Cuento de eujenio pacheco

Cuento de eujenio pacheco gy marijoseraauur 110R5pR 15, 2011 pagos Tomada de Berceo, Gonzalo, de: Milagros de Nuestra Señora, Biblioteca Universitaria Éverets, España, 1986. pp. 120-122. (Versión de Moisés Jiménez) El niño judío (Fragmento en español antiguo) En la villa de Borges, una cibdat extraña, cuintió en essi tiempo una buena hazanna; sonada es en Francia, si faz en Alemenna, bien es de los miraclos semejant e calanna.

Un monge la cripso, omne bien verdadero, de Sant Migàel era de la Clausa claustero era en essi tiempo Peidro era su nombr to View En la villa de Borges, una ciudad extraña, ucedió no hace mucho una notoria hazaña. Famosa en Alemania, en Francia y en España, del libro de milagros bien puede ser entraña. Un monje la escribió, relator verdadero; en San Miguel guardaba claustro, era hombre entero; andaba en ese tiempo en Borges de viajero y se llamaba Pedro, en esto voy certero.

Tenía en esa villa como era menester, un clérigo, escuela de cantar y leer, asistían los niños las letras a aprender, hijos de buenos hombres, querían más valer. niño judío de comulgar gran gana. Comulgó con los otros el cordero sin lana. Mientras que comulgaban con fe devota y pura, lzó la cara el niño, bañado de ternura, y vio sobre el altar una bella figura: una hermosa señora cargando una criatura. Miró que aquella dama, que a todos amparaba, a grandes y a pequeños la comunión les daba. Prendóse de ella mucho, y en tanto la observaba, de su excelsa hermosura, cabal se enamoraba.

Al salir de la iglesia, optimista, alentado, se fue luego a su casa, cual tenia ordenado, le preguntó su padre por qué se había tardado, que merecía un castigo severo y señalado. «Padre —contestó el niño— jamás negaré nada: con los niños cristianos yo fui esta madrugada, on ellos 01 misa ricamente cantada y comulgué con ellos: tomé la hostia sagrada». Pesóle aquello mucho al malaventurado cual si se hubiese muerto o fuese degollado. El enojo lo puso acerbo y endiablado: lanzaba imprecaciones y voces de malvado.

Interior en su casa, tenía este gran traidor, un horno grande y fiero que ponía pavor. Hizo que lo encendieran el loco pecador: muy pronto se produjo un terrible calor. Apresó a su retoño el falso descreído. Tal como se encontraba — vestido— 30 arroiólo entre el fuego bra endido. que sus doncellas encontróse abatida. Al poco rato tuvo mucha gente venida: or acto tan salvaje venganza era pedida. El niño entró en la hoguera prendida malamente sin sentir aprensión en el cuerpo o en la mente; penetró sin cuidado, tranquilo, dulcemente: que hizo un gran milagro el Rey omnipotente.

En medio de la hornaza, el niño en paz yacía, en brazos de su madre más en paz no estarla, entre el calor y el fuego contento se sentía: que le hacia la Gloriosa solaz y compañía. Salió del horno fiero sin ninguna lesión: el bochorno que tuvo fue el de toda ocasión. No tuvo alguna tacha, una tribulación: que Dios allí le envió su amor y bendición. Preguntáronle todos, judíos y cristianos, la forma en que venciera fuegos tan soberanos: vieron que no movió ni faz, ni pies, ni manos; que lo contara todo, como a buenos hermanos.

Contestoóles el niño palabra señalada: «La señora que estaba en la silla dorada, con el hijo en los brazos, sobre el altar posada, ella me defendía y yo no sentí nada». Supo toda la gente que Santa María era ésta; fue la autora divina de la dlvina gesta. Cantaron grandes loas, hicieron rica fiesta, y el milagro fue rosa de esta bella floresta. Cogieron al judío, al falso desleal, al que a su hijo quisiera ha mal, le ligaron las manos con caudal.

En lo que dice un hombre tres o cuatro razones, el desleal se volvió cenizas y carbones, no rezaron por su alma ni salmos ni oraciones, le lanzaron denuestos y bravas maldiciones. Decían mal oficio, hacían mala ofrenda, en vez del Padre Nuestro, maldec[an: «que aprenda y sea para el demonio; de la furia tremenda de Dios nuestro Señor, la Virgen nos defienda». Tal es Santa Maria, siempre de gracia llena, por servicio da gloria, por deservicio pena, a los buenos da trigo, a los malos avena, unos ganan la gloria, los otros gran cadena.

