Las Mentiras De La Ciencia

Las Mentiras De La Ciencia gy Naycrty-lntantc I Oeapa. nR 14, 2016 II pagcs Las mentiras de la ciencia A las 2 de la tarde del 25 de septiembre del año 132 d. C. Si con la ayuda de tablas modernas se vuelve a realizar el cálculo de la fecha exacta en la que un astrónomo de Alejandría habría podido observar dicho equinoccio, resulta que el fenómeno habría tenido lugar a las nueve y clncuenta y cuatro minutos de la mañana del 24 de septiembre del mismo año.

Owen Gingerich, un gran historiador de la astronomía, ha defendido a Tolomeo sosteniendo que en realidad éste debe de haber echo las observaciones directamente, pero que luego decidió dar a conocer solo los resultados que mejor se adaptaban a sus teorías, por lo cual, retrospectivamente, se puede suponer que en realidad no hizo las observaciones y que solo derivo los datos numéricos de la teoría.

Los experimentos qu A Galileo, en cambio, PACE to View nut*ge hecho algunos de los experimentos qué él mismo describe y que hoy en día se consideran la piedra fundacional de la ciencia moderna. Estos experimentos fundamentales con los que Galileo hizo callar a los científicos aristotélicos, y que en el colegio nos señalaron omo los ejemplos más perfectos del método expermental, no se realizaron jamás. Por si esto fuera poco, con una arrogancia comparable a la de aquellos que pretendían procesarlo, Galileo sostenía que no era realmente importante llevarlos a cabo.

Uno se los experimentos que explícitamente el mismo Galileo admitió no haber hecho es el del barco que es I Swlpe to vlew next page la base del denominado principio de relatividad galileana. Según él, los fenómenos físicos ocurren del mismo modo tanto si se desarrollan en tierra firme como si lo hacen en un barco en movimiento, con la condición de que éste se mueva siguiendo na trayectoria rectilínea y uniforme.

Galileo debió aportar ese argumento para combatir las críticas de aquellos que se negaban a creer en la teoría de Copérnico y particularmente en el movimiento de la Tierra sobre su propio eje entonces, por ejemplo, deberíamos sentir constantemente un viento impetuoso proveniente se Oriente, la fuerza centrífuga que produce la rotación terrestre debería erradicar casas y palos mayores, las balas de los cañones que se disparan en dirección de Occidente deberían tener una trayectoria mayor respecto de las que lo hacen en dirección de Oriente y, finalmente, una piedra que se eja caer desde lo alto de una torre no tocaría el suelo al pie de la perpendicular, sino en un punto ligeramente desplazado hacia Occidente. Sin embargo -concluían los escépticos-, todos saben que las piedras caen exactamente a los pies de la torre y no más adelante. Por lo tanto, la Tierra permanece inmóvil.

Galileo replicaba que el hecho de que la piedra caiga siempre a los pies de la torre a lo largo de una trayectoria exactamente perpendlcular no puede interpretarse como una impugnación del movimiento de la Tierra sobre su propio eje, precisamente en virtud del principio de relatividad, que establece que si un sistema igue un movimientos uniforme es imposible determinar si se está en movimiento o en repo sistema sigue un movimientos uniforme es imposible determinar si se está en movimiento o en reposo desde dentro del mismo sistema. Para convencerse, sostenía Galileo, puede llevarse a cabo un simple expermento. subir al palo mayor de un barco y dejar caer una bala de cañón. Se observara que ésta cae siguiendo la perpendicular y exactamente a los pies del palo mayor como si el barco estuviera en reposo. El comportamiento de la bala de cañón que se deja caer desde la cima del palo mayor e un barco entonces no puede ayudarnos a comprender si éste está en movimiento o en reposo, y, del mismo modo, las piedras que caen desde lo alto de una torre no pueden decirnos si a tierra está girando o esta quieta. pero ¿realizó Galileo alguna vez el experimento del barco?

Al parecer, no, En el segundo día del Diálogo acerca de los sistemas máximos, Salviati, que representa a Galileo, le pregunta a su interlocutor Simplicio: «Ahora, decidme: ¿si la piedra que se deja caer desde la cima del palo mayor cuando el barco se mueve a gran velocidad cayera precisamente en el mismos sitio del barco n el que cae cuando éste está en reposo, de qué manera os ayudarían esta caídas para confirmar si la nave está en reposo o se mueve? » , Y el otro responde: «No me ayudarían en lo absoluto: de la misma forma en que, por ejemplo, a partir del latido del pulso no se puede saber si una persona duerme o está despierta, porque el pulso late de igual manera para los durmientes que para los que están en vela». A esta altura era importante establecer obviamente qué sucede exactamente en el barc están en vela». A esta altura era importante establecer obviamente qué sucede exactamente en el barco. Simplicio ostiene que la piedra caería a una distancia de la base del palo mayor igual al desplazamiento que efectúa la nave durante el recorrido de la caída.

