Psicología Clínica

LA EVALUACIÓN CLÍNICA 1. 2. Integración de los datos procedentes de la evaluación. Una vez recogidos los datos de la evaluación es necesario interpretar su significado para poder integrarlos en un modelo coherente, imprescindible para planificar o modificar el tratamiento. Los clínicos privados normalmente asumen ellos solos esta ardua tarea. Pero en un hospital estos datos normalmente se evalúan en reuniones de trabajo a las que acude un equipo interdisciplinar (probablemente un psicólogo clínico, un psiquiatra, un trabajador social y otro personal especializado en la salud mental).

Al oner en común toda la información que han recogido, puede entre si hasta llegar a contrario quedan lag mayor investigación. La integración de tod OF13 bui Wp next pase sod os se complementan Initiva o si por el requieran una var a un acuerdo sobre el diagnostico del paciente. En cualquier caso los resultados obtenidos por cada miembro del equipo, sí como las recomendaciones para el tratamiento, se anotan en un registro, lo que permite comprobar en cualquier momento la razón por la que se adoptó la decisión respecto a una determinada terapia, la precisión de la evaluación clínica y la validez del tratamiento propuesto.

La recogida de nuevos datos durante el proceso de terapia proporciona retroalimentación sobre su eficacia y permite adoptar las modificaciones que puedan resultar pertinentes. Como ya se ha dicho, los datos de la evaluación clínica también suelen utilizarse para evaluar la e Swipe to kdevv next page eficacia de la terapia y para comparar la efectividad de diferentes estrategias terapéuticas y preventivas. 1. 2. 1. Aspectos éticos de la evaluación. Las decisiones que se adoptan a partir de los datos de la evaluación pueden tener implicaciones de largo alcance.

La decisión del equipo puede determinar si una persona con una epresión grave será hospitalizada o podrá permanecer con su familia, o si una persona acusada de un delito será declarada competente para comparecer en un juicio. Así pues, una decisión derivada de una evaluación adecuada es algo más que una elaboración teórica. Debido al impacto que una evaluación puede tener sobre la vida de los demás, resulta de vital importancia no olvidar ciertos factores a la hora de evaluar los resultados de un examen: A) POSIBLES SESGOS CULTURALES DEL INSTRUMENTO O DE CLÍNICO.

Existe la posibilidad de que algunos test psicológicos no sean adecuados para evaluar a personas procedentes de na minoría social (Gray-l_ittle, 2002). También un clínico que se desenvuelve en un contexto cultural determinado puede experimental dificultad para evaluar de manera objetiva la conducta de alguien perteneciente a otra cultura distinta. B) ORIENTACIÓN TEÓRICA DEL CLíNlCO. La evaluación está inevitablemente influida por las suposiciones, percepciones, y la orientación teórica del clínico.

Por ejemplo, probablemente un psicoanalista y un conductista valoren de una manera muy diferente la misma conducta. El profesional con una orientación psicoanalítica tiende a considerar la conducta como reflejo de otivos subyacentes, mientras que un clínico conductista tiende a considerarla en el contexto de la situación subyacentes, mientras que un clínico conductista tiende a considerarla en el contexto de la situación estimular inmediata. Probablemente el resultado sea diferentes recomendaciones de tratamiento. C) INFRAVALORAR LA SITUACIÓN EXTERNA.

Muchos clínicos sobrevaloran la influencia de los rasgos de personalidad como causa de los problemas de sus pacientes sin prestar la suficiente atención al papel de los factores estresantes y de otras circunstancias presentes en la vida de éstos. Esta tendencia esgada puede pasar por alto la importancia de algunos factores ambientales que pueden jugar un papel crucial. D) VALIDACIÓN INSUFICIENTE. Algunos procedimientos de evaluación psicológica todavía no han sido suficientemente validados mediante técnicas psicométricas.

E) DATOS IMPRESISOS O EVALUACION PREMATURA. Siempre existe la posibilidad de que algunos datos sean imprecisos. Siempre existe cierto riesgo al hacer predicciones para una persona sobre la base de promedios obtenidos de una muestra. Los datos imprecisos o las conclusiones prematuras no solo pueden producir errores respecto a los problemas del paciente, ino también cercenar la posibilidad de buscar más información, lo que puede tener graves consecuencias para el paciente. 1. 3. Clasificación de la conducta patológica.

La clasificación resulta esencial en cualquier ciencia. En la psicología clínica, la clasificación supone un intento para delimitar variedades propias de la conducta inadaptada. Junto a la definición de lo que es una conducta patológica, también resulta esencial algún tipo de clasificación para poder organizar nuestra discusión sobre la naturaleza, las causas y los trat 30F clasificación para poder organizar nuestra discusión sobre la aturaleza, las causas y los tratamientos más adecuados de dicha conducta.

La clasificación permite comunicar información sobre la conducta patológica de una manera convencional y relativamente precisa. Por ejemplo, es imposible realizar una investigación sobre las causas de los trastornos alimenticios a menos que dispongamos de una definición más o menos clara de la conducta en cuestión; delo contrario, seremos incapaces de seleccionar a las personas que expresan ese tipo de trastorno. por otra parte existen razones adicionales que exigen disponer de una clasificación, como por ejemplo tener estadísticas sobre la recuencia de los trastornos.