Quien le rinde servicio tendrá siempre ventura, quien deservicio le hace cumple jornada dura, los unos ganan gracia, los otros amargura, a los buenos y malos con su piedad mensura. Los que pena le dan, o que la desirvieron, de ella merced ganaron cuando se la pidieron; nunca desamparó a los que la quisieron, jamás volvió en respuesta todo el mal que le hicieron. Sea prueba veraz ésta que hoy leemos, por siempre en la memoria este ejemplo llevemos, por los cuatro horizontes a todos lo narremos: de dar pena a la Virgen todos nos guardaremos. Ibidem. pp. 139-144. (Versión de José Vizcaíno Pérez)

Prosa novelesca 4 30 Patronio et dixole: Patronio, un mio criado me dixo que» tratan casamiento con una mujer muy rica, et aun que es más honrada que él, et que es el casamiento muy bueno para él, sinon por un embargo que y ha, et el embargo es éste: díxome que» dixeran que aquella muger, que era la más fuerte et más brava cosa del mundo. Et agora ruegovos que me consejedes si le mandaré que case con aquella muger, pues sabe de cuál manera es, o sil mandaré que lo non faga. EXEMPLO XWXV De lo que aconteció a un mancebo que casó con una mujer muy fuerte y muy brava.

Otra vez hablaba el conde Lucanor con su consejero Petronio de esta manera: —Patronio, un criado mío me dijo que quieren casarle con una mujer muy rica y de mejor linaje que él y que este casamiento le conviene pero que hay un inconveniente, pues le han dicho que ella es la mujer más brava del mundo. Por eso os ruego me digáis si le mando casarse con ella, sabiendo como sabe sus condiciones, o si le aconsejo que no lo haga. —Señor conde —dijo Patronio—, si el Joven fuere como el hijo de un hombre bueno que era moro, aconsejadle, que se case, pero si no fuere como él, no se lo aconsejéis.

El conde le rogó que le contara el caso: Patronio le dijo que, en una villa, habitaba un hombre bueno el cual tenia un hijo, el mejor que podía darse; pero éste no era tan rico como para llevar a cabo muchas cosas que en su corazón deseaba hacer. Por esto se hallaba el joven muy acongojado, porque tenía la voluntad, pero le s 0 corazón deseaba hacer. Por esto se hallaba el joven muy acongojado, porque tenía la voluntad, pero le faltaba poder para hacer lo que quería.

En la misma ciudad vivía otro hombre mucho más rico y más poderoso que su padre, el cual tenía una sola hija cuyas ualidades eran muy contrarias a las del joven, pues cuanto las de éste eran buenas, malas y atravesadas eran las de aquélla, por eso no había hombre en el país que quisiera casar con aquel diablo de mujer. Un día, aquel joven tan bueno dijo a su padre que ya que él no era rico para darle con qué pudiese vivir honradamente y según su estado tendría que llevar vida menguada y llena de privaciones o irse de aquella tierra; a no ser que le pareciera de mejor seso buscar un buen casamiento que le permitiera pasarlo mejor.

El padre le contestó que eso le parecía bien: hallar casamiento que le cumpliera. Dijo, entonces, el hijo a su padre que si él quisiera, podría hallar modo de que aquel hombre bueno le diera a su hija en matrimonio. Cuando el padre esto oyó, se maravilló mucho y contestó al hijo que cómo pensaba tal cosa, siendo asi que ningún hombre que la conocía, por más pobre que fuera, quería casar con ella.

El hijo le suplicó que le arreglara aquel casamiento y tanto empeño puso en ello que, aunque al padre le pareció extraño, se lo prometió de buen grado. Fue en seguida a ver al hombre bueno del cual era muy amigo y contóle todo lo que pasaba con su hijo, rogándole, ya que se trevía a casarse con su 6 0 amigo y contóle todo lo que pasaba con su hijo, rogándole, ya que se atrevía a casarse con su hija, que viese con buenos ojos tal matrimonio y le concediera la mano de la joven.

El hombre bueno contestó a su amlgo: —Por Dios, que si yo tal hiciere, sería un falso amigo vuestro, pues el hijo que vos tenéis es muy bueno, y sería yo muy malo si permitiera que le ocurriese algo grave o la muerte misma; y estoy cierto de que si casa con mi hija o morirá o le valdría más la muerte que la vida, y no penséis que digo esto por no cumplir uestro deseo, porque si él la quiere, yo estoy conforme en dársela no sólo a vuestro hijo, sino a cualquiera que me la saque de casa.

Su amigo le contestó que le agradecía mucho cuanto le decía, pero ya que su hijo quería aquel casamiento, que le rogaba tuviese placer en ello. Y el casamiento se hizo y llevaron la novia a casa de su marido. Y, según costumbre de los moros, prepararon la cena a los novios, les pusieron la mesa y les dejaron solos hasta el otro d[a, con gran recelo de los padres y parientes de ambos pensando hallar muerto muy maltrecho al novio al dia siguiente.