Sin embargo, Sal-viati-Galileo le hace callar diciendo que cualquiera que haya hecho realmente el experimento «se dará cuenta de todo lo contrario: notará que la piedra cae siempre en el mismos lugar del barco, tanto en caso de que éste estuviera en reposo como en caso de que se moviera a una velocidad cualquiera». Ahora bien, Galileo no habra realizado nunca este experimento, pero refuta con arrogancia a su interlocutor que no se mostraba muy convencido: «Yo, sin hacer el experimento, stoy seguro de que el efecto tendrá lugar como os digo porque es necesario que así ocurra». Esto es: «Es inútil hacer el experimento, si os lo digo yo debéis creerme».

Es evidente que este proceder no se corresponde en absoluto con la idea del método experimental que nos han enseñado en el colegio y mucho menos con el ideal de disciplina ética y metodología del Diálogo, Galileo recibió una carta de G. B. Baliani, quien le informaba que había invitado a un marinero a lanzar varia veces un bala de arcabuz desde el palo mayor de un barco en movimiento, verificando que todas las veces caía al pie del palo ayor. Sin embargo, el ejemplo del barco no es el más importante entre los que Galileo nunca llevó a cabo. El más famoso es el del lanzamiento de las esferas desde lo alto de la torre de Pisa, y el más import famoso es el del lanzamiento de las esferas desde lo alto de la torre de Pisa, y el más importante el del plano inclinado.

El primero, el de la torre, debía refutar la teoría de Aristóteles según la cual los objetos caen con una velocidad que es proporclonal a su peso: Aristóteles pensaba que los ladrillos unidos caen siempre a una velocidad que es el doble de la de un solo ladrillo. Según el relato de su discípulo Vicente Viviani, Galileo, queriendo demostrar que esto no era así, subió a la torre de Pisa «con la participación de otros profesores y filósofos, así como también de todo el alumnado» y «con reiterados experimentos» demostró que «la velocidad de los objetos de igual materia, aunque no de igual peso, moviéndose por un mismo medio, no conserva la proporción de su gravedad, aquella que Aristóteles les había asignado, si no que todos se mueven a velocidades iguales». Los dos ladrillos unidos, pues, llegan a tierra exactamente en el mismo momento que un solo ladrillo.

En 1935 L Cooper escribió un libro titulado Aristótele, Galileo, and the tower of Pisa en el que sostenía que no existe prueba alguna o documento que ofrezca testimonio de la realización de este experimento y los estudios de la historia de la ciencia se inclinan a pesar que en realidad se trata solamente de una invención. A pesar de esto, ha entrado a formar parte, junto con el «Y sin embargo se mueve», de la mitología galileica. En un afortunado libo de 1893 titulado The Pioneers of Science, un famoso físico inglés, sir Oliver Lodge, escribió por ejemplo: Galileo no se resignó a vers Science, un famoso físico inglés, sir Oliver Lodge, escribió por ejemplo: Galileo no se resignó a verse ridiculizado y humillado. Sabia que estaba en lo cierto y que quería que todos vieran los hechos como el como él mismo lo hacía. or este motivo, una mañana, frete a todos los miembros de la universidad, subió a la famosa torre llevando consigo una esfera metálica de cien libras y otra de una libra. Las colocó en equilibrio sobre el borde de la torre y las dejó caer al mismo tiempo. Cayeron simultáneamente y tocaron tierra al mismo tiempo. El ruido simultáneo de los pesos sonó omo una campana de muerte para el viejo sistema u anunció el nacimiento del nuevo. Este ruido decisivo no se verificó nunca realmente porque, más allá del hecho de que tal vez en otra circunstancias Galileo hubiera realizado experiencias similares, si se efectua realmente el experimento puede verse que cuerpos diferente peso no alcanzan la misma velocidad, sino que los más livianos.

No obstante, aún en los años sesenta George Gamow uno de los padres de la física contemporánea, continuaba sosteniendo que para probar la velocidad de sus conclusiones, Galileo dejó caer desde lo alto de la torre de Pisa dos esferas, una de madera la otra de hierro, y los incrédulos espectadores presentes pudieron convencerse de que ambas tocaban tierra en el mismo instante. Las investigaciones históricas tienden a negar que esta demostración pública haya tenido lugar y afirman que se trata de una fantasiosa leyenda; no es tampoco cierto que Galileo haya descubierto la ley del pénd descubierto la ley del péndulo mientras asist(a a la misa de la catedral de Pisa. Sin embargo, de uno u otro modo, él llevo a cabo realmente estos experimentos ya fuera dejando caer objetos de diferente peso desde el techo de su casa o haciendo oscilar, tal ez en el patio, una piedra que colgaba de una cuerda.

Gamow, pues, sostenía que más tarde o más temprano en un momento o en otro, Galileo debió haber realizado este experimento. Sin embargo, aun en el caso de que así fuera, considera que el resultado no habría sido en absoluto muy diferente del que cuenta la leyenda. De hecho, en 1978 dos estudiosos, C. G. Adler y B. Coulter, se propusieron repetir el experimento y descubrieron que las dos esferas llegaban a tierra con un diferencia no tan amplia como para satisfacer la teoría aristotélica, pero lo suficiente Galileo. Planteaban también que, n aquellas condiciones experimentales, habría sido imposible para los aristotélicos modificar la teoría a fin de que permitiera la inclusión de aquel resultado.

