Resumen de relampagos de agosto

Resumen de relampagos de agosto gy marisclamejia 110R5pR 15, 2011 IE pagcs Los relámpagos críticos: La revolución de Jorge Iba güengoitia luis barrón oy un aficionado a la lectura de novelas con temas históricos. La verdad, hasta antes de escribir este ensayo, las leía con bastante culpa, pues en alguna ocasión escuché decir a uno de los historiadores a quien más he ad mirado -a don Luis González y González- que él sólo leía «novelas verda deras» (o sea, historiografía).

Con tanto que aprender del trabajo de archivo y con tantos libros y artículos de historiografía que leer todavía, ada vez que me sentaba a disfrutar una novela me agobiaba mi sentimiento de cul a. A esar de ella siempre he podido disfrutar de novelas , de Egipto, de 16 América Latina, de la esl México durante mis vacaciones. por Mi me sugino que es cribiera algo sobre gos de agosto, de Jorge Ibargüen goitia, asiado: por primera vez tenía la oportunidad de releer una de las novelas que más he disfrutado y reflexionar sin senti miento de culpa.

Sin embargo, muy pronto me di cuenta de que había aceptado un en cargo que rebasaba, por mucho, mis capacidades. En primer lugar, aunque os que saben dicen que se ha escrito muy poco sobre la obra de Jorge Ibargüengoitia, hay, cuando menos, dos estudios recientes -interesantes y bien hechos- que analizan con cuidado los relámpagos de agosto: la edi ción crítica de El atentado y Swipe to vlew next page los relámpagos de agosto coordinada por Juan Villoro y Víctor Diaz Arciniega, y la historia como ironía.

Ibargüengoitia como historiador, de Juan Campesino. 1 En segundo lugar, no soy critico literario 1 Jorge Ibargüengoitia, El atentado. los relámpagos de agosto. Edición crltica_ Juan Villoro y Víctor Díaz Arciniega (coords. . México, conaculta y fce, 2002; Juan Campesino, la historia como ironía.

Ibargüengoitia Dossier ni un conocedor de la obra completa de Ibargüengoitia, por lo que difícil mente podría decir algo que añadiera al estudio de los relámpagos de agosto, sobre todo porque para preparar su edición crítica, Juan Villoro y Víctor Díaz trabajaron e incluyeron las colaboraciones de filólogos, escritores, críticos literarios, dramaturgos, directores de escena, criticos de cine, his toriadores, periodistas, caricaturistas, sociólogos de la cultura, académicos y amigos del autor.

Y, tercero, como aficionado que soy, conozco muy poco la llamada «novela de la Revolución mexicana» y, aunque aprendí relati vamente rápido que la novela de Ibargüengoitia no es considerada como parte de ese cuerpo literario -espero más adelante explicar con claridad por qué-, mi primera intuición me indicó que lo que podría decir en este ensayo estar[a en contra de la sabiduría convencional de quienes se han dedicado a estudiar tanto los relámpagos de agosto como la novela de la Revolución.

Por eso, en las siguientes páginas – a manera de ensayo/reflexión, más que a modo de contribución ientífica- intento poner mi granito de arena explicand 2 OF ensayo/reflexión, más que a modo de contribución cientifica- intento poner mi granito de arena explicando cómo entiendo las diferencias entre la misión de los novelistas y la de los historiadores, y cómo y qué puede un historiador aprender de la lectura de novelas políticas con temas históricos. No pretendo hacer una crítica ni una reseña de la obra.

