La Primera Caracas Y Sus Esquinas Históricas

La primera Caracas y sus esquinas históricas Edgar Abreu Fundación Editorial El perro y la rana, 2014 Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio, Caracas – Venezuela, 1010. Teléfonos: (0212) 7688300 – 7688399 Correos electrónicos comunicacionesperr atencionalescritorfep Páginas web PACE 1 or36 ana www. elperroylarana. gob. ve wvrvv. mincultura. gob. ve Redes sociales Facebook: Editorialelperroylarana Twiter: @perroyranalibro Diseño, diagramación e ilustraciones Adriana Palencia Edición: Edgar Abreu Corrección: Ninoska Adames Impresión: 201 5 Hecho el Depósito de Ley ISBN: 978-980-14-2552-6

Depósito Legal: f4022015800470 IMPRESO EN LA REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA las esquinas de Caracas, y varias publicaciones sobre la historia de la ciudad han reunido en su contenido parte de ellas; indudablemente, no se puede hacer referencia a la historia de Caracas sin hablar de sus esquinas. Lo más importante es que ha sido el pueblo quien ha hecho de ellas parte de su identidad. Todas guardan tras de sí un cuento, una leyenda o una crónica.

Esta selección, realizada a partir de un criterio personal, reúne la historia de las esquinas que he considerado más relevantes para la identidad e Caracas y las que luego de un proceso de investigación consideré llenas de un simbolismo y una magia especial, digna de ser contada, usando un lenguaje narrativo dirigido a lectores jóvenes para incentivar la curiosidad por la historia y despertar el interés por el hecho narrativo. No están presentes todas las esquinas de la ciudad y el mismo criterio definió el orden y contenido del libro. La selección inicia con las esquinas ubicadas en el centro o casco histórico de Caracas.

También, desarrollé un recuento histórico sobre la invasión del territorio caraqueño por parte de os españoles, el exterminio y persecución a los pueblos indígenas. Este recuento, que antecede los textos sobre las esquinas, posee las mismas características en cuanto a lenguaje y se centra en el atropello y abuso que significó la usurpación de un territorio sagrado para sus primeros habitantes. Historia de la conquista de Caracas resistieron durante décadas, ayudados por sus conocimientos de la naturaleza y sus deseos de libertad. El primer hom 2 OF sus de libertad.

El primer hombre elegido para la conquista de Caracas fue Francisco Fajardo, un mestizo de padre español y madre indígena. En 560 entró por las costas centrales y fundó el pueblo de El Collado, como honor al entonces gobernador de la provincia de Venezuela, Pablo Collado. Desde allí, Fajardo subió hasta la entrada del enorme valle, su meta era las minas de oro que se escondían en las montañas de Los Teques y la construcción de un fuerte militar. La sangre indigena de Fajardo le facllitaba la confianza de los pueblos, y el conquistador podía comunicarse gracias a su conocimiento de las lenguas.

Todas las comunidades que iba encontrando a su paso por la actual Catia le regalaban piedras preciosas y adornos de oro como un gesto de amistad. Para los indígenas, el oro tenía un valor simbólico muy distinto al que le otorgaban los españoles. La ambición de Fajardo crecía, y cuando envió las muestras de las riquezas al gobernador de Venezuela, se El valle caraqueño embellecido por los colores del Waraira Repano, montaña sagrada, ha vivido acontecimientos históricos de gran importancia para Venezuela y Latinoamérica.

Entenderlo, nos lleva a un viaje hacia la fundación de la ciudad, hacia los tiempos de la Conquista española y hacia los orígenes de los primeros rancheríos. El valle en toda su extensión fue un territorio inexpugnable, es decir, una fortaleza atural que escondía en sus entrañas riquezas, minerales y tierras fértiles pueblos originarios que la Los aban minerales y tierras fértiles para el cultivo. Los pueblos originarios que la habitaban estaban encabezados por los arbacos, toromaimas, caracas, mariches y teques, tribus pertenecientes al pueblo caribe.

El imperio español, en sus ansias de riquezas, enviaba expediciones desde las islas ocupadas a tierra firme, procurando encontrar el oro y la plata que financiara su poderío. Ya sab[an que el valle de Caracas y las montañas mirandinas eran tierras ricas. Guiados por esa codicia emprendieron la invasión. Fueron muchos los intentos para lograr el sometimiento de los pueblos indigenas, quienes aceleraron los planes de saqueo.

Pablo Collado desconfiaba de Fajardo, lo destituyó de su cargo de conquistador y, por eso, lo envió preso a El Tocuyo, pero el mestizo dejó abierto el camino a las minas y un rancherío cerca del valle caraqueño, el cual bautizó San Francisco. Sin embargo, Fajardo no duró mucho tiempo cautivo; al salir libre, volvió a las costas de Caraballeda y se le permitió ser alcalde de El Collado. Al mismo tiempo, Pedro Miranda era designado regidor de las minas. Los españoles creyeron que podrían sacar las riquezas sin ingún impedimento.

