bien me sent[a amenazado, debido a que era consciente de que aquello» de lo que provenía el olor agrio en la pared de la parte inferior se hallaba justamente debajo de donde yo me mantenía.

Mirando al techo de color oscuro, que alcanzaba a distinguir debido a la disminuyente luz proveniente de la luna que penetraba entre las cortinas de mi habitación, no podía cesar de pensar en lo que se encontraba bajo mi suelo, entre los bloques de ladrillo y yeso que formaban el inexistente hueco de la escalera. El frio temor de un imaginario ataque desde abajo del colchón atemorizaba mi espalda, haciendo frío temor de un imaginario ataque desde abajo del colchón temorizaba mi espalda, haciendo que los riñones se contrajeran provocándome un grave dolor en la zona lumbar.

Traté de conciliar el sueño, tumbándome de lado. Mirando con los ojos, llorosos de cansancio, hacia el exterior de la ventana, hacia el cielo negro dónde la luna colgaba, ofreciéndome su luz. Pero la visión de la pálida luna (casi llena) no podía hacer más que rememorar en mí los recuerdos de todas aquellas bestias que disfrutan de sus presas por la noche… y no podía dejar de darme cuenta de que la noche, aunque implique el descanso de o humano, no deja de ser el día para monstruos innombrables capaces de cualquier atrocidad. Todos mis pensamientos me inquietaban.

Llegué a sobresaltarme del propio tacto, incluso de mis sábanas, húmedas por el frío sudor, símbolo del miedo. Tras algunas horas (que quizás fueron minutos, pero que la eternidad del pánico convirtieron en siglos) de oír un impertinente goteo en el piso de abajo, ya advertido por mí desde el primer día, pero que nunca había merecido más consideración que lo meramente rutinario, sentí que me volvía loco. Esperaba, mirando hacia la inmóvil puerta, que ésta se briese dejando franco el paso a la innominable criatura que vivía bajo mi escalera.

Me levanté, con miedo de poner los pies sobre el frío suelo, y me dirig[ hacia la ventana, abriéndola y sacando mi cabeza al frío ambiente nocturno. Me tranquilicé bastante al ver las blancas nubes corriend mi cabeza al frío ambiente nocturno. Me tranquilicé bastante al ver las blancas nubes corriendo suavemente bajo el albo satélite lunar, al oír al grillo, cantor de la noche, cuya canción puede llegar a desesperar al durmiente frustrado, pero que a mí me devolwó a la realidad que estaba a punto de perder por siempre.

El aire fresco me sentó muy bien, la cordura se volvió a adueñar de mi persona, desterrando a la locura intuitiva que había exagerado hacía tan poco rato, debido a mi esp[ritu extremadamente emotivo y exagerado. La soledad que me acompañaba desde el día que compré el caserón hacía que mi imaginación volase alto y en torno a lugares que jamás habría querido yo, voluntariamente, visitar. pero ya estaba todo en paz de nuevo. Al entrar de nuevo en mi vacía habitación, la desesperación y el desaliento me aplastaron bajo un peso sobre mis hombros y mi alma que me hizo caer, inerte, al suelo.

Aquello existía, la puerta estaba entreabierta, y la maligna entidad que permanecía junto a los peldaños de madera, emparedada desde hacia ya varios años, dejaba ver un reflejo de su corrupta y leprosa alma, bajo la forma de una nebllna color gris que ascendía de debajo de la cama en forma de pútridas cuyo amargo olor se me hacía insoportable. Entonces, en un arranque de furia provocada por mi locura, bajé a la planta baja, pasando sin volverme junto a la monstruosa mancha de la pared.

Entré, con la lámpara de aceite que portaba en alto, en el trastero donde guardaba todas las pert pared. Entré, con la lámpara de aceite que portaba en alto, en el trastero donde guardaba todas las pertenencias olvidadas por el anterior dueño de la casa, y, no encontrando ningún pico martillo lo suficientemente grande, agarré un hacha roma, vieja y rojiza por el óxido, volviendo hacia las escaleras, fuente y fin de mis temores más profundos e incomprensibles.

Mareado por el mal aliento de la pared, y exaltado por mi estado temeroso, continué descargando golpes ala pared, que en lugar de despedir trozos compactos de pintura carcomida por el impacto del pico, empezó a salpicar liquido del olor que caía acia las paredes. No sé cuánto tiempo permanecí golpeando la pared, pero con el esfuerzo de mi mente enferma logré abrir un agujero en ella de, más o menos, el diámetro de mi cabeza.

Fui a asomarme por el negro boquete rodeado de chorreantes babas y algunos gusanos interceptados por mi hacha durante su trayectoria por la pintura de la pared. Pero cuando acerqué mi rostro al agujero una ráfaga de aire invadió mis fosas nasales, provocándome un terrible shock. Cai contra la pared del pasillo. Pero en aquellos momentos no sentí ningún dolor, mis sentidos e hallaban saturados por el aullido de mis acelerados pulmones, quemados por aquél corrupto aire… En aquél momento miré de nuevo el agujero…

Jamás podré describir, ni en el más melancólico poema -por muy tenebroso e inquietante que éste sea- la parte de la fgura que asomó durante aquel breve instante por el inquietante que éste sea- la parte de la figura que asomó durante aquel breve instante por el otro lado del improvisado agujero, para después retroceder, dejando que aquello que chorreaba por las paredes de la sala volviese a cubrir el agujero: ventana hacia n mundo exterior que aquél recluido ser parecía preferir ignorar por el momento.

Ahora me encuentro tumbado en una cama del hospital situado a las afueras del pueblo, hospital que tantas veces divisé desde mi habitación durante los días claros, tan escasos en aquella comarca costera. Recuerdo aquella noche de incomprensible locura e irremediable temor. Nadie, ni siquiera los médicos que me encontraron en aquel estado casi catatonico, me quieren explicar cómo me hallaron y la situación del pasillo de mi casa… Ayer, un colega de profesión y gran amigo me comentó que, uando él llegó a mi casa, la pared que yo le indiqué por señas olfa a pintura fresca y aún estaba blanda, evidenciando alguna reciente obra.

Esto es prueba de que aquello existe, y yo volveré a la casa para destruir esa pared y desvelar ese ente que garantizará atemporalmente una inagotable inspiración por el resto de mis días. Fue una locura tremenda la que viví aquella noche y que por el resto de mi vida atormentara mi memoria por lo cual se me es imposible lograr una buena inspiración para la creación de mis poemas causa de la temerosa vivencia del 13 de mayo. 81_1f8