Recuérdese que, al igual que el propio proceso de definición de la patología en si mismo, cualquier clasificación es un producto de la invención humana-esto es, en esencia, se trata de realizar generalizaciones a partir de lo que se ha observado-. Incluso cuando las observaciones se hacen de una manera aquilatada y cuidadosa, las generalizaciones a las que podemos llegar trascienden esas observaciones, y nos permiten hacer inferencias sobre las similitudes y las diferencias subyacentes.

Por ejemplo, resulta relativamente frecuente que una persona experimente pisodios de pánico relativo a su temor a la muerte. Una vez que se delimita cuidadosamente lo que es el pánico, encontramos que éste no se asocia realmente con el riesgo de muerte sino, por el contrario, que las personas que experimentan tales episodios suelen compartir otras características, como por ejemplo haber estado recientemente expuestos a acontecimientos muy estres PAGF40F como por ejemplo haber estado recientemente expuestos a acontecimientos muy estresantes.

Por otra parte resulta habitual que un sistema de clasificación nunca esté absolutamente cerrado, sino que se vaya modificando medida que nuevas evidencias ponen de manifiesto que las generalizaciones previas eran incompletas o erróneas. Además, resulta importante recordar que sólo es posible lograr una clasificación formal recurriendo a técnicas muy precisas de evaluación psicológica, que progresivamente se van refinando a lo largo del tiempo. Para que un sistema de clasificación resulte eficaz es necesario que tenga fiabilidad y validez.

La fiabilidad significa que un instrumento de medida produce siempre el mismo resultado cada vez que se utiliza para medir la misma cosa. En el contexto de la clasificación, la fiabilidad es un indicador del grado en que iferentes observadores coinciden en que la conducta de una persona se ajusta a un diagnostico determinado. Si este acuerdo no llega a producirse quiere decir que el criterio de clasificación no es lo suficientemente preciso como para establecer la presencia de un trastorno. Un sistema de clasificación también debe ser válido. La validez consiste en que un instrumento de medida mida lo que se supone que debe medir.

En el contexto de la clasificación la validez consiste en que el diagnostico transmita información importante sobre la persona cuya conducta encaja en esa categoría, de manera que nos permita predecir el curso que eguirá ese trastorno. Por regla general la validez presupone fiabilidad. Si los clínicos son incapaces de llegar a un acuerdo sobre la categoría a la que pertenece el t Si los clínicos son incapaces de llegar a un acuerdo sobre la categoría a la que pertenece el trastorno de conducta de una persona, entonces la cuestión de la validez que pueda tener esa clasificación se torna irrelevante.

En otras palabras si no somos capaces de establecer un diagnostico, entonces carece de importancia cualquier información que pueda proporcionar ese diagnostico. 1. 3. 1 . Diferentes modelos de clasificación. En la actualidad disponemos de tres propuestas para clasificar la conducta patológica: la categórica, la dimensional y la prototípica (Widigery Frances, 1985). La estrategia dimencional y prototípica se diferencian fundamentalmente respecto a las suposiciones de partida y sobre todo repecto al requisito de que las categorías de conducta sean independientes y homogéneas.

La estrategia categórica, análoga al sistema médico para el diagnostico de la enfermedad, supone que (1) toda conducta humana puede dividirse en categorías de saludable o patológica, y que (2) dentro de la última categoría existen otras ubcategorías que no se solapan entre si, con un elevado grado de homogeneidad interna, tanto respecto a los síntomas como a la organización subyacente del trastorno. La estrategia dimensional.

En la estrategia dimensional, se supone que la conducta típica de una persona es el resultado de vectores de diferente intensidad que se organizan a lo largo de diversas dimensiones, tales como el estado de ánimo, la estabilidad emocional, la agresividad, la identidad sexual, la ansiedad, la felicidad interpersonal, la claridad de pensamiento y comunicación, la introversión, etc. Una vez que se han establecido uales son las d pensamiento y comunicación, la introversión, etc.

Una vez que se han establecido cuales son las dimensiones más relevantes, éstas se aplican por igual a todo el mundo. Lo normal se diferencia de lo anormal según una serie de criterios estadísticos muy precisos, derivados de su intensidad dimensional, de manera que se supone que la mayor parte de las personas están cercanas al promedio. La estrategia prototípica. Un prototipo es una entidad imaginaria que describe una combinación idealizada de características que aparecen unidas de una manera más o menos regular.

Como veremos, la estrategia ortodoxa de diagnóstico pretende definir todos los posibles tipos de trastorno mental, aunque si bien a lo que aspira explícitamente es a crear entidades categóricas, sin embargo, lo habitual es que dé lugar a entidades prototípicas. Las características más sustanciales de diversos trastornos suelen ser relativamente ambiguas, igual que lo son las fronteras que aspiran a separar un trastorno de otro.