Espero que los expertos en el tema no en cuentren esta reflexión muy fuera de lugar. los problemas de las fuentes Un profesor intenta realizar un experimento que le ayude a stablecer, más allá de la reflexión teórica, la utilidad de las memorias y de las crónicas penodísticas como fuentes para la historia. Para ello, decide convocar a suficientes personas como para llenar el Auditorio Nacional, diciendo sólo que recibirán un pago si participan en un experimento de dos horas en el que únicamente se les pide observar. omo historiador. Guanajuato, Universidad de Guanajuato, 2005. Según Juan Campesino, el guanajua tense ha sido poco estudiado y todavía hoy existen círculos académicos donde se le considera un autor me nor. En todo caso, es muy poco lo que e ha escrito sobre los aspectos históricos de su obra, o sea que el nexo de Ibargüengoitia con la historia sigue siendo un caudal poco explorado» (pp. 1516). 4 Una vez lleno el Auditorio, el tiempo empieza a transcurrir sin que ocurra algo significativo.

Después de una hora, un perro entra corrien do al Auditorio, seguido de cerca de quien parece ser su dueño. El pe rro corre de un lado a otro, alboro seguido de cerca de quien parece ser su dueño. El pe rro corre de un lado a otro, alborotando lo suficiente a la concurrencia como para que los asistentes al experimento intenten atraparlo ambién cuando pasa cerca de sus asientos. Los demás, siendo un auditorio tan grande, simplemente obsem•an. Finalmente, después del alboroto, el perro logra escapar por la puerta exactamente opuesta a la que había utilizado para entrar.

Cuando los asistentes se han tranquilizado y el Auditorio regresa al «or den», el profesor entra al escenario y anuncia que tan pronto como los asistentes respondan a una serie de preguntas sobre lo que acaba de pasar pueden recoger su pago y retirarse, e inmediatamente ordena que se distri buyan los cuestionarios: ¿De qué color era el perro que provocó el alboroto? ?De qué raza? ¿Por qué puerta entró? ¿De qué raza era la persona que lo perseguía? ¿Quién era en realidad? ¿Cómo iba vestido? ¿Cuánto tiempo duró el incidente? ¿Cuántas personas y quiénes trataron de atrapar al perro? ¿Por qué medios? ?Por dónde salió el perro? En realidad, este experimento no se me ocurrió a mí: leí una versión similar, pero no recuerdo en dónde ni con qué fin se utilizaba; pero lo im portante es la serie de preguntas que se pueden plantear a partir de él en términos del uso que los histonadores damos a las fuentes. Cualquier historiador novato ebe saber que las fuentes son inútiles si no las interrogamos, y que las preguntas que les hacemos sólo son útiles si son las «correctas» de acuerdo con la hipótesis que se quiere poner a pru 40F sólo son útiles si son las «correctas» de acuerdo con la hipotesis que se quiere poner a prueba.

Además, desde los primeros cursos de metodología de la historia también nos enseñan que quizás el mejor método para extraer información útil de una fuente sea contrastarla con otra. Nunca, cuando se tienen dos fuentes o más que pueden contestar a nuestras preguntas, debemos creer, sin comparar, lo que nos dice una fuente. Sin embargo, cuestionar a las fuentes con una metodología correcta o compararlas con otras para «cons truiK un relato «verdadero» también plantea un sinnúmero de preguntas.

En nuestro experimento/ejemplo, valdría la pena preguntarse si de todos los relatos que se recibirían obtendríamos respuestas iguales; SI habr(a co incidencia en cuanto al color y la raza del perro; en cuanto a las caracterís ticas del perseguidor; las de las demás personas involucradas o el tiempo de duración del incidente. ¿Y si no hay coincidencia? ¿Cómo «construiríamos» nuestro relato? En términos de la etodología de la histona, ¿podemos «construir’ un relato sacando promedios? ¿O, tal vez, sólo incluyendo el relato de la mayoría?