Filas de negros encadenados cruzaron el valle hacia las montañas, al lado marchaban los indígenas capturados en las costas. por el Caribe, las noticias de última hora hablaban de saqueos y exterminios de pueblos enteros. Las redes de comunicacion se activaron y, los arbacos, los caracas, los toromaimas, los mariches, los teques, os, los 4 tacariguas, los quiriquires, , entre mariches, los teques, los cumanagotos, los tacariguas, los quiriqures, los arahuacos, entre otros, se alzaron en armas. Comenzaba la gran rebelión indígena de Venezuela y el liderazgo de Guaicaipuro.

Tanto Pedro Miranda como Francisco Fajardo fueron expulsados de Caracas y de las costas centrales. A mediados de 1 560 se planificó otra invasión. Esta vez se eligió a un capitán de sangre española que se llamaba Juan Rodriguez Suárez. Venía de combatir en las montañas andinas al pueblo de los timoto-cuicas, fundando la ciudad de Mérida. Era famoso por su arrogancia y su despotismo, se cuenta que lanzaba a sus víctimas a jaurías de perros cazadores. Guiándose por las corrientes del actual río San Pedro, Suárez llegó a las inmediaciones de Los Teques y fundó los primeros fuertes militares para proteger las minas.

Sin embargo, el arrojado capitán deb(a enfrentar las fuerzas de Guaicaipuro, organizadas en guerrillas que sumaban unos nueve mil hombres. La táctica indígena se basaba en dejar entrar a los españoles hasta tierra firme y sorprenderlos en ataques rápidos. Escuadrones de mil combatientes armados con escudos de cuero, flechas y lanzas patrullaban las montañas. Los tambores de guerra retumbaban por todas partes y se organizaron expediciones de flecheros para atacar el campamento español.

En un inicio, Guaicaipuro no logró la victoria y, a pesar de sus esfuerzos, los invasores seguran en las minas esclavizando a los ndígenas capturados y expandiendo el fuerte 11 s 6 de San Francisco en el valle. En ese momento, entró en la lucha otro guerrero Indígena, Yoraco, el cacique del pueblo arbaco, a sus fuerzas y tomó la vanguardia de los ataques, logró debilitar a Rodríguez Suárez, pero en medio de una sangrienta lucha cayó herido, muriendo a las pocas horas. Cuando Guaicaipuro se enteró de la tragedia envió emisarios al cacique Catia y, junto a su lugarteniente Paramaconi, organizó una respuesta militar.

El capitán Suárez, con la ayuda de sus infantes y soldados bien armados, creía segura la fundación de la ciudad. Desde el fuerte de San Francisco ordenaba ejecuciones y comandaba el exterminio. Fue entonces cuando Paramaconi recibió la orden de incendiar la ranchería y partió desde las montañas con un grupo de flecheros. El guerrero llevó a cabo su objetivo. Por su parte, los españoles en medio del desastre resistieron la embestida. paramaconi no cesó en su lucha, y con una fuerza descomunal lideró a sus tropas que lograron expulsar a los invasores hasta las costas de la actual Caraballeda, tomando el control de las minas de oro.

Suárez volvió mejor organizado para levantar de nuevo el rancho de San Francisco. No por nada, aquel capitán había logrado fundar una ciudad en las montañas andinas. Sus soldados intentaron cruzar los dominios de Los Teques, pero en su camino debieron sortear al ejército de otro lugarteniente de Guaicaipuro, Terepaima. Con sus rostros contra el v ind[genas enarbolaron sus rreros achos lanzas y penachos de plumas, y al grito de resistencia se lanzaron contra los colonizadores. Batalla tras batalla, los hicieron retroceder, apiñándolos contra el debilitado fuerte de San Francisco.

Allí los españoles se reagruparon y organizaron otra expedición a las montañas. Sin embargo, un rebelde español e jugó una mala pasada a Rodríguez Suárez. El Tirano Aguirre venía desde las selvas del Perú sembrando la desobediencia a la Corona, robando las riquezas que encontraba a su paso y asesinando a españoles e indígenas. El gobernador Pablo Collado le ordena a Suárez enfrentarlo en el puerto de Borburata. El capitán alistó sus hombres y volvió con su arcabuz al hombro a cruzar la tierra de Los Teques, rumbo a Valencia. Al acecho estaba Guaicaipuro, quien junto a Paramaconi lo sorprendió.

Hasta all[ llegó la suerte de Rodríguez Suárez. Aunque resistió con valentía, las guerrillas de Guaicaipuro lo 13 iguieron en su retirada, dándole muerte. Luego de estos hechos, los pueblos indígenas de Caracas siguieron haciendo frente a los españoles, y durante un tiempo ningún capitán de su majestad se atrevía a entrar en el valle. La Corona destituyó a Pedro Collado como gobernador de la provincia. En 1564, Francisco Fajardo aún tiene fuerzas para emprender otra conquista, pero el nuevo gobernador, Alonso de Bernáldez, tampoco confía en el mestizo.

