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LA SANIDAD DIVINA (A DOPTADA POR EL P RESBITERIO G ENERAL EN SESIÓN EL 9 AL 11 DE AGOSTO DE 2010) Desde su inicio, el Concilio General de las Asambleas de Dios ha reconocido la sanidad divina para la persona integral como parte importante del evangelio, las buenas nuevas, que Jesús comisionó a sus discípulos que proclamaran. La Constitución de las Asambleas de Dios, en su Declaración de Verdades Fundamentales, artículo 12, establece: «La sanidad divina es una parte integral del evangelio.

La liberación de la enfermedad ha sido provista en la expiación y es el privilegio de todos los creyentes (Isaías 53:4,5; Mateo 8:16,17; antiago 5:14-16). » Aunque es imposible cubrir en un breve documento todas las implicaciones de esta declaración o contestar todas las preguntas que se plantean sobre este tema, intentaremos mostrar que la declaración es bíblicamente sana. l. La sanidad divina es una parte integral del evangelio Tanto el ministerio de Jesús como de los apóstoles muestran que la sanidad divina es parte integral de la proclamación del mensaje del evangelio.

Fue un importante testimonio de Jesús como la revelación del Padre, el Mesías prometido, y el Salvador del pecado (véase Juan 10:37,38). La Biblia muestra una estrecha relación entre el inisterio de sanidad de Jesús y su ministerio salvador y perdonador. Su poder sanador era en realidad un testimonio de su a autoridad para perdonar pecados (Marcos 2:5-12). Con frecuencia, los escritores de los Evangelios atestiguan que sus milagros de sanidad ocurrían paralelamente con su predicación del evangelio, siendo ambos el propósito de su ministerio (Mateo 4:23; 9:35,36).

La gente venía de todas partes, tanto para oírle como para ser sanados (Lucas 5:15; 6:17,18). Él nunca rechazó a nadie, sino que sanó todas las diversas enfermedades, dolencias, deformaciones, defectos, y lesiones (Mateo 1 5:30,31; 21:14). También echó fuera demonios y libró a la gente de los problemas que éstos causaban (Mateo 4:24). Jesús reconoció que la enfermedad es el resultado de la caída de los seres humanos en pecado, y que en algunos casos puede deberse a un pecado específico (Juan 5:14) o a la obra de Satanás (Lucas 13:16).

Sin embargo, reconoció también que la enfermedad no siempre es el resultado directo de cierto pecado (Juan 9:2,3). En algunos casos era más bien una oportunidad de que Dios fuera glorificado (Marcos 2:12). Los milagros de sanidad eran una parte importante de las obras que Dios envió a Jesús a hacer (Juan 9:3,4). Esto armoniza con la revelación del Antiguo Testamento de Dios como el Gran Médico, Jehová el Sanador (Éxodo 15:26; Salmo 103:3; los participios hebreos que se usan en ambos casos indican que es la naturaleza de Dios sanar).

El ministerio de Jesús puso de manifiesto que la sanidad divina es parte vital de la naturaleza y el plan de Dios. Las sanidades también sirvie la sanidad divina es parte Vital de la naturaleza y el plan de Dios. Las sanidades también sirvieron para identificar a Jesus como el Mesías prometido y el Salvador. Jesús cumplió la profecía de Isaías 53:4: «Ciertamente llevó [tomó quitó] él nuestras enfermedades, y sufrió [como una carga pesada] nuestros dolores. («Enfermedades», choli, es la misma palabra que se usa para hablar de enfermedad física en Deuteronomio 28:59,61 ; 2 Crónicas 16:12; 21:15,18, 19; Isaías 38:9. («Dolores», makob, es la misma palabra que se usa para referirse a dolor fisico en Job 33:19). Mateo, en su relato de la sanidad de la suegra de Pedro por mano de Jesús, ve el cumplimiento de este pasaje de Isaías en el ministerio sanador de Jesús: Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras nfermedades, y llevó nuestras dolencias» (Mateo 8:17).

Isaías también vincula los sufrimientos del Siervo con la provisión de salvación, un ministerio que Jesús cumplió (Isaías 53:5,6). Sus sufrimientos fueron por nuestros pecados y condujeron a la paz con Dios: m» por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5). El contexto de Isaías y la referencia al mismo en 1 Pedro 2:24,25 enfatizan especialmente la sanidad o la restauración del efecto del pecado.

Sin embargo, en vista del énfasis en la enfermedad física en Isaías 53:4, está claro que estos pasajes enseñan que el evangelio que había e ser presentado por el Siervo de Dios, Jesús, incluye la san 30F enseñan que el evangelio que había de ser presentado por el Siervo de Dios, Jesús, incluye la sanidad de los efectos espirituales y físicos de la caída de la raza humana en pecado, como se registra en Génesis 3. Cuando Juan el Bautista fue encarcelado, se preguntó si Jesús era realmente el Mesías prometido, o simplemente un precursor como él mismo.

