Modernismo

Modernismo gy Mariavm gexa6pR 03, 2010 16 pagos Esc. Sec. Tec. N04 Gral. Lázaro Cárdenas del Rio María Villanueva #39 Katia González # Nayely Nery # Esparnol 3 Profa: Yazmin Díaz Noviembre 26 del 2010 Índice Hoja de presentación… Prologo. Prefacio… PACE 1 or16 to View nut*ge Reseña literaria… Poema de Rubén Dar Biografía de Rubén D Poema de Manuel Gutiérrez Nájera… • Biografía de Manuel Gutiérrez Najera..

Poema de Manuel Machado… Biografía de Manuel Machado… Mapa conceptual del modernismo… • Prologo; Prefacio; Reseña Literaria Poema de Rubén Darío Canción de carnaval la cítara sé griega; o gaucha, con la guitarra de Santos Vega. Mueve tu espléndido torso por las calles pintorescas, y juega y adorna el Corso con rosas frescas. De perlas riega un tesoro de Andrade en el regio nido, y en la hopalanda de Guido, polvo de oro.

Penas y duelos olvida, canta deleites y amores; busca la flor de las flores por Florida: Con la armonía te encantas de las rimas de cristal, y deshojas a sus plantas, un madrigal. Piruetea, baila, inspira versos locos y joviales; celebre la alegre lira los carnavales. Sus gritos y sus canciones, sus comparsas y sus trajes, us perlas, tintes y encajes y pompones. Y lleve la rauda brisa, 2 OF sonora, argentina, fresca, desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado.

Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible. Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a esidir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero prospero sólo en disgustos.

Para hacer más llevadera la mutua Incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa, que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo», situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.

No obstante, el pequeño Rubén volvló pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre si Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de ue el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.

Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus «sotanas carcomidas» y motejándolos de «endriagos»; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquery por Víctor Hugo fue su vocación de eterno enamorado.

Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió «en compañía de una precoz chicuela, nlciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta». Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones hab[a anotado a una «lejana prima, rubia, bastante bella», tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay.

Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos e contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.

En agosto de 1 882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su 40F Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiograf(a: «El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón e poder: «Quiero tener una buena posición social» En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones burguesas, que aun vería más dolorosamente frustradas y por cuya causa habr[a de sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena.

En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático circulo de allegados de este; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de «arenques y cerveza», y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mísera condición. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor. Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribe Otoñales, que obtiene un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la módica suma de trescientos pesos.

Pero es en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se da a onocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España s OF auténtica valía de Rubén Darío se da a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por él a la sazón prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las culturas española e hispanoamericana ha Sldo brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales, donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento omo artista ni la anhelada prosperidad económica, para conocer por fin su legendario París.

El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio con una mujer con la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa, interrumpida por una asonada militar. Más tarde, con motivo de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a España. El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892 recedido de una celebridad que le permitirá establecer inmediatas relaciones con las principales figuras de la politica y la literatura españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se ve ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hace sino avivar su tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis de alcohol.

Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a casarse con aquella angél 6 OF obligado a casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, uien le hizo víctima de uno de los más truculentos episodlos de su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a Rubén si no contrafa inmediatamente matrimonio, saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de marzo de 1893.

Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no consintió en convivir con el engaño: habría de pasarse uena parte de su vida perseguido por su pérfida y abandonada esposa. Lo cierto es que Rubén concertó mejor apaño en Madrid con una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a Par[s al comenzar el siglo, tras haber ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde 1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado por el periódico La Nación. Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona, Mallorca… es acaso entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza (1905), El canto errante (1907), El poema de sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza (1905), El canto errante (1907), El poema de otoño (1 910), El oro de Mallorca (1913). Pero debe viajar a Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solicitas cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra parte, el muchacho que quería alcanzar una ‘buena posición social», no obtuvo nunca más ue el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908, relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien muchos años antes le había servido en Paris de guía para conocer al perpetuamente ebrio Verlaine.

Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste, al parecer, no estaba en disposición de acilitarle este dinero y se hizo el desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios prestados. Según declara ahora, él habría sido el autor o negro, en argot editorial de algunos artículos remitidos en 1905 a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, será al fin el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa, prologará enternecido el extraño libro póstumo de ese «gran bohemio» que «hablaba en libro» y «era gallardamente teatral», citando las propias palabras de Rubén. Y es que al fin libro» y «era gallardamente teatral», citando las propias palabras de Rubén.

Y es que al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos ni aun en muchos casos le alcanzaban para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua española y la obligada gratitud de todos cuantos, después que él, han intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de tristeza la comunidad intelectual hispanoparlante. poema de Manuel Gutiérrez Nájera Si tú murieras Anoche, mientras fijos tus ojos me miraban y tus convulsas manos mis manos estrechaban, tu tez palideció. ¿Qué hicieras -me dijiste- si en esta noche misma tu luz se disipara, si se rompiera el prisma, si me muriera yo? iAh. deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado, los cuervos al ciprés.

No pienses en lo triste que sigiloso llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies. La juventud nos canta, nos ciñe, nos rodea; es grana en tus mejillas; en tu cerebro, Idea, entre tus rizos, flor; tenemos en nosotros dos fuerzas poderosas, que triunfan de los hombres y triunfan de las cosas: ila vida y el amor! años, si tienes la hermosura; la noche, si eres blanca; la muerte, si eres pura; la sombra, si eres luz? Seré, si tú lo quieres, el resistente escudo que del dolor defienda tu corazón desnudo; y si eres girasol, seré la parte oscura que en hondo desconsuelo sin ver jamás los astros se inclina siempre al suelo; iTú, la que mira al sol!

La muerte está muy lejos; anciana y errabunda, evita los senderos que el rubio sol fecunda, y por la sombra va; camina sobre nieve, por rutas silenciosas, uyendo de los astros y huyendo de las rosas; ila muerte no vendrá! La vida, sonriendo nos deja sus tesoros: iabre tus negros ojos, tus labios y tus poros al aire del amor! Como la madre monda las frutas para el niño, iDios quita de tu vida, cercada de cariño, las penas y el dolor! Ahora todo canta, perfuma o ilumina; ahora todo copia tu faz alabastrina, y se parece a ti; aspiro los perfumes que brotan de tu trenza, y lo que en tu alma apenas como ilusión comienza, es voluntad en mí. iAh! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado; No pienses en lo triste qu