Esto es, el perro era negro si la mayoría dice que era negro… Estas preguntas, creo, resumen bastante bien los problemas a los que nos enfrentamos los historiadores cuando utilizamos las «memorias» y las crónicas periodísticas como fuentes. ¿Cómo sabemos que la «memoria» es un buen relato de la realidad? Bernal Diaz del Castillo escribió su Historia verdadera de la conquista de la nueva España décadas s OF Bernal Díaz del Castillo escribió su Historia verdadera de la onquista de la nueva España décadas después de la conquis ta. ?Debemos creerle simplemente porque fue protagonista de los hechos que narra? ¿En verdad su memoria era tan buena como para escribir una «historia verdadera»? Y aunque los periodistas escriban sus crónicas en el momento, ¿cómo podemos considerarlas retratos fidedignos de la realidad? ¿No se enfrentan a los mismos problemas que las personas dentro del Au ditorio viendo al perro?

No se necesita un análisis muy profundo para des cubrir, por ejemplo, que un periodista de la Jornada, en general, no ve ni relata lo mismo que uno de Reforma. Todo esto viene al caso porque, como explica Juan Villoro, «el texto que más contrlbuyó al tono [de los relámpagos de agosto] fue los gobiernos de obregón a calles y regímenes ‘pelele’ derivados del callismo, de Juan Gualberto Amaya» 2 Es decir, cuando menos después de un primer análisis super ficial, podríamos decir que Ibargüengoitia, con los relámpagos… se burla de las «memorias» de Juan Gualberto Amaya y las cuestiona como una fuente útil para construir un relato «verdadero» de la revuelta escobarista de 1929. 3 Es más, según Juan Campesino, «al recrear los pisodios nacio nales más representativos (la Independencia y la Revolución), el guanajua 2 Juan Villoro, «El diablo en el espejo (Introducción del coordinadory’, en Jorge Ibargüengoitia, op. cit. , p. Según Sergio Pitol, «En ese tiempo [antes de escribir los relámpagos de agosto], Jorge Ibargüengoitia se dedicó a 6 OF Pitol, «En ese tiempo [antes de escribir los relámpagos de agosto], Jorge Ibargüengoitia se dedicó a leer la abundante literatura de y sobre la Revolución mexicana, en especial las memorias autocon sagratonas de los más famosos caudillos, donde todos os logros y virtudes se los atribuían, modestamente, a sí mismos y los infinitos fracasos y desastres a los demás, fueran sus cófrades o sus adversarios».

Es decir, Ibargüengoitia se burlaba no sólo de Amaya, sino de todos los que habían escrito sus «memorias». Sergio Pitol, «Jorge Ibargüengoitia (Liminar), en Jorge Ibargüengoitia, op. cit. , p. xvii. 6 tense ha pretendido enseñar sus propias lecciones de historia», sin intentar hacer un retrato fiel de la realidad sino, más bien, «revisar y, sobre todo, desacralizar los aspectos claves de una serie de posibilidades históricas no se trata de recontar la istoria, sino de reinterpretarla». Y otro critico que ha estudiado a Ibargüengoitia, Ignacio Trejo Fuentes, lleva esa apreciación más lejos, pues argumenta que con los relámpagos de agosto y los pasos de lópez, Ibargüengoitia «adopta el tono burlesco para aplicarlo a la Revolu cióny a la Independencia de México. En el primero de los casos no sólo se plantea una finalidad determinante: cuestionar la imagen acartonada que los libros de historia dan a los revolucionarios, desmitificar el movimiento, conseguir su desacralización, también hace una parodia de la lamada novela de la revolución como género mismo». En breve, estos dos críticos nos dicen, palabras más, de la revolución como género mismo». 5 En breve, estos dos críticos nos dicen, palabras más, palabras menos, que Jorge Ibargüengoitia trascendió su papel de novelista, se asumió como historiador, reinterpretó dos de los momentos clave de nuestra historia y, de paso, descalificó a las «memorias» como una posible fuente útil para la historia, haciéndola equivalente a la «novela de la Revolución».

Esto nos plantea una nueva serie de problemas: si como sugerí antes y como implican también estos nálisis críticos de la obra de Ibargüengoitia, las memorias no son una fuente confiable (porque son más novela que historia), ¿por qué la novela sí habría de serlo? Es decir, ¿cómo podría Ibar güengoitia estar reinterpretando la historia sin hacer un estudio seno y sistemático de las fuentes primarias dlsponibles? ¿Acaso se puede propo ner una reinterpretación de la historia solamente a partir de la lectura de fuentes secundarias?

