¿Que es la filosofia?

¿Qué es la Filosofía? Francisco Romero EL SER Y EL HOMBRE Lo propio del hombre es ser un sujeto, un yo, y saberse rodeado de un mundo de seres y de cosas. Se percibe a si mismo como una entidad permanente a través de los cambios de su existencia, y cuenta con el mundo que lo circunda, que concibe en cada momento rebasando por todos lados su existencia inmediata, como algo que se extiende por el espacio, que ha sido antes y que continuará siendo después.

El animal no es un sujeto ni propiamente reconoce objetos; vive sus estados corporales y se orienta en su contorno gracias a sus instintos, consolidados rgánicamente, y a otras funciones de un psiquismo que no es sino un órgano o servidor de su cor oreidad. El hombre sabe Swipe View next pase to nut que existe y que exis OF8 obscuramente su rea ae, con la realidad que lo rcund De esta específica co no sea para él un acc e limita a vivir rcambio de influjos va que el saber .

El hombre se constituye y fortifica como hombre en cuanto sabe que existe y que el mundo es de cierta manera, que las relaciones de su ser con el mundo poseen y deben poseer ciertos caracteres. En las culturas más bajas y primitivas, todo esto adopta la forma de mágenes o ideas confusas, extraídas de la práctica habitual y de una interpretacion tan escasa en precauciones críticas como abundantes en elementos provenientes de la imaginación, del terror, de la esperanza, de los anhelos, etc.

En todo pensamiento primitivo prolifera proliferan los mitos, que proporcionan explicaciones arbitrarias aunque con profundo sentido muchas veces- de la naturaleza, origen y destino del hombre y del universo, y también las concepciones mágicas, que presuponen misteriosas y ocultas relaciones entre las cosas, y pretenden aprovecharlas mediante ritos, fórmulas o claves que incidan en ellas y sean capaces de ograr efectos maravillosos.

La disposición mítica y mágica es connatural con la mente primitiva, y persiste después en residuos discernibles en las más altas civilizaciones y aun al lado de las posturas más severas de la inteligencia. Il. – SABER INGENUO Y SABER CRÍTICO Hay dos clases de saber: el ingenuo (o vulgar o espontáneo) y el crítico (o reflexivo). Todo el saber del hombre de las culturas primitivas entra en la primera de las dos clases. Trataremos de caracterizar ambos tipos de saber tal como se dan en las culturas superiores.

El saber ingenuo, común a todo hombre, es Indispensable para a vida; la mayor parte de nuestros comportamientos ordinarios se rige por él. Se constituye como un vastísimo depósito de experiencias, la mayoría de ellas procedentes de la tradición, del contorno humano, masa que cada uno selecciona, organiza a su modo y complementa con su experiencia personal. El saber ingenuo crece mediante una acumulación que es sedimentación; los conocimientos no se buscan de intento, sino que se reciben de las comprobaciones o pseudo comprobaciones que va ofreciendo la existencia.

Carece de todo método, de toda precaución encaminada a asegurar su validez, a contrastar su erdad, salvo el llamado «sentido común», criterio v su validez, a contrastar su verdad, salvo el llamado «sentido común», criterio vago e inseguro, utilizable en la práctica, pero de valor escaso o nulo en el plano del saber riguroso (la ciencia y la filosof[a desmienten muchas supuestas verdades del sentido común).

Como este saber no se vuelve conscientemente sobre sí, operan en él muchos influjos perturbadores que no son advertidos, unos ajenos a la pura actividad cognoscitiva (imaginación, sentimientos, deseos), y otros pertenecientes al funcionamiento de la inteligencia, que cuando trabaja Sin uía sigue ciertas propensiones suyas conducentes al error. tendencia a generalizar indebidamente, a la falsa identificación, a considerar diametralmente opuesto lo que sólo es diferente, etc.

Todo esto no debe hacernos olvidar que en el saber ingenuo entra una cantidad enorme de conocimientos ciertos o de gran verosimilitud, y que de continuo, en nuestra civilización, ocurre un trasvase de saber cient[fico al campo del saber vulgar. El saber critico no es, como el ingenuo, una espontaneidad, sino una disciplina. Supone criterios, métodos precisos; es consciente de sí, y permanentemente está vuelto sobre sí para ponerse en laro sobre sus bases, sus articulaciones, sus alcances y lagunas.

