El hombre que calculaba gy jcarlossanz ACKabpR 03, 2010 272 pagos EL HOMBRE QUE CALCULABA Malba Tahan BIOGRAFÍA DE MALBA TAHAN El brasileño que hizo divertida el álgebra Andrea Estevão Julio César de Mello Souza, más conocido como Malba Tahan, escribió más de 50 libros con este seudónimo —incorporado más tarde a su tarjeta de identidad—. Para enseñar matemáticas empleó historias orientales. Su libro más famoso, cuya primera edición data de 1938, estuvo recientemente en la lista de los libros más vendidos. r272 to View nut*ge Desde la primera itad de brasileños se intr a influencia del más generaclones abe gracias a profesor de matemáticas Julio César de Mello e Souza. [pic] Su libro más famoso, El hombre que calculaba, que contaba aventuras en escenarios típicamente árabes junto con atractivas soluciones de problemas de álgebra y aritmética, ya roza el record de ediciones. De hecho, esta obra ha logrado la hazaña de aparecer todavía en las listas de los libros para jóvenes más vendidos en mayo de 2004.
En total, Malba Tahan, escribió más de un centenar de libros, desde ciencia ficción a la ciencia más dura, pasando por obras scolares, y ha vendido más de 2,6 millones de copias. Julio César se enamoró de la cultura árabe durante la infancia, países árabes. Tal empresa se hizo patente al desarrollar los personajes de sus historias, por la sensibilidad con que tejió sus diálogos, llenos de poesía y sabiduría, y por la verosimilitud de los escenarios descritos.
Niños y adultos parecen involucrarse completamente en el relato cuando el autor les describe las salas suntuosas, o la seducción de una tienda llena de turbantes, joyas o exquisitos tejidos. Un gran contador de historias, nacido en el Cairo o en Constantinopla en otra época, Julio César ha sido considerado un auténtico jeque el-medah. En la presentación de la traducción de Las mil y una noches, publicada por Ediouro, manifiesta: ‘La leyenda es la más delicada expresión de literatura popular.
El ser humano, en la atractiva ruta de cuentos e historias, intenta escapara a la vulgaridad diaria, embelleciendo la vida con una soñada espiritualidad. » En una declaración grabada en el «Museo de Imagen y Sonido», de Río de Janeiro, el profesor Mello e Souza afirma que optó por escribir fábulas y leyendas al modo árabe cuando nadie a superado a los árabes en el arte de contar historias y en la pasión por escucharlas.
Su debut periodístico Malba Tahan fue presentado al público en Rio de Janeiro en 1925, en el periódico A Noite, donde escribió una biografía ficticia traducida, supuestamente, por el traductor ficticio, Breno Alencar Bianco. Tanto el escritor como el traductor eran fruto de la prodigiosa creatividad de Julio César, que cobraron vida y producción literaria en una columna titulada «Los Relatos de Malba Tahan’i.
El personaje ficticio, Ali Lezid Izz Eduim columna titulada «Los Relatos de Malba Tahan». El personaje ficticio, Ali Lezid Izz Eduim Salim Hark Malba Tahan, nació en 1885, en la ciudad de Muzalit, cerca de la Meca, llegando a ser, en su juventud, alcalde de Medina. Rico, habiendo heredado la fortuna de su padre, Tahan viajó por varios países, incluyendo Rusia, India, y Japón. En esa «biografía» también se dice que Tahan murió en 1921 , luchando por la liberación de una tribu en Arabia Central.
Casi todos los 50 libros escritos bajo su seudónimo de Malba Tahan incluyen jeques, beduinos y califas, situados en el desierto, posadas y palacios de Damasco, Bagdad, o en poblaciones ersas. Sus libros narran apasionantes aventuras, llenas de magia —muchas veces inspiradas en leyendas y cuentos árabes— y con no pocas referencias a términos y expresiones típicas, tales como Allahu Abkar! (iAllah es el Más Grande! ) y en enseñanzas tradicionales de la cultura árabe Afirmar que Malba Tahan es el seudónimo de Julio César de Mello e Souza casi resulta incorrecto.
En primer lugar, porque Julio César se autodenominaba Malba Tahan, como hizo en el «Colegio Pedro II» y en el «Instituto para la educación», e incluso escribía su nombre en caracteres árabes, ostrando se había empapado de sus estudios. En segundo lugar, porque la popularidad del nombre, tan grande, que Getúlio Vargas, por entonces presidente de Brasil, autorizó a Julio César a poner ese nombre en su carné de identidad.
En tercer lugar, porque sus publicaciones literarias y sus ideas relativas a la educación y la ciencia en general, y especificamente a las matemátlcas, vie ideas relativas a la educación y la ciencia en general, y específicamente a las matemáticas, vienen firmadas en todo el mundo por Malba Tahan. Basta buscar en Internet para ver la importancia de Malba Tahan y de su éxito en ventas El hombre que calculaba, mencionado en varias páginas y en diversos idiomas, incluyendo griego, alemán y holandés.