Son abundantes las evidencias que demuestran que una estrategia estrictamente categóricas, que pretenda identificar diferencias entre diferentes arquetipos de conducta humana, ya sean ormales o patológicas, probablemente constituya un objetivo inalcanzable. Tener esto en mente puede permitirnos evitar muchas confusiones. Por ejemplo, es habitual encontrar que los individuos con un mismo trastorno psicológico muestran también otros trastornos–lo que se conoce como comorbilidad- ¿Significa eso que esa persona manifiesta dos o mas trastornos absolutamente distintos? Lo más frecuente es no. . 3. 2. La clasificación diagnóstica formal de los trastornos f 7 OF distintos? Lo más frecuente es no. 1*3. 2. La clasificación diagnóstica formal de los trastornos formales. En la actualidad existen dos grandes sistemas de clasificación psiquiátrica: el Internacional classification of Disease System (ICD-IO) (Sistema de Clasificación Internacional de las Enfermedades), publicado por la OMS, y el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría.

El sistema ICD-I O se usa fundamentalmente en Europa y en otros muchos países, mientras que el sistema DSM es la guía estándar en los Estados Unidos. Ambos sistemas se parecen mucho, ya que los dos recurren a los íntomas como elemento central para la clasificación y también definen los problemas desde diferentes facetas (el sistema multiaxial que describiremos más adelante).

Existen ciertas diferencias en la manera en que los síntomas se agrupan en cada uno de los sistemas, lo que puede dar lugar a una clasificación diferente en cada uno de ellos. Para describir lo que puede considerarse como un trastorno mental, nos centraremos en el sistema DSM. Este manual especifica cuáles son las categorías de trastornos mentales que actualmente se reconocen de manera oficial, y proporciona para cada uno de llos un conjunto de criterios para definirlo.

Como ya se ha dicho, el sistema pretende ser categorico, y establecer limites preciosos entre diversos trastornos, aunque de hecho se trata más bien de un sistema prototípico con gran confusión entre las fronteras de los trastornos, y un solapamiento considerable entre las diversas categorias. Los cr 80F fronteras de los trastornos, y un solapamiento considerable entre las diversas categorías. Los criterios que permiten definir las categorías de trastornos consisten en su mayor parte en síntomas e indicadores. El termino síntomas suele referirse a la descripción subjetiva del aciente, y a sus quejas sobre lo que no marcha bien. or otra parte, los indicadores son observaciones objetivas que se hace de manera directa la persona que realiza el diagnostico (por ejemplo, la incapacidad del paciente para mirar a los ojos de la otra persona), o también de forma indirecta (por ejemplo, el resultado de los tests administrados por otros psicólogos). Para realizar un diagnóstico, el psicólogo debe observar la presencia de determinados criterios —-los síntomas e indicadores que el DSM- IV señala que deben cumplirse. 1. 3. 3. La evaluación del DSM y las limitaciones de la clasificación el DSM.

Actualmente se está trabajando para sacar al mercado el DSM- V, aunque el que estamos utilizando en la actualidad es el IV y ha recibido algunas modificaciones que da lugar al DSM-IV- TR, publicado en el año 2000. Este sistema es el resultado de 5 décadas de estudios que han supuesto un refinamiento y una precisión cada vez mayores para la identificación y la descripción de los trastornos mentales. La primera edición del manual apareció en 1952 como resultado de los intentos de estandarizar los diagnósticos realizados por el personal militar durante la segunda guerra mundial.

La segunda edición del DSM en 1968 reflejaba los resultados obtenidos a partir de la investigación realizada en la posguerra. A lo largo del tiempo, psicólogos y psiquiatras reconocieron u investigación realizada en la posguerra. A lo largo del tiempo, psicólogos y psiquiatras reconocieron un importante defecto en ambos manuales: los diversos trastornos se describían mediante una jerga narrativa, demasiado ambigua para que los profesionales de la salud mental pudieran ponerse de acuerdo respecto a su significado.

El resultado era una importante limitación de la fiabilidad diagnostica: esto es, dos profesionales ue examinaban al mismo paciente podían perfectamente llegar a conclusiones completamente diferentes. para solucionar este impasse clínico y científico, la tercera edición del DSM publicada en 1980 presento una estrategia absolutamente diferente, que pretendía eliminar, en la medida de lo posible, el carácter subjetivo del proceso diagnóstico.

Para ello se adoptó un método operativo para definir los trastornos oficialmente reconocidos. La innovación significó que el sistema DSM debía especificar las observaciones exactas que tenían que hacerse para conseguir un diagnóstico determinado. Esta ueva estrategia que se mantuvo en la revisión que se realizó en 1987 (DSM-III-R) y el DSM-IV, publicado en 1994, aumentó considerablemente la fiabilidad diagnostica.

Entre la primera y la cuarta edición del manual se ha incrementado de manera impresionante el número de trastornos mentales reconocidos de manera oficial, tanto por la adición de nuevos diagnósticos, como por la subdivisión y la elaboración de trastornos ya establecidos. Dado que resulta improbable que la psicología de los norteamericanos haya cambiado demasiado durante ese periodo, lo más razonable es suponer que son los profesionales de la salud mental lo 0 DF 13