Se halla en trance de una revisión y un acercamiento constantes y planeados; es, podría decirse, arquitectural (por oposición al saber común, que es sedimentario o de aluvión), y, por lo mismo, cada adquisición nueva, al venir a ensamblarse en el conjunto, lo corrobora o lo pone en cuestión, según encaje ajustadamente o no en él. El saber crítico no tolera desajustes o contradiccione 3 cuestión, según encaje ajustadamente o no en él.

El saber crítico no tolera desajustes o contradicciones entre sus partes, orque, en cuanto consciente de sí, no puede pasar por alto la incongruencia, que revela deficiencia en una parte o en otra. En cambio, en el saber ingenuo son frecuentes las incongruencias y difícilmente se las advierte, porque el cuerpo total de ese saber nunca es examinado, sino que cada una de sus porciones se destaca y utiliza en la situación correspondiente.

Mientras que el saber vulgar sólo dispone de un cartabón o criterio -el «sentido común»- , el saber reflexivo se constituye todo él auxiliado por métodos de muy diversos géneros: métodos de observación, experimentación, etc. y todas las técnicas de laboratorio, para las ciencias de la naturaleza; métodos de vanos órdenes, para las ciencias históricas y las matemáticas; métodos especiales, para la filosofía. La lógica viene a ser método general de este saber, que se preocupa de su consistencia racional; la matemática, que tomada en si es ciencia independiente, es método principal en muchas ramas de la ciencia.

El saber critico se divide en saber científico y saber filosófico; los rasgos de uno y otro quedarán aclarados más adelante. Il. – LA CONTINUIDAD DEL SABER Los distintos órdenes de conocimiento muestran una rganización en serie, un orden natural y lógico, dependiente en lo capital de que cada escalón en el saber remite a otro más elevado, en el cual se afrontan problemas que antes no se tomaban en cuenta y que aparecen consecutivamente a los examinados en el escalón inferior.

La marcha efectiva o histórica del saber, consecutivamente a los examinados en el escalón inferior. La marcha efectiva o histórica del saber, su progreso en el tiempo, no coincide por entero con este orden lógico, porque responde a razones psicológicas y a contingencias de diverso género. El saber vulgar o espontáneo almacena una fabulosa cantidad e experiencia humana; su depósito por excelencia es el Diccionario, que registra en la serie de las palabras del idioma, los conceptos más o menos n[tidos forjados por el hombre.

Toda palabra posee un contenido de Índole general -salvo los estrictos nombres propios-, ora se manifieste como contenido expositivo (sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios), ora su oficio no sea expositivo sino funcional (preposiciones, conjunciones); estos contenidos de las palabras son el resultado de la aprehensión, análisis e interpretación de la realidad, operaciones que advierten y distinguen en ella seres, cosas, cualidades, procesos, relaciones, entidos, etc. agruparles en especies y géneros de generalidad creciente. Aunque corrientemente sólo se vea en el Diccionario el conjunto de las palabras del idioma dispuestas en orden alfabético, desde cierto punto de vista es la recapitulación del saber humano, ya que cada palabra es expresión de un contenido de la experiencia, el cual es evocado por los sonidos en que consiste la exterioridad del vocablo.

Debe advertirse que los contenidos guardados en el Diccionario pertenecen al saber vulgar principalmente, pero de ningún modo únicamente, porque muchos logros del saber critico (científico y aun filosófico) se allan también en él, en cuanto han pasado al ace 5 aun filosófico) se hallan también en él, en cuanto han pasado al acervo cognoscitivo normal o usual. El primer escalón en el orden científico lo componen las ciencias de tipo descriptivo, definitorio y clasificatorio, que intentan una especie de inventario de la realidad natural, como la mineralogía, la botánica y la zoología.

