Sheldon Sidney – El Amo Del Juego

Sheldon Sidney – El Amo Del Juego gy SooI-Ramirezz I t)capar. R 13, 2016 601 pagos Sheldon, Sidney- el AMO DEL JUEGO Título Original: Master of the ame orsal Traductor: Solana Ma Sv. ipe to View nut*ge Autor: Sheldon, Sidn 01984, Círculo de Lectores, S. A. ISBN: 9788422615880 Generado con: QualityEPUB vO. 24 Corregido: MAESE L@C, 21/09/2011 EL AMO DEL JUEGO vida y la muerte— Kat, el nexo de unión, una vida hecha a golpe de dureza, una historia que Iba más allá de ella misma, que encadenaba su linaje a la Kruger—Brent como si solo no tuviera sentido.

Kate es el amo del juego; pero al mismo tiempo la sclava de su deber. Una personalidad enérgica, de una pieza y, por tanto compleja: decidida y amante, justa y brutal a veces. Dedicado a mí hermano, Richard, que tiene corazón de león. Expreso mi gratitud hacia Miss Geraldine Hunter, por su infinita paciencia y por su ayuda al preparar este manuscrito. Como una enorme serpiente engulle el resto. Una pasión soberana en el pecho Alexander Pope, Ensayo sobre el Hombre, Epístola 2 …

Los diamantes resisten a los golpes hasta tal punto que un martillo de hierro puede p y hasta es posible que el propio yunque se desplac a invencible que desaffa u mente la escena era una fantasía como en un sueño, mientras los visitantes de otra época y otro lugar se deslizaban por la pista de baile junto a los restantes invitados de corbata negra y largos y brlllantes trajes de noche, que no sospechaban aquella presencia. Un centenar de personas asistía a la fiesta de Cedar Hill House. Sin contar los fantasmas, pensó Kate Blackwell irónicamente.

Kate era una mujer pequeña y delgada, de porte regio, que la hacía parecer más alta de lo que era en realidad. Su rostro era de los que no se olvidan. Orgullosa estructura osea, ojos gris alba una barbilla obstinada, mezcla de sus antepasados escoceses y holandeses. Su cabello, que en otro tiempo había sido una exuberante cascada negra, era ahora blanco y fino, y su piel, en contraste con los graciosos pliegues de su vestido de terciopelo color marfil, tenía esa suave transparencia que algunas veces aporta la vejez. No siento mis noventa años, pensó Kate Blackwell. ?Adónde han ido a parar todos estos años? Miró los espectros danzantes. Ellos lo saben. Ellos estaban allí. Ellos formaron parte de aquellos años, parte de mi vida. Vio a Banda, con su negro rostro resplandeciente. Y allí estaba su David, su querido David, alto, joven y guapo, tal como ella lo viera cuando se enamoró de él, y David le sonreía, y ella pensó: Pronto, vida mía, pronto. Y deseó que David hubiera vivido para poder conocer a su nieto. Los ojos de Kate buscaron por la gran estancia hasta verlo. Estaba de pie, cerca de la orquesta, contemplando a los músicos.

Era un muchacho de ocho años, sumamente 3 muchacho de ocho años, sumamente atractivo, de cabello rubio, vestido con una chaqueta de terciopelo negro y pantalones de tartán. Robert era una réplica de su tatarabuelo, Jaime McGregor, l hombre del cuadro colgado encima del hogar de mármol. Como si hubiera notado que ella le miraba, Robert se volvió. Entonces, Kate le hizo un ademán con la mano para que se acercara, y el perfecto diamante de veinte quilates que su padre había recogido en una playa arenosa hacía casi un siglo, centelleó bajo el resplandor de la araña de cristal.

Kate, complacida, contempló a Robert mientras éste se abría paso entre los bailarines. Yo soy el pasado, pensó Kate. Él es el futuro. Mi bisnieto se hará cargo algún dia de Kruger-Bent International- El chico llegó a su lado, y Kate le dejó sitio junto a ella en el asiento. ??¿Te resulta agradable tu aniversario, abuela? —Sí; gracias, Robert. —Es una orquesta excitante. El director es realmente malo. por un momento Kate le miró confundida, pero en seguida su rostro se iluminó. —Ah… supongo que eso significa que es bueno.