Admirado por autores famosos El hombre que calculaba, cuya primera edición es de 1938, ha sido traducido a más de 12 lenguas, que incluyen inglés, americano y británico, español, Italiano, francés y catalán. Ha sido galardonado por la Academia Braslleña de Letras y se ha ganado la admiración de autores imaginativos y populares como al brasileño Monteiro Lobato (muy famoso por los libros de literatura infantil) y el argentino Jorge Luís Borges (el más reciente namorado de los cuentos árabes).
El hombre que calculaba cuenta las aventuras de Beremiz Samir, de proverbial habilidad para los cálculos. Beremiz resolvía, con gran talento, simplicidad y precisión, mediante las matemáticas, problemas y situaciones complicadas de toda índole. Julio César nació el 6 de mayo de 1895, en la ciudad de Río de janeiro, y murió en Pernambuco, el 18 de junio de 1974, donde acudió para dar una de sus conferencias, siempre tan solicitadas.
Dejó un importante registro de su vida y su trabajo: su libro de memorias Acordaram-me de madrugada y su exposición grabada n el «Museo de la Imagen y el Sonido», en Rio de Janeiro. Antes de morir pidió ser enterrado sin mucha ceremonia, flores o coronas, como una persona común del Medio Oriente. para justificar su deseo de que Para justificar su deseo de que no se llevase luto en su honor, citó los versos del famoso compositor brasileño Noel Rosa: «Los vestidos negros son vanidad para quienes visten de fantasía.
Mi luto es la pena y la pena no tiene color. » Septiembre de 2004 Introducción Los países árabes han ejercido siempre una obvia fascinación, por la diversidad de sus costumbres y de sus ritos, y, apenas os adentramos en la historia de las naciones ribereñas del Mediterráneo, salen al paso los vestigios de aquella civilización, de la cual somos tributarios en cierto modo, principalmente en aquellas disciplinas que tienen un carácter científico: la matemática, la astronom(a, la física y también la medicina.
Los árabes han sido siempre un pueblo paciente, acostumbrado a las adversidades que les procuran la dificultad del clima, la falta de agua y los inmensos páramos que les es preciso salvar para comunicarse con los demás vecinos de su área. La soledad del desierto, las noches silenciosas, el calor gobiante durante el día y el frío penetrante al caer el sol, impiden en realidad una actividad física, pero predisponen el ánimo para la meditacion.
También los griegos fueron maestros del pensamiento, principalmente dedicado a la Filosofía y aun cuando entre ellos se encuentran buenos matemátlcos —la escuela de Pitágoras todavía está presente— fue una actividad de unos pocos y, en cierto modo, era considerada una ciencia menor.
Los pueblos árabes, en cambio, la tomaron como principal ejercicio de su actividad mental, hereder iOS de la cambio, la tomaron como principal ejercicio de su actividad ental, heredera de los principios de la India a los que desarrollaron y engrandecieron por su cuenta. Asombran todavía hoy los monumentos que la antigüedad nos ha legado procedentes de aquellos países en los que se observa, mas que la inquietud artística, muchas veces vacilante e indecisa, la precisión matemática.
Por esto, cuando en un libro como El hombre que calculaba se juntan estas dos facetas tan distintas, a saber poesía y matemática, tiene un encanto indiscutible y nos adentramos en lo que serla posible aridez en los cálculos, a través de interesantes istorias y leyendas, unas llenas de poesía, otras de humanidad y siempre bajo un fondo matemático en el que penetramos sin darnos cuenta y, mejor dicho, con evidente placer y satisfacción.
Este es un aspecto que conviene resaltar porque, en general, existe una cierta prevención o resistencia hacia el cultivo de la ciencia matemática, aduciendo que se requiere una adecuación del gusto o una inclinación concedida por la naturaleza. Ciertamente el educador, a los pocos días de contacto con sus alumnos, sabe cuáles de ellos serán los futuros arquitectos o ingenieros por la especial predisposición que muestran: para llos toda explicacion relativa a los números resulta placentera y avanzan en la disciplina sin fatiga ni recelos.
Sin embargo el número de alumnos que destacan es limitado y, no obstante, no se puede prescindir en manera alguna de esa enseñanza fundamental, aun para aquellos que no piensan dedicarse en el futuro a una de aquellas ramas. Por una sencilla razón: el cultivo de la matemática obliga de la matemática obliga a razonar de manera lógica, segura, sin posibilidad de error, facetas, todas ellas, imprescindibles en la vida para cualquiera actividad.
Creemos que este es el aspecto principal y que cabe destacar el libro El hombre que calculaba, toda vez que no nos presenta unos áridos problemas para resolver, sino que los envuelve en un sentido lógico, el cual destaca, mostrando con ello la importantísima función que esa palabra, la Lógica, tiene en la solución de todos los problemas. En el campo filosófico la lógica toma prestada de la matemática sus principios, pues con ellos, y solo con ellos, se puede dar unas normas para conducir el pensamiento de manera recta, que es su exclusiva finalidad.
