SIMBOLISMO DEL MARTÍN FIERRO

SIMBOLISMO DEL MARTÍN FIERRO gy Pauvazquc•7121 ctcnpanR TE, 2016 | 20 pagos SIMBOLISMO DEL MARTIN FIERRO Texto de la conferencia leída en la audición «La Conferencia de Ho y», por LRA Radio del Estado. Buenos Aires, Talleres Gráficos de Correos y Telecomunicaciones, 1955, 1 5pp. Reproducida en La Opinión , Buenos Aires, Suplemento cultural, 25 de junio de 1972, pp. 13, c on el titulo: «Un texto desconocido de Leopoldo Marechal: to View nut*ge «Martín Fierro o el arte de arge Lo que voy a intentar en esta disertación n Martín Fierro PACE 1 or20 izar los estudios de ircunscripto a sus meros valores literarios.

Por fortuna, la obra d e José Hernández tiene hoy un lugar de privilegio en los programas oficiales de liter atura y una biografía cuyo volumen , riqueza y minuciosidad parecerían constituir un desagr avio al menosprecio y al olvido en que la critica erudita mantuvo al poema durante muchos años. Nuevas lecturas del Martín Fierro, últimamente realizadas la luz de una «conciencia histórica» que se nos viene aclarando a los argentinos desde hace vanos lus del «género» a que pertenece la obra gaucha.

Y entonces el Martin Fierro o sólo constituirá para nosotros la materia de un arte literario, sino la materia de un arte que nos hace falta cultivar ahora como nunca: el arte de ser argentinos y americanos. El de José Hernández constituye un milagro literario. Y tomo la pala «milagro» en su cabal significación de «un hecho libre», que se da s úbitamente fuera y por encima de las leyes naturales y de las circunstancias ordinarias.

Ubíquese al en la literatura nacional de su época, y se lo verá surgir, monume grave y solitario, entre las simples, bien que auténticas, formas de una poesía folklórica, o entre as no auténticas ni simples formas de una poesía erudita que, presa ya de un complejo de inferioridad que gravitaría largamente sobre las virtualidades crea doras del país dedicaba sub empeños a la mimesis del romanticismo francés o del pseudo cla sicismo español. De naides sigo el ejemplo, naide a dirigirme viene, yo digo cuanto conviene y el que en tal gueya se pla debe cantar, cuando canta, on toda la voz que tiene. OF de la literatura nacional, producido, como todo milagro alecciona dor, en el instante justo en que se lo necesitaba, es decir,cuando la nueva y gloriosa nación, habiendo nacido recién e la guerra, como todo lo que merece vivir, debía reclamar con as obras su derecho a la grandeza de los libres, tal como había reclamado ese derecho a la existencia en la libertad. Yo diría que ese derecho a la grandeza de los libres solo puede eclamarse de una manera: con grandes actos de merecimiento.

Y el poema de José Hernández, in usitado en su monumentalidad, es un acto de merecimiento y una invitación a la grandeza, cumpli dos en el alborear de una patria que puede, quiere y debe merecer su futuro. He aquí el primer enigma y la primera lección de , en tanto que obra de arte. Y igo el primer enigma, porque a partir de su nacimiento, otros do s enigmas han de acompañar al poema en la difuslón de su mensaje: el primero se refiere al mod oy al campo singularísimos de su difusión inicial; el segundo a las primeras interpretaciones del p oema.

Y estos dos enigmas ya no se vinculan al en tanto que obra literaria, sino a la naturaleza de su mensaje. Hay, pues, en el un mensaje lanzado a lo futuro. Más adelante se verá cómo el poema también insinúa «una profecía» concerniente al devenir de la nación. El preludio de la obra, en cada una de sus dos partes, es demasiado solemne, dem siado reiterador, y no par convenir a un simple relat os personales: vengan todos en mi ay uda, que la lengua se me a nuda y se me turba la vista; pido a mi Dios que me asista en una ocasión tan rud Tal es la invocación que hallamos en el introito de la primera par te.