Jesús le respondió señalando sus obras mesiánicas que vinculaban los milagros y la predicación del evangelio con los pobres (Mateo 11:4,5). Una vez más, la sanidad fue un testimonio importante, una parte ntegral del evangelio (Isaías 61 ,2; Lucas 4:18; 7:19-23). La sanidad divina siguió siendo parte integral del evangelio a través del ministerio de los apóstoles y de la Iglesia primitiva. Jesús envió a los Doce y los Setenta y dos [NVI] a predicar y a sanar a los enfermos (Lucas 9:2; 10:9). Después del Pentecostés «muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles» (Hechos 2:43).

Lucas escribió el libro de los Hechos como continuación de la historia de lo que Jesús hizo y enseñó, no sólo a través de los apóstoles, sino también a través de una iglesia llena del Espíritu Santo (Hechos :4). La obra de milagros, incluso la sanidad divina, no se limitaba a los apóstoles. La promesa de Jesús fue para todos los creyentes (Juan 14:12-14) que la pidieran en su nombre (es decir, los que reconocen su autoridad y se conforman a su naturaleza y sus propósitos). Dios usó a diáconos, como Felipe, para predicar PAGF40F se conforman a su naturaleza y sus propósitos).

Dios usó a diáconos, como Felipe, para predicar y sanar (Hechos 8:5-7), y a Ananías, un discípulo hasta entonces desconocido, para sanar a Saulo (Pablo) (Hechos 9:12-18). El mensaje del evangelio incluye la provisión de los dones spirituales por medio del Espíritu Santo a la Iglesia, entre los que están los dones de sanidades (1 Corintios 12:7). Todos estos dones, entre ellos el de sanidad, siguen edificando a la Iglesia y ofrecen esperanza a todos los creyentes. Además, Santiago afirma que la sanidad es parte normal en las reuniones de la Iglesia.

Cada vez que se reúnen los hermanos, cualquiera que esté enfermo puede pedir oración por sanidad (5:14). Se nos asegura de que la sanidad divina es una manifestación permanente del evangelio en el día de hoy, y que continuará así hasta el regreso de Cristo. II. La Expiación provee sanidad divina El ministerio de los sacerdotes bajo la Ley era una figura del ministerio del Sumo Sacerdote, Jesucristo, que se «compadecerse de nuestras debilidades (astheneia, debilidad, enfermedad, timidez)» (Hebreos 4:14,15).

Los sacerdotes del Antiguo Testamento, mediante la sangre de los sacrificios, hacían expiación por los pecados del pueblo. Un estudio del concepto de la expiación en la Biblia muestra que en la mayoría de los casos se refiere a un rescate que se paga por redención y restauración, que señala a la redención hecha por Jesucristo mediante el derramamiento de su sangr estauración, que señala a la redención hecha por Jesucristo mediante el derramamiento de su sangre en nuestro favor.

El apóstol Pablo lo describe de esta manera: «A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre» (Romanos 3:25). La palabra «propiciación», traduce el griego hilasterion, que también puede ser traducida como expiación o propiciatorio. En Levítico 16 se registra lo que Dios esperaba de Israel para el Día de la Expiación y el ministerio del sumo sacerdote de rociar la sangre del sacrificio por el pecado sobre el propiciatorio (la cubierta de oro del arca del pacto). El rca contenía las tablas de piedra de la Ley, que el pueblo no había cumplido.

La Ley quebrantada exigía el juicio y la muerte. Pero cuando era rociada la sangre de un cordero sn mancha, que proféticamente anunciaba la vida sin pecado de Cristo, Dios veía esa vida sin pecado en vez de la ley quebrantada y mostraba su misericordia y bendición. El propósito principal de la expiación era la purificación del pecado (Levítico 16:30). Sin embargo, también está claro que la expiación trata liberación del castigo y las consecuencias del pecado, con el fin de hacer posible la restauración de la bendición y el favor de Dios.

Cuando el pueblo de Israel se quejó después del juicio que vino tras la rebelión de Coré, Datán y Abiram, Dios envió una plaga sobre los hijos de Israel. Moisés envió a Aarón a que fuera en medio de la congregación e hiciera expiación por ellos, y así Israel. Moisés envió a Aarón a que fuera en medio de la congregación e hiciera expiación por ellos, y así cesó la mortandad (Números 16:47,48). La Ley de Moisés requería que cuando se contara a los hombres de Israel, cada uno diera una ofrenda de expiación de medio siclo para su redención y para evitar que viniera sobre ellos mortandad (Éxodo 30:11-16).