A pesar de ello, Fajardo reunió a sus hombres, entre ellos dígenas aliados. Salió de Margarita Caracas. Pero de nuevo los pleitos entre los conquistadores ayudaban a la resistencia indígena. En Cumaná, Fajardo fue capturado por Alonso Cobos, un viejo enemigo, quien lo enjuició por traición y pactos con los pueblos costeros. El propio Cobos lo ajustició con sus manos. De esa manera, terminó sus días el ambicioso capitán. En los meses siguientes a su muerte, Alonso Bernáldez exploró las tierras de Los Teques, y un centenar de guerreros le hizo frente, obligándolo a huir.

Aquel triste gobernador no logró convencer a nadie de sus planes. Al parecer se hundía en la melancolía y contaba el ir y venir de las olas del mar, soñando con encontrar desprotegido a Guaicaipuro o capturar al esquivo Paramaconi. Esos sueños eran vagas imágenes que ni él mismo se creía. Ya la Corona estaba harta de intentos fallidos, quería las minas y las riquezas del valle a como diera lugar. En 1 565 Pedro Ponce de León fue nombrado gobernador de Venezuela.

Este sujeto no estaba dispuesto a perder el tiempo, lo primero que hizo fue pedir refuerzos en armas y animales de carga y alimento. El rey le exigió resultados rápidos y le pidió que escogiera a un hombre de agallas. Para esa época, Diego de Losada era el mejor capitán de las fuerzas españolas en Venezuela. Ya había participado en varias expediciones y en la explotación de minas a las afueras del ctual estado Lara. El gobernador Ponce de León le facilitó las armas y los soldados, además, le proveyó una gran cantida 1 567 salió el eiército de Lo I Tocuyo armaduras.

En 1 567 salió el ejército de Losada desde El Tocuyo con sus lanzas y caballos presto para la batalla. Como era común, en ese ejército iban alistados grupos indígenas unidos a los españoles. Ellos formaban parte de la estrategia aplicada por el imperio español: «Divide y vencerás». Tenemos entonces el escenario perfecto para una invasión a gran escala. Losada pasó por Nirgua, atravesó Valencia, se internó en las ierras de Maracay, avanzó rápidamente con sus hombres por los caminos abiertos en las otras expediciones y llegó a las cercanías de Los Teques.

Aquellos capitanes españoles tenían experiencia en la guerra, poseían conocimientos de estrategia militar, y en sus manos había terminado la vida de muchos indigenas en otras regiones de América. Eran expertos en el exterminio y mercenarios para quienes no había honor en el combate ni respeto a la vida. Cuando los teques vieron las banderas colonizadoras desde las montañas armaron a sus escuadrones de guerreros y se lanzaron a la lucha, Guaicaipuro levantó su penacho de plumas, y anza en mano, dirigió las operaciones.

Desde las riberas del Guaire aparecían los toromaimas en oleadas de miles, cayendo frente al fuego de los arcabuces. Los tarmas, los manches y los arbacos combatieron con sus cuerpos desnudos el avance de la caballería española. Al mismo tiempo, Chacao cierra con sus tropas los caminos hacia su tierra sagrada. Tiuna se bate ferozmente, igualmente lo aconi, y Baruta. Las espadas eran muchas, caballos, armaduras y cañones también hicieron su parte en la historia. Los guerreros indígenas se inmolaban frente a las armas invasoras.

Entonces, Guaicaipuro dio la orden e retroceder y no perder más vidas humanas. Losada se encaminó hacia Macarao, de allí atravesó los bordes de Caricuao, y a finales de marzo de 1567 llega a la actual parroquia de El Valle. A pesar del heroísmo de los caracas, Losada se instala con sus tropas en la explanada de la actual Plaza Bolívar,luego de limpiar un pedazo de tierra y de incendiar las casas indígenas a su paso, funda la ciudad en julio de 1567, llamándola Santiago de León de Caracas.

Clavando una cruz en la esquina superior, ordena la construcción de una iglesia y toma posesión de las tierras en nombre de la Corona española. No fue una area fácil para los conquistadores lograr esto, debieron recurrir a las prácticas más crueles para repeler las constantes arremetidas de las fuerzas de los caciques Catia y Baruta, quienes en repetidas ocasiones los sometieron a las más duras pruebas.

En 1568 se llevó a cabo la batalla de Maracapana en las tierras de lo que conocemos como la parroquia Catia. 17 Los caciques se pusieron de acuerdo con Guaicapuro como lider para expulsar a los invasores mediante un plan de ataque masivo. Desde todos los puntos cardinales rodearon al ejército de Losada. De nuevo, los bravíos indígenas levantaron sus de sus hijos y de sus tierra o, fue