El hombre que calculaba es, pues, una obra evidentemente didáctica que cumple con aquel consagrado aforismo de ue es preciso instruir deleitando. Su protagonista se nos hace inmediatamente simpático porque es sencillo, afable, comunicativo, interesado en los problemas ajenos y totalmente sensible al encanto poético el cual ha de llevarle a la consecución del amor y, lo que es más importante, al conocimiento de la verdadera fe.
La acción transcurre entre el fasto oriental, sin dejar por ello de darnos a conocer los aspectos menos halagüeños de aquellos países en los que la diferencia social, de rango y de riqueza, eran considerables y completamente distanciadas. Tiene, además, el ncanto poético que nos habla de la sensibilidad árabe en todo lo concerniente a la belleza y por último la estimación del ejercicio y dedicación intelectuales al pre a la belleza y por último la estimación del ejercicio y dedicación intelectuales al presentarnos un torneo, en el que juegan tanto el malabarismo matemático, como la poesía y la sensibilidad.
Dicho torneo representa la culmlnación de quien, gracias a su disposición especial, llega a alcanzar cumbres con las que ni siquiera podía soñar por su humilde cuna. Es como una admonición o como un presagio de lo que en nuestros tiempos e presenta como mas importante, en que los medios modernos de cálculo, con las maravillosas máquinas que el ser humano ha creado —máquinas fundamentadas en principios repetidos a lo largo de los siglos— están dispuestas al servicio del ser humano para que pueda triunfar en cualquier actividad.
No es concebible la acción de un financiero, de un comerciante, de un industrial, de un fabricante, de todo el engranaje de la moderna industria y comercio, sin el auxilio de las computadoras, de manera que bien se puede decir que la matemática, se ha adueñado en nuestros iempos de la sociedad. Y, sin embargo, con ser mucho, no lo es todo porque si sólo se atiende a esa materialidad a la que tan eficazmente sirve, la formación integral del ser humano queda descuidada y le hace incompleto.
No solo de pan vive el hombre. De vez en cuando también necesita dejar volar la fantas(a y atender a otras inquietudes espirituales de las que no puede prescindir. El recto camino nos lo enseña El hombre que calculaba, en el que parece que también está «calculada» la dosis necesaria de los elementos que han de hacer de la matemática un poderoso uxiliar, para que el ser humano obtenga su formación total. Mostrar que tambi matemática un poderoso auxiliar, para que el ser humano obtenga su formación total.
Mostrar que también en los números puede haber poesía; que los buenos y rectos sentimientos no son solo patrimonio de filósofos o practicantes; que la fantasía no está reñida con la precisión; que la Lógica debe acompañar todos nuestros actos y que es posible alcanzar el camino verdadero para la completa satisfacción moral, física e intelectual del ser humano es el fruto que se obtendrá de la lectura de este extraordinario libro.
Representa una ráfaga de aire fresco, un descanso en la senda árida de los números que nos encadena, y nos advierte que es posible mirar el cielo estrellado, para admirarlo, y no sólo para contar distancias o el número de cuerpos luminosos que lo integran; penetraremos en ese ignoto mundo, no solo con la intención de entenderlo, sino también de gozarlo. Cuántas veces en la vida se nos presentan problemas similares a los que nos ofrece El hombre que calculaba que parecen insolubles, pero cuya dificultad es más aparente que real!
Basta solo ejercitar el raciocinio para que nos demos uenta de que su solución es tan fácil como deducir que dos más dos suman cuatro. El sentido práctico que esto nos puede hacer adquirir, junto con la convicclón de que la belleza está en todas partes, a nuestra disposición, con solo tener o sentir la necesidad de buscarla, tiene un valor formativo tan elevado que indudablemente ha de producir abundantes frutos en lo relativo a la formación del propio carácter.
El hombre que calculaba es como aquellas insignificantes semillas, pequeñas en tamaño y aparentemente frágiles, que aquellas insignificantes semillas, pequeñas en tamaño y parentemente frágiles, que son capaces de desarrollar un árbol gigantesco que proporcione frutos abundantes, sombra y placer Sln fin a su cultivador.
El que sepa sacar estas consecuencias merecería, sin duda, la bendición del famoso calculista Beremiz Samir quien, a continuación, va a contarnos su prodigiosa vida y sus no menos prodigiosos actos. Dedicatoria A la memoria de los siete grandes geómetras cristianos o agnóstlcos Descartes, Pascal, Newton, Leibniz, Euler, Lagrange, Comte iAllah se compadezca de estos infieles! y a la memoria del inolvidable matemático, astrónomo y ilósofo musulmán Abuchafar Mohamed Abenmusa Al-Kharisml iAllah lo tenga en su gloria! también a todos los que estudian, enseñan o admiran la prodigiosa ciencia de los tamaños, de las formas, de los números, de las medidas, de las funciones, de los movimientos y de las fuerzas naturales yo, el-hadj jerife Ali Yezid Izz-Edim ibn Salim Hank, Malba Tahan, creyente en Allah y en su santo profeta Mahoma, dedico estas páginas de leyenda y fantasía. En Bagdad, a 19 lunas del Ramadán de 1321. CAPÍTULO En el que se narran las nstancias de mi encuentro con un singula o de la ciudad de