Quemada viva

Quemada viva gydianampluna 1 110R6pp I S, 2011 254 pagcs SOUAD QUEMADA VIVA EL PRIMER TESTIMONIO DE UNA VÍCTIMA DE UN CRIMEN DE HONOR Souad Quemada viva : el primer testimonio de una víctima de un crimen de honor / Souad ; con la colaboración de MarieThérése Cuny ; [traducción, Mar Vidal]. – la ed. Madrid : Martínez Roca, 2003. 229 p. ; 24 cm. (MR ahora) Traducción de: BrOlée vive DL M 43296-2003. 84-270-2984-5 1. Souad. 2. Mujeres-Cisjordani -eres-Malos tratos- or Cisjordania. l. Cuny, III. Serie 929 Souad rie- 305-055. 2(569. 4-076) 3. 61 g. 2 ÍNDICE EL FUEGO ENCIMA DE Mi…. M EMORIA. 6 EL TOMATE VERDE . LA SANGRE DE LA NOVIA — „ 26 ASAD . . 32 EL SECRETO . „ 37 ULTIMA CITA 45 EL FUEGO . . 52 54 JACQUELINE…… 59 SOUAD SE VA A MORIR…. 67 SUIZA 76 MAROUAN 81 TODO LO QUE ME FALTA 89 TESTIGO SUPERVIVIENTE 96 JACQUELINE….. . 100 MI HIJO • • • • • • • • • • • • 102 CONSTRUIR UNA CASA 108 EL FUEGO ENCIMA DE Mí Soy una niña y una niña ha de caminar rápido, con la cabeza agachada, como si contara los pasos que da. No debe levantar la mirada, ni desviarse a derecha o izquierda del camino, puesto que ni sus ojos se encontraran con los de un hombre todo el pueblo la llamaría charmuta.

Si una vecina ya casada, una anciana o quien sea la viera sola por la calle, sin su madre o su hermana mayor, sin ovejas, ni gavilla de heno ni un cargamento de higos, también la llamarían charmuta. Una muchacha tiene que casarse para poder mi 254 tiene que casarse para poder mirar derecho hacia delante, para entrar en una tienda, depilarse y llevar joyas. Cuando una niña no se ha casado a la edad de catorce años, como mi madre, en el pueblo empiezan a burlarse de ella. pero, para poder casarse, una niña tiene que esperar a que le llegue el turno en la familia. Primero le toca a la mayor, luego a las siguientes.

En casa de mi padre somos demasiadas mujeres. Cuatro, todas en edad de casarnos. Hay también dos medio hermanas, nacidas de la segunda mujer de mi padre. Son todavía niñas. El único varón de la familia, el hijo adorado por todos, nuestro hermano Asad, nació gloriosamente entre todas estas mujeres, en cuarto lugar. Yo ocupo el tercero. Mi padre, Adnan, está disgustado con mi madre, Leila, que le ha dado todas estas hijas. Esté también disgustado con su otra esposa, Aicha, que sólo le ha dado niñas. Noura, la hermana mayor, se casó tarde, cuando yo tenia unos quince años.

Kainat, la segunda, no ha sido pedida en matrimonio por nadie. Oí decir que un hombre la había hablado de mí a mi padre, pero tenía que esperar a la boda de Kainat antes de poder soñar con la mía. Pero quizás Kainat no sea lo bastante bella, o quizás sea un poco demasiado lenta trabajando… Ignoro el motivo por el que nadie la ha pedido en matrimonio, pero si se queda solterona va a ser objeto de las burlas de todo el pueblo, y yo también. No conocí ni juegos ni placeres desde que mi cerebro es capaz de recordar. En m 3 254 y yo también. No conocí ni juegos ni placeres desde que mi cerebro es capaz de recordar.

En mi pueblo, nacer niña es una maldición. El unico sueño de libertad es el matrimonio. Cambiar la casa del padre por la del marido y no regresar nunca más, aunque te maltraten. Que una mujer casada regrese a la casa del padre es una vergüenza. No debe pedir protección fuera de su casa, devolverla a su hogar es el deber de la familia. Mi hermana fue golpeada por su marido y nos trajo la vergüenza porque regresó a quejarse. Tiene suerte de tener un marido, yo sueño con ello. Desde que escuché decir que un hombre había hablado de mí con mi padre, la impaciencia y la curiosidad me devoran.

Sé que l muchacho vive a tres o cuatro pasos de nuestra casa. A veces puedo verlo desde el terrado donde tiendo la ropa. Sé que tiene coche, va vestido con traje, lleva siempre un maletín, y debe de trabajar en la ciudad, en un buen trabajo, puesto que no va vestido como un obrero, siempre va impecable. Me gustaría ver su cara más de cerca pero siempre tengo miedo de que mi familia me sorprenda espiándolo. Entonces, mientras voy a buscar heno para un cordero enfermo en el establo, camino rápido por el sendero con la esperanza de verlo de cerca.

