El Consenso de Washington y America Latina

III. EL NUEVO EXTRACTIVISMO PROGRESISTA EN AMERICA DEL SUR TESIS SOBRE UN VIEJO PROBLEMA BAJO NUEVAS EXPRESIONES Eduardo Gudynas* El llamado extractivismo, que incluye la explotación minera y petrolera, tiene una larga historia en América Latina. A partir de esas actividades se han nutrido las corrientes exportadoras, desempeñaron papeles claves en las economías nacionales, pero también han estado en el centro d económicos, sociales *Centro Latino Ameri Montevideo, Urugua PACE ue ambie sus impactos CLAES) (201 1), Ilustración de Álvaro Pérez Benavente. 5 pp 75-92, En: COLONIALISMOS DEL SIGLO XXI. Negocios extractivos y defensa del territorio en América Latina. Varios Autores. Icaria Editorial, Barcelona (España), junio 2011. Un hecho notable es que a pesar de todos esos debates, y de la creciente evidencia de su limitada contribución a un genuino desarrollo nacional, el extractivismo goza de buena salud, incluso bajo los gobiernos llamados progresistas o de la nueva izquierda. En efecto, varios de ellos son activos promotores del extractivismo, e incluso lo han acentuado. Pero sus estrategias extractivistas no económicos globales.

En el presente capítulo se repasan algunos spectos claves de este neoextractivismo (basado en textos anteriores del autor, con algunas actualizaciones). El nuevo contexto político sudamericano Hasta no hace mucho tiempo atrás, el discurso de la izquierda tradicional siempre cuestionó los estilos de desarrollo convencionales, y con ellos el extractivismo. Se criticaba la dependencia exportadora, el papel de las economías de enclave, las condiciones laborales, el enorme poder de las empresas extranjeras, la mínima presencia estatal o la débil tributación.

Esa prédlca apuntaba a los sectores extractivos típicos, como la minería y el petróleo. Se reclamaba esandar las reformas neoliberales y romper con esa dependencia. Por lo tanto, desde diversos ámbitos se asumió que una vez que nueva izquierda lograra ocupar los gobiernos, promoverían cambios sustanciales en los sectores extractivistas. La nueva izquierda ha logrado conquistar varios gobiernos sudamericanos en los últmos años.

Su presencia ha sido clara bajo las administraciones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Luis Inacio Lula da Silva en Brasil (y su actual sucesora, Dilma Rousseff Tabaré Vázquez en Uruguay (y su sucesor, José Mujica), y Hugo Chávez en Venezuela. A esa corriente se la ha sumado el gobierno Michele Bachelet de Chile (que sin embargo fue reemplazado por una administración conservadora), mientras 76 que Fernando Lugo en Paraguay muestra una vocación progresista 2 OF pero enfrenta una base pa débil.

De distintas enfrenta una base partidaria muy débil. De distintas maneras se ha llegado a que al menos ocho países se encontraran bajo la nueva izquierda en los últimos años. Si bien estos gobiernos son muy distintos entre si, comparten una crítica al reduccionismo de mercado, que prevaleció en las écadas de 1980 y 1990, despliegan otro activismo estatal, y postulan la lucha contra la pobreza como una de sus tareas prioritarias.

El extractivismo contemporáneo A pesar del cambio sustancial que representa la llegada del progresismo, y a más allá de las diferencias entre ellos, en todos los países se mantienen las prácticas extractivistas. En efecto, no solo persisten los clásicos emprendimientos, sino que además se ha intentado profundizarlos. El caso pionero tuvo lugar en Chile, donde a la salida de la dictadura militar, los sucesivos gobiernos de la Concertación por

Democracia mantuvieron la arquitectura básica del sector minero, alentaron su ampliación a partir de emprendimientos pnvados, y intentos de diversificación productiva no han tenido mucho éxito. Por lo tanto, se presenta como primera tesis que a pesar de los profundos cambios políticos continentales hacia la izquierda, los sectores extractivistas mantienen su importancia y son uno de los pilares de las estrategias de desarrollo actuales. En efecto, desde la Venezuela de Hugo Chávez al moderado Lula da Silva en Brasil, persistió la apuesta a sectores como minería y petróleo.

El porcentaje de productos primarios sobre las exportaciones totales supera el 90% en Venezuela, Ecuador y Bolivia, y es más 80% en Chile y Perú; en el creció hasta llegar al 60% (según dat Bolivia, y es más del 80% en Chile y Perú; en el Brasil de Lula creció hasta llegar al 60% (según datos de CEPAL). En este sesgo el papel clave lo juegan la minería, hidrocarburos y monocultivos de exportación. Podría sostenerse que esto es parte de una «inercia» que proviene de las anteriores administraciones, y que resulta iluso o descabellado postular desandar ese camino.