Cuando quedaron solos en su casa, sentáronse a la mesa y, antes de que ella dijera una sola palabra, miró el marido alrededor y vio un perro al que dijo muy enojado: —iPerro, danos agua a las manos! El perro no se movió y más enfurecido volvió a repetirle que les trajera agua para lavarse las manos. El perro tampoco esta vez lo hizo. Levantóse el joven muy les trajera agua para lavarse las manos. El perro tampoco esta vez lo hizo. Levantóse el joven muy sañudo de la mesa, metió mano a la espada y se dirigió al perro. ?ste viéndole venir contra él, empezó a correr; el joven corró también detrás del perro, altando ambos sobre los manteles, la mesa, el fuego, hasta que lo alcanzo, le cortó la cabeza y las patas, haciéndolo pedazos y ensangrentando los manteles, la mesa y la casa toda. Y así, enojado y ensangrentado, volvió a sentarse y miró en derredor, y vio un gato al que dijo que le diera agua a las manos y como no lo hizo se enfureció el joven diciéndole: —¿Cómo, don falso traidor, no viste lo que hice con el perro porque no quiso hacer lo que yo le mandé?

Te prometo hacer lo mismo contigo si no me obedeces inmediatamente. El gato no se movió, porque no es costumbre de los gatos dar agua a as manos. Y como no lo hizo, levantóse de la mesa, lo agarró por las patas y lo estrelló contra la pared, haciéndolo pedazos y mostrándose con él aun más sañudo que con el perro. Y así, bravo y enfurecido, mostrando muy mal semblante, volvió a sentarse a la mesa, mirando a todas partes. La mujer que le vio hacer esto, pensó que estaba loco, o falto de seso, pero no dijo esta boca es mía.

Cuando hubo mirado a todas partes, se fijó en el único caballo que tenia y le dijo muy bravamente que le diese agua a las manos. El caballo, como es natural, no lo hizo, y cuando vio que o lo hacía, díjole: —¿Cómo, don caballo, c 30 como es natural, no lo hizo, y cuando vio que no lo hacía, díjole: —¿Cómo, don caballo, creéis que porque no tengo otro, os voy a dejar en paz, si no hiciereis lo que yo os mandare? Guardaos de ello, porque si no cumplís mi mandato, juro a Dios que os daré tan mala muerte como a los otros, y con cualquier cosa viva del mundo que no haga lo que yo mando, haré lo mismo.

El caballo permaneció inmóvil, y viendo que no hacia lo que le había mandado, cortóle la cabeza con la mayor saña posible y lo despedazó por completo. Cuando su mujer vio cómo mataba al caballo único que tenia, diciendo que lo mismo haría con cualquiera que no obedeciese sus mandatos, pensó que esto ya no era juego y cogió tal miedo que ya no sabía si estaba muerta o viva. Y él, así bravo, colérico y ensangrentado, tornó a sentarse a la mesa, jurando que si mil caballos y hombres y mujeres hubiera en casa que se salieran de lo que él mandaba, serían muertos en igual manera.

Volvió a mirar a todas partes, teniendo la espada sangrante sobre la mesa, y no viendo cosa viva sino a su mujer, se dirigió a ella diciéndole muy fieramente, con la espada ya en la ano: Levantaos y dadme agua a las manos. La mujer que no esperaba sino que la hiciera pedazos, se levantó corriendo a buscar agua para que se lavara las manos. Y él entonces le dijo: iAh! iCómo agradezco a Dios que hayáis hecho lo que os mandé, porque, de otra manera, harra con vos, lo que con estos locos que me desobedecieron!

Y ordenó e mandé, porque, de otra manera, haría con vos, lo que con estos Y ordenó en seguida que le diese de comer, y ella lo hizo. Y cada vez que le dirigía la palabra, lo hacia con tal fiereza y en tono tan horrible que ya veía su cabeza rodando por tierra. Y asi pasó la noche sin que ella hablara palabra, cumpliendo al pie de la letra lo que él mandaba. Se acostaron y, después de dormir un rato, le dijo él: —Con el enfado que he tenido esta noche, no he podido dormir bien.

Cuidad de que nadie me despierte mañana y tenedme preparada la comida para cuando me levante. Era ya tarde, a la mañana siguiente, cuando llegaron a la puerta los padres y parientes de los recién casados y, como no oían dentro ruido alguno, pensaron que el marido estaba muerto o malherido. Y cuando atisbaron por las rendijas sólo a la novia, empezaron a temblar. Los vio ella a la puerta, y acercándose despacito y con gran miedo, empezó a decirles: —Locos traidores, ¿qué hacéis aquP ¿Cómo osáis acercaros a la puerta y hablar? Callad! , porque si os oye nos matará a todos. Se maravillaron los parientes de lo que pasaba y, después que supieron lo ocurrido aquella noche, apreclaron más al joven marido que había sabido gobernar su casa. Desde aquel día fue ella la mujer más obediente del mundo y vivieron muy felices. De allí a poco quiso el suegro hacer lo mismo que había hecho su yerno y mató un caballo con la misma saña con que éste había matado a sus animale