Estas ciencias son las más cercanas a la experiencia comun, que existen, purifican y perfeccionan; se ocupan ante todo de determinar con precisión los seres y cosas de la naturaleza, definiéndolos con rigor y disponiéndolos n grupos de generalidad cada vez mayor, a partir de las especies. El escalón siguiente no estudia ya los objetos naturales plenos (seres o cosas), sino que ahonda en ellos e investiga sus componentes, propiedades y funciones, en general y sin inmediata referencia a los seres o cosas particulares en que aparecen: elementos y fenómenos químicos y fisicos, funciones de la vida.

En el campo de la ffsica se da un tránsito muy importante; la física estudia los hechos de su incumbencia como las demás ciencias enumeradas hasta ahora, como fenómenos sensibles, perceptibles (sonidos, colores, etc. ), pero agrega una nterpretación que rebasa el plano de lo percibido o perceptible al proponer explicaciones de esos hechos, al referirlos a otros hechos no perceptibles, establecidos hipotéticamente por razones y cálculos corroborados con experimentos (por ej. en la interpretación de la física clásica, la luz es un especial movimiento del éter). Al pasar de lo percibido a estas tesis ultrasensibles, la actitud de la física es parecida a la de la primera especulación filosófica, que ultrasensibles, la actitud de la física es parecida a la de la primera especulación filosófica, que pasaba de las cosas inmediatamente prehendidas a una sustancia supuesta como su común fundamento. En las otras ramas del saber científico se descubre una seriación natural semejante, aunque las etapas no se hallen tan bien definidas.

La continuidad del saber aparece sobre todo en la necesidad del tránsito de los problemas científicos a los filosóficos. La filosofía, históricamente o de hecho, no ha nacido como prolongación o complemento del saber científico; pero todo saber científico remite a planteos filosóficos, los suscita efectivamente muchas veces, y se puede sostener una secuencia lógica entre los onocimientos de las ciencias y los de la filosofía.

Ya hemos visto que en su capa más profunda, la de la interpretación o la teoría, la física abandona el terreno de lo sensible (visible, audible, tangible, etc. ), y busca una explicación inteligible o racional de los hechos. Lo que de ese modo se hace, considerado en uno de sus aspectos, es reconocer que la estructura cognoscitiva sensible del hombre, en la que participan los sentidos, no proporciona una visión adecuada y final de los hechos.

Este paso, que problematiza el llamado conocimiento sensible preanuncia la problematización de toda la estructura cognoscitiva humana, ue no cumple la ciencia, sino la filosofía, en la llamada teoría del conocimiento. La problematización del conocimiento trae consigo la de todas las tesis fundamentales sobre la realidad, que son resultado de la actividad cognoscitiva. En lo tocante a la matemática, los entes y relacion son resultado de la actividad cognoscitiva.

En lo tocante a la matemática, los entes y relaciones matemáticos proponen la cuestión de su origen y ser íntimo, que es asunto de cariz filosófico más que científico, asf como el difícil problema, resultante filosófico, de las relaciones entre matemática y realidad. El saber de lo humano, en cuanto conjunto de constancias desprendidas de la observación y de la investigación documental, origina muchos problemas de alcance filosófico, como el de los valores, el de las direcciones de la progresión humana y del sentido de la historia, el de la índole y condiciones del saber psicológico e histórico, etc.

En suma: la filosofía no aparece de hecho como complemento de la ciencia, pero los planteos de la cientificos desembocan necesaria y lógicamente en cuestiones filosóficas, inexcusables si se persigue la dirección ínsita en el conocimiento humano desde us comienzos; aparte de la forzosa particularidad de los saberes cientificos exge un saber que apunte a esa visión armónica y plausible de la totalidad de que el hombre parece no poder prescindir y que fragua en las suposiciones del mito cuando no las elabora en la meditación filosófica.

Se podría pues hablar de una «ontología» o total consistencia interna del saber, ajena a su constitución histórica, en la cual son perceptibles una trabazón y continuidad que abarcan, sin excepción, todos los géneros del conocimiento, desde las primeras tesis del saber ingenuo hasta las más elevadas cimas de la ciencia y de la filosofía. 8