Pero aparca el coche demasiado lejos. A fuerza de observarlo, ya sé más o menos qué hora sale de casa para irse a trabajar. A las siete de la mañana hago ver que doblo la ropa en el terrado, o que 4 busco un h 4 254 busco un higo maduro, o que sacudo las alfombras para verle ni siquiera un minuto cómo se marcha en su coche. Tengo que actuar rápido para que no me vea. Subo las escaleras, cruzo las habitaciones para acceder al terrado, sacudo con fuerza una alfombra y miro por encima de la pared de cemento, con la mirada ligeramente desviada hacia la derecha.

Así, si alguien me observa de lejos no podrá darse cuenta de que miro hacia la calle. A veces tengo tiempo de verlo. Estoy enamorada de este hombre y de su coche! En mi terraza me imagino un sinfín de cosas: me veo casada con él y observando, como hoy, su coche alejarse hasta que desaparece, pero volverá de su trabajo al ponerse el sol. Entonces le quitaré los zapatos y de rodillas le lavaré los pies como mi madre le hace a mi padre. Le llevaré su té, lo miraré mientras se fuma su larga pipa, sentado como un rey frente a la puerta de su casa. iSeré mujer con marido!

E incluso podré maqulllarme, salir para ir a la tienda, subir en ese coche con mi marido y hasta ir a la ciudad. iSoportaría lo peor a cambio de la imple libertad, tantas son las ganas que tengo de cruzar sola esta puerta e ir a comprar el pan! Pero no seré nunca charmuta. No miraré a los otros hombres, seguiré caminando con la vista al frente, derecha y orgullosa pero sin contar los pasos, con la mirada baja, y en el pueblo no podrán decir nada malo de mí porque 254 pero sin contar los pasos, con la mirada baja, y en el pueblo no podrán decir nada malo de mí porque estaré casada.

Es aquí, arriba en este terrado, donde empezó mi terrible historia. Ya era más vieja que mi hermana mayor el dia de su boda, y esperaba y desesperaba. Debía tener unos dieciocho años, o quizás más, no lo sé. Mi memoria se alejó como el humo el mismo día que el fuego cayó sobre mí. MEMORIA Nací en una aldea minúscula. Me han dicho que estaba situada en algún lugar parte de un territorio jordano, y luego trasjordano, y luego cisjordano, pero como no he frecuentado nunca el colegio no sé nada de la historia de mi país. También me han dicho que nací allí en 1958, o en 1957…

Por lo tanto, ahora tengo cuarenta y clnco años. Hace veinticinco años sólo sabía hablar árabe, no me había alejado nunca más que a escasos kilómetros de la última asa de mi pueblo, sabia que había pueblos más lejos sin haberlos visto. No sabía si la ierra era redonda o plana, ino tenía ni idea del propio mundo! Sabía que había que odiar a los judíos que se habían apoderado de la tierra, mi padre los llamaba —cerdosll. No había que acercarse a ellos, ni hablarles ni tocarlos, porque corríamos el riesgo de convertirnos en cerdos como ellos.

Tenia la obligación de rezar mis plegarias al menos dos veces al día, las rectaba como mi madre y mis hermanas, pero no me enteré de la existencia del Corán hasta muchos años más tarde, en Europ is hermanas, pero no me enteré de la existencia del Corán hasta muchos años más tarde, en Europa. Mi único hermano, el rey de la casa, iba al colegio, pero las niñas no. Nacer niña en mi país es una maldlclón. Una esposa debe primero tener un hijo, al menos uno, y si sólo tiene hijas se burla de ella.

Hacen falta dos o tres hijas como máximo para hacer las labores de la casa, de la tierra y del ganado. Si llegan más niñas son recibidas como una gran desgracia que hay que eliminar lo antes posible. Así viví hasta que tuve más o menos diecisiete años, sin saber ada más que, como era niña, valía menos que un animal. Ésa fue mi primera vida, la vida de una mujer árabe en Cisjordania. Duró veinte años, y allí morí. Morí físicamente, socialmente, para siempre. Mi segunda vida empieza en Europa a finales de los años setenta, en un aeropuerto internacional.

Soy un desecho humano que sufre sobre una camilla. Huelo tanto a muerte que los pasajeros del avión que me llevó hasta allí llegan a protestar. Incluso disimulada tras una cortina, mi presencia resultó insoportable. Me dicen que voy a vivir, pero yo sé bien que no, y espero la muerte. Incluso le suplico que me lleve. La muerte es preferible al sufrimiento y la humillación. Si ya no queda nada de mi cuerpo, ¿por qué querrán hacerme vivir si yo deseo dejar de existir en cuerpo y alma? Todavía hoy me asalta esta idea.