En el preludio de la segunda, Martín Fierro dice: Siento que mi pecho ti embla, que se turba mi razón, y de la viguela al son imploro a la alma de u n sabio, que venga a mover mi labio y alentar mi corazón. O esta misteriosa advertencia: mendar nder Y el que me quiera en mucho tiene que sabe tiene mucho que apre l que me sepa escuch tiene mucho que rumi el que me quiera ente nder. Y en esta desproporción evidente que hallamos entre las advert encias de los preludios y el sentido literal de la obra, nos parecería vislumbrar el anuncio de u n sentido simbólico que será necesario rastrear en adelante. . Pero, ¿cuál es el mensaje de ? ¿Y a quién va dirigido? Si damos en la contestación de la segunda pregunta, daremos también en la cont estación de la primera. Entonces. ¿a quién va dirigido el mensaje de Va dirigido a la conciencia nacional, es decir, a la conciencia de un pueblo que nació a la vida e los llbres y que recién ha iniciado el ejercicio de su libertad. ¿Y por qué necesita un mensaje la conciencia de la nación? Porque la nación, desgraciadamente, no se ha iniciado bien en el ejercicio de su libertad recién conquistada.

Y no se ha iniciado bien, porque ya en los primeros a ctos libres de su albedrío, ha comenzado ella la enajenación de lo nacional en sus aspectos mat eriales, morales y espirituales. Esto que podríamos llamar «una tentativa de suicidio precoz», inici ado por el ser nacional en la segunda mitad del siglo XIX, es un drama histórico que muchos ha denunciado y cuyo estudio sería útil profundizar, sobre todo en la dirección de los «responsa blesi’. s OF a viva y lacerada, en el pueblo mismo, el de los trabajos y los d(as.

Tal es el mensaje de Martin Fierro: una lección de audacia creadora, sí, pero también un estado del alma nacional en el punto más dolorido de su concienc ia. El mensaje se dirige a todos los argentinos. Pero ¿quiénes lo esc uchan? Y aqu( se nos presenta uno de los enigmas a que me referí anteriormente: el que atañe a la difusión inicial de Martín Fierro por aquellos días el país cuenta ya con una clase dirigente y con na clase intelectual.

No me incumbe a mí el juicio de aquellas dos clases y el de la obra que d esarrollaron; es una empresa que corresponde a nuestra historia política y a nuestra historia de la cultura respectivamente. Lo que necesito señalar es el hecho incontrovertible de que, con la a cción de aquellas dos clases dirigentes, se inicia ya la enajenación o el extrañamiento del pais c on respecto a sus valores espirituales y materiales. , pletórico de su mensaje alarmado, sale recién de la imprenta y busca los horizontes de su difusión. Y entonces, ¿que s ucede?

Las dos clases de ?lite a que acabo de referirme, o lo Ignoran o lo aceptan como «un hec ho literario» que gusta o que no gusta; el mensaje dramático del poema no puede llegar a la clase dirigente, que sufre ya una considerable sordera en lo la voz de lo nuestro, ni pu 6 OF ede hacerse oir de la clase dez el silencio de la imcomprensión o del desdén, un silencio que nos asombra todavía. Yo he conocido cantor que era un gusto el es cuchar, mas no quieren opina y se divierten cantand pero yo canto opinan do, que es mi modo de ca ntar. «Y se divierten cantando». ¿Alusión irónica de José Hernández a I s intelectuales de su época?

No lo sé. Pero ique bien encaja en esa sextina la primera acepción del verbo «divertir» en el sentido de «distraer»! ¿Cuál era, pues, la única órbita de acción que a le quedaba? La del pueblo mismo cuyo mensaje quería trasmitir el poema. Y entonces ocurr e lo enigmático: el mensaje desoído vuelve al pueblo de cuya entraña salió. En sus modestas ediciones, en sus cuadernillos humildes, en su papel magro y en su seca tipografía misional, el g aucho Martín Fierro vuelve a sus paisanos: es una Vuelta de Martin Fierro que no ha escrito José Hernández y que, sin mbargo, es realmente la ¿Para qué vuelve a su ori de Martin Fierro. ale no escuchado? . ¿Y cuál era esa imagen? Era la imagen del «ser nacional» que alguien olvidaba o perdía o enajenaba. ¿Y la llama votiva? Era un voto secreto, la promesa de un «rescate», o el anuncio y I a voluntad de una recuperacion. Toda esa materia oculta en su filón enigmático ya está en las se xtinas de José Hernández. Y lo demostraré luego, cuando me refiera yo al sentido simbólico del poema. Entre tanto, Ma rtin se abre un camino en la conciencia popular; abandonó la urbe y a regresado a la tierra, porque:

El campo es del inorant el pueblo del hombre e struido, yo que en el campo he nacido digo que mis cantos son para los unos… sonidos y para otros… intenció Sus ediciones están en las pulperías y en los abigarrados almace nes de campaña, entre los tercios de yerba mate y las bolsas de galleta dura, los dos aliment os del paisano; y es justo desterrado héroe de José Hernández ha de comparecer ante el tri bunal de la critica erudita. iBien! iEs un acto justiciero! Algunos entusiastas aplauden, algunos desc ontentos gruñen, abandonando un instante la región mamaria de las Academias.

No es mi propósito censurar el esfuerzo crítico de tantas buena s voluntades como las que se pusieron entonces al servicio de la causa . Sólo diría yo en este punto, y en tono elegíaco: «iAy del espiritu de literatura! «. Porque la letra mata. Y en los primeros juicios de Martín Fierro se da el otro enigma: n o es ya el de la sordera intelectual, sino el de la incomprensión, ingenua por parte de uno s, deliberada por parte de otros; porque hay entonces en el país no pocas inteligencias que saben a verdad de Martín Fierro, pero no desean el triunfo de aquella verdad.

Cierto es que las circunsta cias de enajenación u olvido con respecto al ser nacional y a sus intereses vitales, no sólo perd uraban en el país, sino que se habían agravado, merced a las corrientes cosmopolltas (inmlgrato rias o no) cuyo flujo había cubierto nuestro limo natal y añadía nuevos factores de confusión al problema de aclarar lo nuestro. El poema de José Hernández no fue entendido cabalme nte por su crítica inicial; y no será entendido por ninguna que desvincule al Martín Fierro de su mision referente al ser argentino y a su devenir.

La crítica inicial a que vengo refiriéndome no dejó de abundar e matices relacionados con el ojo del comentarista y la naturaleza de su ángulo visual. Para el etnólogo, verbi gracia que se han topado en la Historia,’ fruto híbrido que, como es de ri gor, ha heredado los defectos de las dos razas originantes y ninguna de sus virtudes; fruto destinad o, naturalmente, a desaparecer, y romántico en la medida de su próxima defunción.

Señores, yo p erdono a ese linaje de critica su fabulosa ingenuidad: lo que no le perdono es el torrente de mala I iteratura que nos trajo después, como natural consecuencia. Para el crítico sociólogo, Martín Fierro es también un tipo racial e transición. Pero en este caso no se detiene el critico en la naturaleza transitoria y por end e romántica del personaje, sino en sus características del hombre inadaptado a la Civilización, en s us perniciosas rebeldías contra las instituciones que rigen el país, en su desapego al trabajo, en s u espiritu de vagancia, en su fruición por el homicidio.

En aquella época, la mística del «progres o indefenido» está en su auge y perfuma todas las almas de buena voluntad: se está montando en el país la usina del Progreso, con mayúscula, y el gaucho Martin Fierro es un desertor de la usln , una hostilidad militante, lo que hoy se llamaría «un elemento de perturbación».

A la luz de semejante doctrina, tomó cuerpo la leyenda negra de I «gaucho», que con tanta injusticia y en el transcurso de tanto tiempo gravitó sobre los hom bres de nuestro paisaje. Sin embargo, como adelantándose al riesgo de aquel malentend ido, el gaucho Fierro había enunciado sus wrtudes de trabajador, su concepto del orden en la familia, su piedad religiosa: todo ese estilo de vivir se había dado ya para él en otros dias que Fierro evoca nostálgicamente en la primera parte de su