Lalalalala

Lalalalala gy igoralbornoz ‘IOFõpR 15, 2011 6 pagos UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO Curso de Ética. Profesor Fernando Longás. ¿Qué hacer ante el fenómeno de la maldad en el hombre? Creo necesario iniciar esta jornada filosóficamente afirmando primero que tanto el relativismo moral como el pluralismo son productos de una cierta visión determinista del hombre y su realidad, entendiendo esta determinación como la imposibilidad que el ser humano tiene de juzgar sin arrastrar con su juicio valores que dependen de las circunstancias históricas y sociales en que se encuentra inmerso. r6 Pero, ¿por qué inici a h o ya constatado en la clase de ética y vu la temática de la a no jornada para reflexio La respuesta devien minar uno de los caracteres peculiares del juicio moral que a su vez es parte de la constitución de la conciencia del sujeto en su experiencia moral: a pesar de que a simple vista el juicio moral parece algo subjetivo y aunque uno acepte esta constatación, hay en el juicio moral una patente radicalidad en su afirmación o negación de un acto como bueno o malo, correcto o incorrecto.

Cuando se genera un juicio de tipo moral, el sujeto ve afectada, el sujeto ve afectada su isposición vital ante el entorno que lo rodea, no es simplemente una discusión acerca de la validez o invalidez que Swipe to page un juicio pueda tener como podría serlo un juicio de tipo estético; hay una necesaria toma de postura ante el hecho sucedido y un cambio ce actitud del enjuiciador frente al sujeto enjuiciado.

Tal parece ser que, a diferencia del juicio de tlpo estético o meramente descriptivo, el juicio moral no puede olvidar el mundo en que se encuentra ni su casi necia obstinación de querer dar un carácter objetivo a esta clase de juicio, aunque nada haya que nos ueda decir que estos fenómenos son cognoscibles.

Teniendo clara esta rara peculiaridad del juicio moral, me atrevería a decir que el juicio moral contiene esta potencialidad radicalidad porque se encuentra ligada a la voluntad, el acto consciente de eleglr una acclón en desmedro de otras y a la conciencia de igualdad, la capacidad que el hombre tiene de ver a los demás sujetos como seres iguales en condiciones de sentir dolor y de tener posibilidades de elegir.

Siguiendo esta argumentación es posible darse cuenta que aquí hay un elemento muy importante respecto de la experiencia oral en términos de juicio o conciencia de un acto: al postularse la determinación del hombre a sus condiciones materiales y sociales se desnaturaliza esta clase de juicios. El juicio moral supone necesariamente la libertad del hombre en su actuar, en su voluntad de generar un acto que puede ser catalogado por otros como malo o bueno, negativo o positivo. En este sentido, la tesis d puede ser catalogado por otros como malo o bueno, negativo o positivo.

En este sentido, la tesis de la determinación del hombre a su entorno y contexto anula toda clase de juicio moral, ya que n ser que se encuentre condiclonado cognoscitivamente estará siempre enjuiciando según las determinaciones biológicas que se lo implican, por las normativas sociales, por la jerarquización arbitraria de valores de una cultura. Un ser que no puede elegir conscientemente no es ni malo ni bueno en su actuar, solamente es y actúa de acuerdo a las circunstancias en las que se encuentra inmerso[l]. ?Y qué de malo habría en afirmar el determinismo humano? , ¿no seria mejor negar el nexo valórico aparentemente trascendental que se hace al enjuiciar algo que solamente puede constatarse enoménicamente? Por supuesto, viéndolo desde esta perspectiva el juicio valórico parecería un resquicio de la metafísica clásica que más que ayudar en el conocimiento del mundo humano negaría su carácter de fenómeno determinado por experiencias reales.