Hubiera preferido morir, es cierto, que enfrentarme a esta segunda vida que me ofrecían c idea. Hubiera preferido morir, es cierto, que enfrentarme a esta segunda Vida que me ofrecían con tanta generosidad. Pero sobrevivir, en mi caso, era un milagro. Me permite ahora testificar en nombre de todas aquellas que no tuvieron esa oportunidad, que mueren todavía hoy por esta única razón: ser ujer. Tuve que aprender francés escuchando hablar a la gente y esforzándome en repetir las palabras que me explicaban a través de signos: yo respondía, por tanto, —sil o también con gestos.

Mucho más tarde aprend( a leer palabras en el periódico, con paciencia, día a día. Al principio no entendía más que los anuncios clasificados, o las necrológicas, frases cortas con pocas palabras, que yo repetía fonéticamente. A veces tenía la sensación de ser un animal al que enseñaban a comunicarse como un ser humano, mientras en mi cabeza, en lengua árabe, me preguntaba dónde 6 staba, en qué país, y por qué no me había muerto en mi pueblo. Me avergonzaba de seguir viva y nadie lo sabía. Tenía miedo de esta nueva vida y nadie lo comprendía.

Tenia que decir todo esto antes de empezar a juntar los trozos de mi memoria, puesto que quería que mis palabras quedaran inscritas en un libro. Tengo una memoria llena de vidas. La primera parte de mi existencia está formada de imágenes, de escenas extrañas y violentas como en una pel[cula de televisión. A veces me llega a ocurrir que ni yo me las creo, de lo que me cuesta volver a ordenarlas en mi ca 8 254 eces me llega a ocurrir que ni yo me las creo, de lo que me cuesta volver a ordenarlas en mi cabeza. ¿Es posible, por ejemplo, olvidarse del nombre de una de tus hermanas? ?De la edad de tu hermano el día que se casó? ¿Y, en cambio, no haber olvidado las cabras, las ovejas, las vacas, el horno de cocer pan, la colada en el jardín, la cosecha de las coliflores y de los calabacines y de los tomates y de los higos… el establo y la cocina… los sacos de trigo y las serpientes? ¿O de la terraza desde la cual espiaba a mi amor? ¿O el campo de trigo en el que cometí el —pecado? l Apenas engo recuerdos de mi primera infancia. A veces me sorprenden un color o un objeto, y entonces se me aparece una imagen, u n personaje, gritos, rostros que se mezclan.

A menudo, cuando me preguntan algo, el vacío definitivo se instala en mi cabeza. Busco desesperadamente la respuesta y no la encuentro. O se me aparece de repente otra imagen y no sé a que corresponde. Pero estas imágenes están impresas y no voy a olvidarlas jamás. Uno no puede olvidar su propia muerte. Me llamo Souad, soy una niña cisjordana, y me ocupo con mi hermana de las ovejas y de las cabras porque mi padre tiene un rebaño, y trabajo más que n burro. Debí empezar a trabajar hacia los ocho o nueve años, y tuve la primera regla hacia los diez.

En nuestro pueblo decimos que una niña está —madurall cuando le ocurre eso. Yo me avergonzaba de esta sangre porque ha de ser disimulada; incluso a ojos de mi madr g 254 ocurre eso. Yo me avergonzaba de esta sangre porque ha de ser disimulada; incluso a ojos de mi madre, tend(a que lavar mi saroual a escondidas, devolverle su blancor y ponerlo a secar rápidamente al sol, para que los hombres y los veclnos no lo vieran. Yo sólo tenía dos sarouals. Recuerdo el papel que servía e protección durante esos días malditos, en los que eres considerada como una apestada.

Yo iba a tirar los rastros de mi impureza a escondidas a la papelera. Si me dolía el vientre, mi madre ponta a hervir hojas de salvia y me lo hacía beber. Me envolvía la cabeza con un pañuelo bien apretado y al día siguiente ya no tenía dolor. Es el único medicamento que recuerdo y que todavía hoy sigo utilizando, puesto que es muy eficaz. Cada mañana voy al establo, silbo con los dedos para que las ovejas se reúnan a mi alrededor y me marcho con mi hermana kainat, más o menos un año mayor que yo. Las niñas no deben salir con una hermana más pequeña.

La mayor hace de garantía de la pequeña. Mi hermana Kainat es amable, redonda, un poco gorda, mientras que yo soy pequeña y flaca, y nos llevamos bien. Partíamos las dos al prado con las ovejas y las cabras a un cuarto de hora andando de la aldea, caminando rápido, con la vista hacia el suelo hasta la última casa. Una vez en el prado éramos libres de contarnos tonterías e incluso de reírnos un poco. No recuerdo las grandes conversaciones que teníamos. Se trataba sobre todo de comer queso, de obsequiarnos con un