Pero esta posición stá reñida con la evidencia disponible, ya que los gobiernos progresistas no solo han mantenido esa tendencia sino que buscan profundizarla en intensidad y ampliarla a nuevos sectores. 77 En efecto, el extractivismo exportador avanza en todos estos países. Por ejemplo, las exportaciones provenientes de mineras y canteras de los países del MERCOSUR ampliado (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay), pasó del orden de los 20. 000 millones de dólares en 2004, a un pico de más de 58. 000 millones en 2008, y bajar a más de 42. 000 millones en 2009 (datos de CEPAL).

Argentina es un caso ilustrativo de la profundización del modelo: entre 2003 y 2006, bajo la presidencia de Néstor Kirchner, el número acumulado de proyectos mineros creció por encima del 800%, y las inversiones acumuladas aumentaron un 490%, manteniéndose las ventajas en la inversión y las modestas regalías del 3% (Gutman, 2007). El gobierno de su esposa, Cristina F. de Ki h e rc n r Slgue la misma tendencia, donde el ejemplo destacado ha sido la aprobación del megaemprendimiento minero de Pascua Lama compartido con Chile, apuntando a ser el segundo productor de oro continental.

Bajo Lula da Silva, Brasil se endo en una potencia da Silva, Brasil se está convirtiendo en una potencia minera: se estima que al año 2013 este país duplicará la producción de aluminio, y triplicará la de cobre, poniendo en marcha nuevas minas y procesadoras (USGS, 2008). Al inicio de la administración del Partido de los Trabajadoresy sus aliados, en 2003, la producción de cobre fue de 264 millones de toneladas, y creció a 370 millones de toneladas en 2008; IBRAM, 2009); las exportaciones provenientes de minas y canteras que superaban los 6. 00 millones de dólares en 2003, treparon a más de 24. 00 millones de dólares en 2009 (segun CEPAL). Entre los ejemplos de expansión a nuevos sectores, los ejemplos más destacados son la promoción de la minería a cielo abierto bajo la administración Correa en Ecuador, el apoyo de una nueva minería del hierro y litio en Bolivia, o el apoyo de la izquierda uruguaya a prospección petrolera en la costa.

También se debe señalar que, especialmente en Argentina, Brasil y Uruguay, se ha alentado un cambio sustancial en la agricultura orientándola a monocultivos de exportación. Estas nuevas prácticas representan un extractlvismo agrícola. Se la observa specialmente en el cultivo de soja, basado en variedades transgénicas, alto uso de maquinarias, herbicidas químicos, escaso o nulo procesamiento, y exportación como «commod’tp. Otro tanto sucede con 78 los monocultivos forestales, que cubren amplias superficies, y están volcados a elaborar pasta de celulosa.

Un extractivismo de nuevo tipo A pesar de la persistencia activista, no debe s OF asumirse que este es idéntico al que se observaba bajo gobiernos conservadores, ya que tuvieron lugar cambios importantes en la tributación, regalías, etc. por lo tanto, la segunda tesis que se defiende en ste análisis es que bajo los gobiernos progresistas se está generando nuevo estilo de extractivismo. Este neoextractivismo de cuño progresista tiene sus claroscuros, que van desde una mayor presencia estatal pero a costa de mantener sus impactos sociales y ambientales. Se discuten seguidamente sus características sobresalientes.

Comencemos por recordar que el extractivismo convencional, y en especial aquel de las décadas de 1980 y 1990, se caracterizaba por el acotado papel del Estado, transfiriendo al mercado la marcha de los emprendimientos, y desembocando en una fuerte transnacionalización. En el neoextractivismo, el Estado es mucho más activo, con reglas más claras (independientemente si estas sean buenas o no), y no necesariamente orientado a servir a «amigos» del poder político. En algunos casos, los nuevos gobiernos renegociaron los contratos, elevaron las regalías y tributos, y potenciaron el papel de sus empresas estatales.

Posiblemente sea en Bolivia donde tuvieron lugar cambios sustanciales, ya que la administración Evo Morales en 2006 impuso la renegociación de contratos con las empresas petroleras, elevó las regalías y tributaciones e intentó potenciar la petrolera estatal Venezuela la administración Chávez ha impuesto propiedad mayoritaria de PDVSA (la petrolera estatal) en los emprendimientos con 6 OF privados, y mayor vinculac esas estatales de otros vinculación con empresas estatales de otros países.

En Ecuador se Sigue la misma línea, y en Brasil se discute una nueva reglamentación para el sector. por lo tanto, se presenta como tercera tesis un papel más activo del Estado, con intervenciones tanto directas como indirectas, sobre los sectores extractivos. 79 Inserción internacional, comercio mundial y flujo de capitales Mientras que el viejo extractivismo apuntaba a las ?exportaciones» o el «mercado mundial», los gobiernos progresistas reemplazaron aquel discurso por uno que apunta a la «globalización» y la «competitividad».

Al aceptar la dinámica global contemporánea, los gobiernos de izquierda también aceptan sus reglas sobre el comercio, los flujos de capital, la ampliación del concepto de mercadería, o la extensión de los derechos de propiedad. Todo esto desemboca en defender la institucionalidad global, tal como la que descansa en la Organización Mundlal de Comercio (OMC).