Y si Ibargüengoitia en algún momento hizo un estu dio sistemático de las fuentes primarias, ¿por qué decidió escribir una nove la y no un libro de istoria? No sé si puedo contestar a la última pregunta, pero para intentar establecer la utilidad de la novela como una fuente para la historia veamos, en este caso, qué podemos entender por «novela de la Revolución mexicana», si los relámpagos de agosto puede caber en esa cate goria y, en ese caso, qué es lo que realmente los historiadores podemos aprender de ella.

Juan Campesino, opa cit. , pp. 14 y 16. Las cursivas son mías. Ignacio Trejo Funtes, ágrimas y risas. Campesino, ap. cita, pp. 14 y 16. Las cursivas son mías. Ignacio Trejo Funtes, lágrimas y risas. México, conaculta, 2005, pp. 5051. Las cursivas son mías. 7 la novela de la revolución mexicana como testimonio histórico; la de ibargüengoitia como crítica política Sin ser un experto en el tema, creo que puedo decir, sin mucho riesgo, que no hay un consenso claro sobre lo que debemos entender por «nove la de la Revolución mexicana».

Se pueden, de hecho, utilizar diferentes criterios para elaborar una definición: los propios de la crítica literaria, por ejemplo, en los que entrarían las consideraciones de estructura y estilo, además del tema; un criterio temporal, es decir, las obras que ratan la Revolución y que se escribieron en un cierto periodo; o simplemente un criterio temático: las que tocan de algún modo la Revolución, indepen dientemente de su estilo, su estructura, sus características o el momento en el que se escrlbieron. atricia Córdova, que combina un criterio temporal con criterios de es tilo, llega a la siguiente definición: «[Se puede decir que hay un cuerpo de literatura que se caracteriza por ser una] manifestación histórica de habla dialectal mexicana y [una] manifestación de los nuevos estereotipos socia les puestos a circular con la revolución e 1910. A ese cuerpo de literatura] escrito entre 1929 y 1939 [podemos llamarlo «novela de la Revolución mexicana]». 6 En cambio, Adalbert Dessau, que utiliza un criterio temático, dice que, «por lo general, la critica literaria considera como novela de utiliza un criterio temático, dice que, «por lo general, la crítica literaria considera como novela de la Revolución aquella que describe la fase armada (191 01917) de la Revolu ción Mexicana». Y en su estudio cláslco, Antonio Castro Leal llega a una definición distinta: «Por novela de la Revolución Mexicana hay que enten er el conjunto de obras narrativas, de una extensión mayor que el simple cuento largo, inspiradas en las acciones militares y populares, así como en los cambios políticos y sociales, que trajeron consigo los diversos movi mientos (pacíficos y violentos) de la Revolución que principia con la rebe lián maderista, el 20 de noviembre de 1910, y cuya etapa militar puede considerarse que termina con la caída y muerte de Venustiano Carranza, el 6 Patricia Córdova Abundis, Estereotipos sociolingüísticos de la Revolución Mexicana. México, inehrm, 2000, pp. 1112. Adalbert Dessau, la novela de la Revolución Mexicana. México, fce, 1972, p. 17. 8 21 de mayo de 1920». 8 Es decir, no sólo amplía el periodo que puede tratar una «novela de la Revolución», sino que, además, ese cuerpo de literatura se puede subdividir, por sus características, en «novela de reflejos autobio gráficos», «novela de cuadros y de visiones episódicas», «novela de esencia épica» y «novela de afirmación nacionalista». En principio, bajo ninguna de estas definiciones se podr[a considerar a los relámpagos de agosto como una novela de la Revolución: ni es contempo ránea a las clásicas novelas de la Revolución, ni comparte su estil