Robert le hizo un guiño. —Exacto. Vaya, nadie diría que tienes noventa. Kate Blackwell rió. Aquí, entre los dos, no s nta años. 40f para contemplar a su nieta que bailaba. Ella y su marido eran, sin lugar a dudas, la pareja más atractiva de la pista. La madre de Robert vio a su hijo y a su abuela sentados juntos y ensó: iQué mujer tan increíble! No tiene edad. Nadie podría ni tan siquiera adivinar todo lo que ha tenido que vivir. Terminó la música, y el director dijo: Señoras y caballeros, me complazco en presentarles al joven Master Robert.

Robert apretó la mano de su abuela, se levantó y se acercó al piano. Se sentó con rostro grave y concentrado, y sus dedos comenzaron a deslizarse por el teclado. Interpretó a Scriabin, y fue como el escarceo de la luz de la luna sobre el agua. Su madre le escuchaba y pensó: Es un genio. Crecerá y será un gran musico. Ya no era su niñito. Iba a pertenecer al mundo. Cuando Robert terminó, los aplausos fueron entusiastas y genuinos. La cena se había servido fuera. El jardín, grande y formal, había sido adornado festivamente con farolillos y cintas y globos.

Los músicos tocaron en la terraza, mientras los camareros y las doncellas circulaban entre las mesas, silenciosos y eficientes, asegurándose de que las copas de «Baccarat» y los platos de «Limoges» estuvieran siempre llenos. Se leyó un telegrama del presidente de los Estados Unidos. Un juez del Tribunal Supremo brindó por Kate. El gobernador hizo el elogio de Kate. «… una de las mujeres más otables en la historia de esta nación. Es legendaria la dedicación de Kate Blackwell a centenares de causas caritativas de todo el mundo.

La «Fundación ontribuido a la salud y bienestar causas caritativas de todo el mundo. La «Fundación Blackwell» ha contribuido a la salud y bienestar de la gente de más de cincuenta países. Parafraseando al difunto Sir Winston Churchill «Nunca tantos han debido tanto a tan pocos». Yo he tenido el privilegio de conocer a Kate Blackwell… » iY un rábano! , pensó Kate. Nadie me conoce. Parece que esté hablando de una santa. ¿Qué diría toda esta gente si conocieran la auténtica Kate Blackwell? Engendrada por un ladrón y secuestrada antes de cumplir un año. ?Qué pensarían todos ellos si les enseñara las cicatrices de bala de mi cuerpo? Volvló la cabeza y miró al hombre que en cierta ocasión intentó matarla. La mirada de Kate se alejó del hombre para detenerse en una figura en las sombras, que ocultaba su rostro con un velo. Por encima del rumor lejano del trueno, Kate oyó que el gobernador acababa su discurso y la presentaba. Ella se levantó y miró al grupo de invitados. Al hablar, su voz era firme y segura. —He vivido más que cualquiera de vosotros. Como diñan los jovenzuelos de hoy día, «eso es una chorrada».

Pero estoy contenta por haber llegado a ml edad, ya que de otro modo ahora no estaría aquí con todos vosotros, queridos amigos. Sé que algunos habéis venido de lejanos países para acompañarme esta noche, por lo que debéis de estar cansados del viaje. No estaría bien que esperase que todos tengáis mi energía. Estallaron risas, y la aplaudieron. —Os agradezco que hayáis convertido esta noche en memorable. Nunca lo olvidaré. para los que deseéis retiraros, tenéis preparadas las habitaciones. Para Nunca lo olvidaré. Para los que deseéis retiraros, tenéis preparadas las habitaciones.

Para los demás, habré baile en el salón. —Hubo otro rumor de trueno. — Ahora sugiero que entremos todos antes de que nos sorprenda una de nuestras famosas tormentas del Maine. Una vez hubo terminado la cena y el baile, y retirados los invitados, Kate se quedó sola con sus recuerdos. Se sentó en la biblioteca, rememorando el pasado, y de pronto se sintió deprimida. No queda nadie que se llame Kate, pensó. Todos se han ido. Su mundo habla encogido. ¿No era Longfellow el que dijo: «Las hojas de la memoria producen un crujido melancólico n la oscuridad»? Ella entrarla pronto en la oscuridad, pero todavía no.