Esto significa aceptar un papel subordinado en los mercados lobales, donde las naciones sudamericanas son tomadoras de precio, dependen fuertemente de los intermediarios y brokers comerciales internacionales, y de los flujos de capital, donde sus decisiones domésticas quedan acotadas a las oportunidades comerciales. A su vez, esto desemboca en una sorda competencia entre los países sudamericanos en atraer inversion extranjera. Es Impactante advertir que en el pasado los gobiernos sudamericanos apoyaban también otras instituciones internacionales que buscaban caminos alternativos para el comercio global.

En especial deben recorda os de la UNCTAD Conferencia de las Nacion deben recordarse los esfuerzos de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), para promover el comercio Sur-Sur, incluyendo sus experiencias sobre un fondo común sobre commodities, y la creación de los llamados Organismos Internacionales en Bienes Primarios (ICBs – Internacional Commodity Bodies), algunos de los cuales cubrían, por ejemplo, cobre, níquel, plomo y zinc. Esto deja en claro que los gobiernos progresistas contaban con más de un antecedente de prácticas e institucionalidades alternativas a las cuales apelar.

Estos aspectos permiten presentar como cuarta tesis que el neoextractivismo es funcional a la globalizacion comercial- financiera y mantiene la inserción internacional subordinada de América del su El flujo de capitales también ha aumentado. Por ejemplo, en Chile las ganancias remesadas al exterior por las empresas extranjeras pasaron de 4. 438 millones dólares al inicio del gobierno de R. Lagos, a más de 13. 000 millones al finalizar su mandato, y de allí 80 volvieron a crecer bajo Michele Bachelet a más de 25. 000 millones de dólares.

En forma análoga, en Brasil, las empresas mineras isfrutan de exoneraciontes tributarias (no pagan el Impuesto Circulación de Mercaderías), y los royalties y valores de la Contribución Financiera por la Exploración Minera que llegan a los municipios son bajos (1 a 3% de la facturación líquida), donde también los cálculos los hacen las propias empresas (Dos Reis Pereira, 2009). Desterritorialización y fragmentación territorial El avance de la explotació olera o los monocultivos de exportación desencade impactos territoriales.

En minera, petrolera o los monocultivos de exportación desencadena profundos impactos territoriales. En uchos casos representan la llegada de contingentes de operarios y técnicos, y sus equipos, a áreas remotas, volviendo a generar economías de enclaves. Esto se enmarca y refuerza un proceso de «desterritorialización», donde el Estado no logra asegurar su presencia en forma adecuada y homogénea en todo su territorio, limitaciones en la cobertura de los derechos ciudadanos o los servicios públicos, pero a la vez, activo en promover y defender esos enclaves extractivos.

Los enclaves de ese tipo generan las más diversas tensiones territoriales, sociales y ambientales, desde problemas de violencia os impactos ambientales por contaminación. A su vez, esos emprendimientos requieren redes de comunicación (como el IIRSA) y obras de apoyo (por ejemplo, hidroeléctricas como las del Río Madeira), que desencadenan otros tantos efectos negativos. Por lo tanto, la quinta tesis indica que bajo el nuevo extractivismo persiste la fragmentación territorial en áreas desterritorializadas, generándose un entramado de enclaves y sus conexiones a los mercados globales, que agravan las tensiones territoriales.

La gestión territorial del neoextractivismo está adaptada a estos mprendimientos. Un ejemplo de esto es el paulatino abandono de las metas de reforma agraria bajo la administraición Lula da Silva, sustituidos por la regularización de la propiedad de predios por fuera de los dominios de la agroindustria, y avanza únicamente donde puede «ayudar» a los agronegocios (De Oliveira, 2009). 81 agronegocios (De Oliveira, 2009).

Propiedad y procesos productivos Frente al viejo extractivismo se disputaba la propiedad de los recursos. Los anteriores gobiernos otorgaban su propiedad, o generaban normas de cesión y acceso a recursos como la minería etróleo, que en la práctica resultaban muy similar a ceder la propiedad sobre ellos. Esa tendencia desembocó en una fuerte transnacionalización de los sectores extractivos y un papel cada vez menor de las empresas estatales.

En el neo-extractivismo, como vimos, existe un mayor protagonismo estatal, y por lo tanto se redoblan los controles sobre el acceso a los recursos, en casi todos los casos se insiste en que estos son propiedad del Estado. A su vez, se han resucitado o creado empresas estatales (por ejemplo la potenciación en Bolivia de la YPFB, o la creación de un ente estatal para el gas y energía, ENARSA, en Argentina). Esa presencia es más variada, incluyendo formas estatales, cooperativas, mixtas o privadas.

Pero a pesar de esta situación, sea los estados, como las empresas estatales, se apunta al éxito comercial, y por lo tanto repiten estrategias empresariales basadas en la competitividad, reduccion de costos y aumento de la rentabilidad. De esta manera, el desempeño de empresas estatales (como PDVSA de Venezuela), mixtas (como Petrobrás de Brasil) o privadas (como Repsol YPF en Argentina), se asemejan c las conocidas prácticas de las vieias empresas tra como Exxon o British