Mucho más comprometedora es, en cambio, la historia del famoso experimento con el plano inclinado, a partir del cual Galileo formuló la ley del movimiento uniformemente acelerado e = at2, que afirma que en el movimiento uniformemente acelerado los espacios recorridos son proporcionales a los cuadrados de los tiempos empleados para recorrerlos. El experimento con el que galileo pretende haber demostrado esta ley consistía en haber rodar una bola de bronce bien redonda y pul 1 pretende haber demostrado esta ley consistía en haber rodar una bola de bronce «bien redonda y pulida» a través de un canal inclinado «rectísimo… bien pulido y liso» forrado con un «papel suave lustrado al máximo» para hacerlo aún más 1150.

Se hacia discurrir varias veces la esfera de bronce a través del canal, luego hasta la mitad, hasta un tercio, dos tercios, tres cuartos, y así sucesivamente, apuntando siempre el tiempo que empleaba para recorrer las diferentes distancias. La conclusión a la que se llegaba era que «a partir de la repetición del experimento casi cien eces sucedia siempre que los espacios recorridos eran entre SI como los cuadrados de los tiempos en todas las inclinaciones del plano». Este pasaje aparece muy a menudo en los textos de física a modo de ejemplo y modelo de cómo debe proceder la investigación cientlfica y con ese objeto siempre aparece acompañado por comentarios oportunos.

En un manual italiano recientemente publicado puede leerse por ejemplo: Existen algunos puntos que conviene destacar: ante todo, Galileo se da cuenta perfectamente de que debe llevarse a cabo cada experimento de la manera adecuada, esto es, eliminando todos os fenómenos colaterales que podrían acarrear problemas; en este caso particular se trata de eliminar con el máximo cuidado, toda forma de resistencia (bien pulido y liso, bronce en extremo duro, bien redondeada y pulida). En segundo lugar, precisamente porque el experimento se lleva a cabo de un modo particular, eliminando por lo tanto toda posible perturbación accidental, se puede repetir cuantas v particular, eliminando por lo tanto toda posible perturbación accidental, se puede repetir cuantas veces se desea con las mismas características. Galileo habla a menudo de pruebas que e han repetido casi cien veces como únlca garantía de validez de los resultados obtenidos.

En tercer lugar, todo experimento carece de significado científico si no se miden con cuidado todas las cantidades que entran en juego; es precisamente a través de la medida que se construye el puente entre la observación simple y pura y la traducción de un fenómeno en términos cuantitativos, es decir, en lenguaje matemático. El cuidado y la genialidad que demuestra Galileo en sus mediciones representan con certeza una de sus más notable cualidades. Es una lástima que el experimento que Galileo afirma haber ealizado «casi cien veces» no se haya llevado a cabo ni tan siquiera una vez, y que sus mediciones exactas fueran tan solo froto de su imaginación.

Un corresponsal contemporáneo de Galileo, el padre Marino Mersenne, intentó repetir el experimento y descubrió que en aquellas condiciones era imposible obtener los resultados numéricos presentados por Galileo nunca hab(a realizado el experimento, o no había podido transcribir con exactltud los resultados obtenidos. Alexandra Koyré, uno de los más grandes historiadores d la ciencia, ha sostenido la primera hipótesis: que Galileo no izo jamás el experimento del plano inclinado. Para muchos esto resulto tan increíble que en 1961 Thomas S. Settle decidió intentar llevarlo a cabo en las mismas condiciones que indica Galileo. Cons Thomas S. Settle decidió intentar llevarlo a cabo en las mismas condiciones que indica Galileo.

Constató así que Galileo habría podido obtener de la manera que sostenía resultados empíricos «satisfactorios», próximos, aunque no idénticos a los que él transcribió. Las cosas parecían finalmente volver a su sitio y Stillman Drake, el más famoso estudioso norteamericano e Galileo, pudo afirmar con satisfacción que «las conocidas aseveraciones de Galileo acerca de sus experimentos de planos inclinados se hab[an convalidado completamente». Desgraciadamente, en 1973, Ronald Naylor, al repetir una vez más el experimento de Galileo, observo algunas discrepancias entre aquello que Settle había realizado y la descripción de Galileo. Settle, ante todo, no había hecho rodar una esfera dentro del surco del plano inclinado, sino suspendida sobre los bordes del mismo.

De este modo reducía notablemente el efecto de rotación, que le quita a la esfera gran parte de su aceleración, y frecía datos que se correspondían mucho más con la ley. Sin embargo, Galileo no había llevado a cabo el experimento de esta forma. Su plano inclinado poseía un surco lo suficientemente amplio como para contener la esfera. Algunos estudiosos han supuesto que el secreto del éxito del experimento de Galileo radicaba precisamente en el uso del pergamino, que por ser liso reducía al mínimo la resistencia pasiva. Naylor opina, en cambio que se trata de un efecto contrario. Dado que el pergamino, hecho con piel de ternero o de oveja, no supero los tres pies de ancho, aun en el caso de que los e