Para kati

Para kati gy Katiuska-PireIa cbenpanR 14, 2016 3 pagos Aportes a la fotografía: Katiuska Pirela Robert Frank es el fotógrafo que tuvo el valor de mostrar la sin raz ón y decadencia del sueño americano cuando aún era emigrante en las tierras del otro lado del charco. Es el autor del poema más triste sobre América. Nació en un país hermoso de la vieja Europa, Suiza, pero no tuvo más remedio que abandonarlo para escapar del tedio de lo cotidiano, de lo conocid o. Allí estaba limitado, y el único sitio donde nunca encontraría puertas fue Ngueva York, el i nfierno y el cielo en un ismo suelo.

Pronto ás influyentes de la fotografía por aquel I padre de la fotograf moderna o E-dward S ue daba vitalidad a sus ora to View nut*ge onc s de las personas m vans, para muchos e leza de su mirada, q fotos, consiguió una beca Guggenheim que le permitió recorrer el nuevo continente durante la década de los cincuenta, justo después de la guerra de Corea. A compañado por su inestimable Leica (su compañera desde 1947, antes siempre trab aja con una Rolleiflex de 6×6), su familia y un viejo coche, atrapó veintiocho mil momentos nunca imaginados, de los ue destacó ochenta y tres y los tituló he Americans, donde nadi e ríe.

Hoy es un clásico que marcó un antes y un después en la concepción de Swlpe to vlew nexr page un libro de fotografia. Un fenómeno que muy pocos autores han logrado, quizás William Klein con su li bro New York, o nuestra Cristlna García Rodero con su España Oculta. Su trabajo debería ser sólo la biblia para todos los que aspiramos a ser fotógrafos y editar nuestra propia obra, también debería ser una referencia para tod os aquellos que nos machacan con las 300 fotografías de su viaje de fin de semana.

Pero Frank no es una persona normal. Fue capaz de romper con I a tendencia de entonces, capitaneada por Cartier Bresson, al fotografiar momentos en prin cpio intrascendentes para sugerir sus argumentos. No existe un momento decisivo. Hay que crearlo. Tengo que hace r lo necesario para que aparezca delante de mi objetivo. Y cuando se le reconoció como una de las miradas más interesant es, arrinconó el negativo para jugar con veinticuatro por segundo, y pasó a ser una de las fi guras más relevantes del cine de vanguardia norteamericano.

Todos los que seguían su tra ectoria sabían que iba a desembocar en este mundo, pues sus fotos siempre fueron muy cinematográficas, no solo por el mero hecho de contar historias, sino por la manera de pres entarlas. De hecho, The americans puede verse como una película. Podemos pasar las pá ginas y sentir que estamos viendo cine. Ya en la década de los setenta decldió volver a experimentar con el arte que ha sacado lo mejor de él Ya en la década de los setenta decidió volver a experimentar con mejor de él.

Decidió probar con el fototexto, con el collage, que ta n buenos resultados daba a Warhol. Estas técnicas le permitían huir del realismo que atacab a a los de su generación, como Ansel Adams o Edward Weston, obsesionados con la precisi óm Él sólo quiere ser preciso con los sueños que todos tenemos. Kerouac le llamaba el «poeta de la cámara» Toda esta nueva retórica no era posible en Nueva York, por lo que decidió comprar una casa en una zona tranquila de Canadá. En la Gran Manzana despe rtaría cuando durmiera demasiado en su nueva casa de Mabou, donde huye de sus trage dias personales.

Su obra abarca desde 1948 hasta la actualidad, y reúne todas sus ertientes artísticas de la imagen: foto, las películas, libros… Y con la seguridad que vemos I o mejor de él, vemos lo que él ha querido destacar de su vida y tal como lo ve ahora. Su tr abajo muchas veces es una reinterpretación de todo su camino bajo el prisma de la expe riencia del tiempo. Mención aparte merece el libro Robert Frank ‘s The americans, donde se explica toda la gestación de su mítico libro. La fotografía no sería hoy lo que es si un de 1924 no hubiese n acido este voyeur de la belleza deteriorada. 31_1f3