Resumen La increíble y triste historia de la cándida Heréndida y su abuela desalmada Gabriel García Márquez

Síntesis Eréndira es una chica de 14 años, que vive con su abuela en una enorme mansión extraviada en la soledad del desierto. La niña cansada de sus labores realizadas, puso el candelabro en la mesa y se durmió. Poco después, el viento de su desgracia volcó el candelabro contra las cortinas. La joven ha causado un incendio y la casa ha sido totalmente destruida. Por lo cual la abuela le obliga que le pague todo y la lleva a prostituirse con todos los hombres del pueblo. Posteriormente ella c cual hace todo para homicidio. Abstracción se enamora, el egar a cometer un OFS Swip pase

En el desarrollo de los siguientes párrafos se demuestran diversos sentimientos, de los cuales prevalecen los siguientes: Ambición por parte del viudo y de la abuela, Desesperación y miedo expresados por la joven Eréndira. —Mi pobre niña —suspiró—. No te alcanzará la vida para pagarme este percance. Empezó a pagárselo ese mismo día, bajo el estruendo de la lluvia, cuando la llevó con el tendero del pueblo, un viudo escuálido y prematuro que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virg virginidad.

Ante la expectativa impávida de la abuela el viudo xaminó a Eréndira con una austeridad científica: consideró la fuerza de sus muslos, el tamaño de sus senos, el diámetro de sus caderas. No dijo una palabra mientras no tuvo un cálculo de su valor. La tormenta amenazaba con desquiciar la casa, y había tantas goteras en el techo que casi llovía adentro como fuera. La abuela se sintió sola en un mundo de desastre. Al final se pusieron de acuerdo por doscientos veinte pesos en efectivo y algunas cosas de comer.

La abuela le indicó entonces a Eréndira que se fuera con el viudo, y éste la condujo de la mano hacia la trastienda, como si la llevara para la escuela. Aquí te espero —dijo la abuela. —Sí, abuela —dijo Eréndira. La trastienda era una especie de cobertizo con cuatro pilares de ladrillos, un techo de palmas podridas, y una barda de adobe de un metro de altura por donde se metían en la casa los disturbios de la intemperie. Puestas en el borde de adobes había macetas de cactos y otras plantas de aridez.

Colgada entre dos pilares, agitándose como la vela suelta de un balandro al garete, había una hamaca sin color. Por encima del silbido de la tormenta y los ramalazos del ag garete, había una hamaca sin color. Por encima del silbido de la tormenta y los ramalazos del agua se oían gritos lejanos, aullidos de animales remotos, voces de naufragio. Cuando Eréndira y el viudo entraron en el cobertizo tuvieron que sostenerse para que no los tumbara un golpe de lluvia que los dejó ensopados. Sus voces no se oían y sus movimientos se habían vuelto distintos por el fragor de la borrasca.

A la primera tentativa del viudo Eréndira gritó algo inaudible y trató de escapar. El viudo le contestó sin voz, le torció el brazo por la muñeca y la arrastró hacia la hamaca. Ella le resistió con un rañazo en la cara y volvió a gritar en silencio, y él le respondió con una bofetada solemne que la levantó del suelo y la hizo flotar un instante en el aire con el largo cabello de medusa ondulando en el vacío, la abrazó por la cintura antes de que volviera a pisar la tierra, la derribó dentro de la hamaca con un golpe brutal, y la inmovilizó con las rodillas.

Eréndira sucumbió entonces al terror, perdió el sentido, y se quedó como fascinada con las franjas de luna de un pescado que pasó navegando en el aire de la tormenta, mientras el viudo la desnudaba desgarrándole la ropa on zarpazos espaciados, como arran 3 mientras el viudo la desnudaba desgarrándole la ropa con zarpazos espaciados, como arrancando hierba, desbaratándosela en largas tiras de colores que ondulaban como serpentinas y se iban con el viento. Resumen En la enorme mansión de argamasa lunar, extraviada en la soledad del desierto vivian Eréndira y su abuela.

La nieta había cumplido apenas los catorce años, y era lánguida y de huesos tiernos, y demasiado mansa para su edad. La abuela era tan gorda que sólo podía caminar apoyada en el hombro de la nieta, o con un báculo que parecía de obispo, pero aún en sus iligencias más difíciles se notaba el dominio de una grandeza anticuada. Después de todas las tareas bárbaras de la jornada, que le imponla la abuela, la pobre joven acababa rendida tanto que puso el candelabro en la mesa de noche y se tumbó en la cama. Eréndira causo el incendio.

La abuela miró a la nieta con una lástima sincera. Empezó a pagárselo ese mismo día, cuando la llevó con el tendero del pueblo, un viudo escuálido y prematuro que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virginidad. Al paso de los días la abuela seguía prostituyendola con orque pagaba a buen precio la virginidad. Al paso de los días la abuela seguía prostituyendola con todos los varones del pueblo, pero cuando no quedaban más hombres ahí, la abuela decidía que era tiempo de mudarse.

Los hombres tenían que hacer fila esperando que su turno llegara, mientras que Eréndira se acostaba con todos los tipos que pasaban a la tienda; ella exhausta no podía reprimir el temblor del cuerpo, estaba maltratada y sucia de sudor de soldados. La abuela decidió parar por ese largo día de labor. Fue el día en que conoció a Ulises de quien se enamora. Ulises e propone a Eréndira fugarse con el ella cede pero se le es imposible lograrlo.

Tiempo después se reencuentran, ella no puede separarse de su abuela, ya que la tiene encadenada, entonces Eréndira le pregunta a Ulises que si seria capaz de matar a su abuela y el responde que haría todo por ella. Lo intentan una vez pero es inútil, otra vez y no funciona así que el decide acuchillarla, lo logra pero Eréndira huye con el dinero que reunió, dejando a Ulises a su suerte. Jamás se volvió a tener la menor noticia de ella ni se encontró el vestigio más ínfimo de su desgracia. 5