Aún tengo que hacerla cosa más importante de mi vida, pensó Kate. Ten paciencia, David. Pronto estaré contigo. Abuela. Kate abrió los ojos. Su familia había entrado en la habitación. Ella les miró, uno por uno, con sus ojos como una cámara implacable, registrándolo todo. Mi familia, pensó Kate. Mi inmortalidad. Una criminal, una extravagante y un psicótlco. Los esqueletos de Blackwell. ¿Es que tantos años de esperanza y de sufrimiento y de angustia quedaban finalmente reducidos a esto? Su nieta estaba de pie a su lado. ??¿Te encuentras bien, abuela? ??Estoy un poco cansada, hijos. Creo que me iré a la cama. Se levantó, y se encaminaba ya hacia la escalera, cuando, de pronto, el trueno rugió con violencia y la tormenta estalló con furia, golpeando las gotas de agua los cristales de las ventanas como descargas de ametr milia estuvo mirándola hasta q cristales de las ventanas como descargas de ametralladora. Su familia estuvo mirándola hasta que la anciana llegó a lo alto de la escalera, una figura erecta, orgullosa. Se escuchó un nuevo rugido del trueno, y durante unos segundos el cielo quedó iluminado por os relámpagos.

Kate Blackwell se volvió para mirarles, y al hablar empleó el acento de sus antepasados. En África del Sur, solíamos llamar a esto un donderstorm. Y el pasado y el presente comenzaron a fundirse otra vez. Ahora, Kate cruzó el rellano hasta su dormitorio, rodeada por los fantasmas, familiares y consoladores. Libro Primero JAMIE 1883-1906 CAPÍTULO PRIMERO 8 —iPor Dios, que éste es u nderstorm! —exclamó McGregor se apartó rápidamente a un lado cuando una casa construida con ladrillos sin cocer se disolv(a en barro, y pensó si la ciudad de Klipdrift sobreviviría a la tormenta.

Klipdrift no era realmente una ciudad. Se trataba de un pueblo de lonas, una bulliciosa masa de tiendas, cabañas y carretas, agrupadas en las orillas del río Vaal, pobladas por soñadores de enloquecida mirada llegados a África del Sur procedentes de todas las partes del mundo, impulsados por una misma obsesión: los diamantes. Jamie McGregor era uno de esos soñadores. Con dieciocho años recién cumplidos, era un muchacho guapo, alto y de cabello rubio, con unos asombrosos ojos gris claro en un rostro bronceado. Mostraba cierto aspecto de ingenuidad, una ansiedad por complacer que cautivaba a su interlocutor.

Era de carácter alegre y su alma rebosaba optimismo. Había recorrido casi dieciséis mil kilómetros desde la granja de su padre, en las Tierras Altas de Escocia, hasta llegar allí, a través de Edimburgo, Londres, Ciudad de El Cabo, Hopetown y ahora Klpdrlft. Había renunciado a su parte de herencia en la granja que él y sus hermanos trabajaban con su padre, pero Jamie McGregor no se arrepentía. Sabía que seria recompensado diez mil veces más. Había abandonado la seguridad de la única vida que conociera hasta entonces, para venir a este lugar desolado y distante, porque había soñado ser rico.

A Jamie no le asustaba el trabajo duro, pero las recompensas por el cultivo de la pequeña granja rocosa al norte de Aberdeen eran escasas. Trabajaba desde la salida hasta la puesta del sol, jun rocosa al norte de Aberdeen eran escasas. Trabajaba desde la salida hasta la puesta del sol, Junto a sus hermanos, su hermana Mary, su madre y su padre, y pocos beneficios obtuvo por todo ello. En cierta ocaslón, había ido a la feria de Edimburgo donde vio las bellas cosas maravillosas que el dinero podía comprar. El dinero servía para hacerte la vida fácil cuando estabas sano, y ara cuidar de tus necesidades cuando algo te aquejaba.

Jamie había visto demasiados amigos y vecinos que vivían y morían en la pobreza. Recordó su excitación cuando por primera vez oyó hablar del último hallazgo de diamantes en África del Sur. Se había encontrado allí el mayor dlamante del mundo, perdldo entre la arena, y se rumoreaba que toda la zona era como un gran cofre del tesoro dispuesto para ser abierto. Había comunicado la noticia a su familia después de cenar un sábado por la noche. Estaban sentados alrededor de la mesa sin levantar en la tosca cocina de madera, cuando Jamie habló, con oz tímida, pero al mismo tiempo orgullosa.

Me voy a marchar a África del Sur a buscar diamantes. Saldré la próxima semana. Cinco pares de ojos le miraron como si hubiese enloquecido. —¿Te vas a ir en busca de diamantes? —le preguntó su padre . Debes de estar chiflado, muchacho. Todo eso son cuentos de hadas… Tentación del demonio para impedir que los hombres cumplan con su trabajo honrado del día. —¿Por qué no nos cuentas de dónde sacarás el dinero para el viaje? —le preguntó su hermano lan—. Es medio camino alrededor del mundo. Tú no tienes dinero. —Si tuviera dinero —repli