El pluralismo así visto parece ser el salvaguardador de toda actitud humana de vida y de toda clase de inclinación valórica por más diversa o excéntrica que sea, se instaura el actual y reconocido valor de la tolerancia toda idea y postura, ya que todas tienen la misma validez al encontrarnos en un mundo en que toda clase de acionalidad es aceptada como válida, por el hecho de que es imposibl 31_1f6 un mundo en que toda clase de racionalidad es aceptada como válida, por el hecho de que es imposible jerarquizar valores sin tener un nexo trascendente de fundamentación.

Con esto se afirma la preeminencia de una libertad negativa en términos de que ninguna idea o postura humana puede pretenderse absoluta y hegemónica sobre otras al tener la misma validez, negando toda clase de coacción que se pueda hacer de una idea o acción sobre otra. Este es el tan liberalmente deseado relativismo moral que ace parecer a toda postura consevadora y unificante como una absurda pretensión de la imaginación: lo real es la diversidad.

El problema surge cuando se hace patente el fenómeno del mal en la experiencia moral (cuando nos damos cuenta que alguien comete un acto voluntario en el que causa daño o dolor a otro ser que lo siente, sabiendo que lo hace). Es cierto que el pluralismo instaura el valor de la tolerancia. Pero el pluralismo, al menos entendido como negación de cualquier tipo de acto coactivo y absolutizante, es intolerante con actos que pasan a llevar la ntegridad, condición mínima de la vida en el hombre[2].

La intolerancia va de la mano con el estado anímico de la indignacion, estado psicológico en el cual se niega por parte de un sujeto toda posibilidad de aceptar un acto cometido sin que esto genere una actitud violenta por parte del enjuiciador, ya sea esta de carácter físico o verbal (o al menos en el p actitud violenta por parte del enjuiciador, ya sea esta de carácter fisico o verbal (o al menos en el pensamiento) sobre el sujeto en cuestión.

Esta indignación es válida si afirmamos que el sujeto en uestión eligió conscientemente causar daño a otro igual y por tanto está violentando su condición humana. Pero el pluralismo lleva instaurado consigo el relativismo moral que respondería escépticamente o con indiferencia a un acto tal como la muerte de un hombre cometida por otro como un hecho determinado por las condiciones culturales y psicológicas que determinan al asesino y lo liberan de toda responsabilidad real ante el suceso concreto del asesinato.

Esta es la evidente contradicción que el pluralismo lleva en sí como actitud vital: no es posible aceptar la falacia de que l pluralismo es una teoría absolutizante porque en ella esté presente la postura de que toda idea o valor tiene la misma validez que cualquiera[3], pero si se puede afirmar que la determinación que el pluralismo lleva consigo niega todo carácter de validez a una actitud como la indignación, actitud constatable fenoménicamente y de pronto muy justifcable ante hechos reprobables a cualquier ser humano dentro de su sano juicio.

El mal es un hecho constatable dentro de una experiencia humana y no solamente está instaurado en un proceso dialéctico metafísico, sin relación a la concretud de acciones. En este sentido, y como síntesi metafísico, sin relación a la concretud de acciones.

En este sentido, y como síntesis final del problema que el pluralismo y relativismo moral llevan consigo internamente es que al negar el carácter fenoménico del mal en una acción (una acción puede ser considerada mala si tomamos como referente el daño o dolor que un sujeto genera sobre otro), que para nada relativiza todo valor y todo tipo de postura vital ya que, francamente, hay posturas ideas y actos que son imposibles de tolerar a un hombre que se considere razonable, en el sentido de ue sea capaz de autodeterminar[4] cual es el mejor camino que puede llevar por su vida.

Igor Albornoz. [1] Análogamente, no es posible acusar a un animal de malvado por matar a otro si lo está haciendo por la necesidad vital de alimentarse. [2] ASÍ, el pluralismo está en contra, por ejemplo, de una religión fundamenalista y a favor de la legalización de los derechos humanos porque defiende la diversidad de valores. [3] Porque de esta forma se estaría contradiciendo en su actitud vital de la tolerancia, a pesar de que formalmente lo haga. [4] La libertad como la determinación del hombre por sí mismo (o deber ser).