De tal modo la expiación prove[a purificación del pecado y sus consecuencias, incluyendo las enfermedades. Se ve claramente en la Biblia que los seres humanos no podemos pagar el precio de nuestra redención, por lo cual Dios, en su amor y para la gloria de su nombre, proveyó la máxima expiación (Romanos 3:25; véanse también Salmos 65:3; 78:38; 799; Romanos 3:21-28). Todo esto lo hizo Cristo en el Calvario (Juan 3:14-16). Allí Él hizo expiación plena por toda la persona. El Nuevo Testamento se refiere a esto como «redención», lo cual esencialmente tiene el mismo significado que «expiación».

Por medio de Cristo hemos ecibido la redención y el perdón de los pecados (Romanos 3:24; Efesios 1 :7; Colosenses 1 : 14; Hebreos 9:15). La redención, obrada mediante la expiación de Cristo, provee reconciliación por el pecado y sus consecuencias. Aun cuando la enfermedad no es resultado directo de un pecado específico, está en el mundo a causa del pecado. Por lo tanto, está entre las obras del diablo que Jesús vino a destruir (1 Juan 3:8), y está incluida en la Expiación. Del paralelo entre redención y expiación, vemo 3:8), y está incluida en la Expiación.

Del paralelo entre redención y expiación, vemos que la provisión e sanidad para nuestro cuerpo es parte de la redención que se menciona en Romanos 8:23. Recibimos el perdón de los pecados ahora mediante la redención de nuestra alma. Recibiremos la redención de nuestro cuerpo cuando seamos arrebatados para encontrarnos con el Señor, y seamos transformados a su semejanza (1 Corintios 15:51-54; 2 Corintios 5:1-4; 1 Juan 3:2). La sanidad divina es un anticipo de esto, y así como todas las bendiciones del evangelio, emana de la Expiación.

III. La sanidad divina es un don de la gracia de Dios para todos Asf como la salvación es por gracia mediante la fe (Efesios 2:8), ecibimos todas las bendiciones y los dones de Dios por su gracia, o su favor inmerecido. No se pueden ganar ni merecer. Cabe señalar que, en vez de exigir sanidad, el Nuevo Testamento registra que la gente venla a Jesús suplicando su ministerio de compasión. No veían la sanidad como un derecho, sino como un privilegio misericordioso que les era ofrecido.

El hecho de que no podemos ganar las bendiciones de Dios, ni tampoco la sanidad divina, debe hacernos entender la importancia de cultivar nuestra vida en el Espíritu, porque el Espíritu «vivificará [nuestros] cuerpos mortales», y esa es nuestra gran speranza (Romanos 8:11). En realidad, aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior se renueva de día en día (2 Corintios 4:16). Esta renovación exterior se va desgastando, el interior se renueva de día en dia Esta renovación interior es la que nos capaz de tener fe para recibir el don de sanidad divina.

A la mujer sanada, que había padecido de flujo de sangre por doce años, Jesús dijo: «Hija, tu fe te ha hecho salva» (Marcos 5:34). Pablo, en Listra, cuando vio que su predicación había producido fe para sanidad en el corazón de un hombre Imposibilitado de los pies, le mandó que se pusiera de ie (Hechos 14:9,10). La fe se manifestó también en el centurión romano que reconoció la autoridad de la palabra de Cristo para que su siervo sanara (Mateo 8:5 13)y en la mujer cananea que creyó en Jesús para la sanidad de su hija (Marcos 7:24-30; Mateo 15:28).

El hecho de que la sanidad divina viene por la fe se ve confirmado cuando la incredulidad impidió que fuera recibida en Nazaret (Marcos 6:5,6) y al pie del Monte de la Transfiguración (Mateo 17:14-20). En Santiago 5:15 hay una promesa de que la oración de fe, hecha por los ancianos de la iglesia a favor de los enfermos, salvará al enfermo el Señor lo levantará. La fe, entonces, recibe la sanidad sencillamente por palabra del Señor. pero Jesús no dejó desatendidos a los que tenían poca fe, o que no expresaban fe en absoluto.

Para los que están enfermos a menudo no es fácil expresar la fe, y Jesús hizo varias cosas para ayudarlos. Tocó a algunos (Marcos 1:41; 8:22), los tomó de la mano (Marcos 1 :31; Lucas 14:4), o puso las manos sob algunos 14:4), o puso las manos sobre ellos (Marcos 6:5; 8:25; Lucas 4:ao; 13:13). Ayudó a otros de diversas maneras, lo cual requirió de fe y obediencia por parte de ellos (Marcos 7:33; 8:23). La fe, no obstante, tenía que ser en el Señor, no en los medios que Él empleó para ayudarlos a expresar su fe. ?sta parece ser la razón de la gran variedad de medios que usó: que las personas no pusieran la vista en el medio sino más bien en Dios. La fe significa confiar en el Dios omnisciente, todo amor, y todopoderoso que responde al clamor de su creacion en su propia manera. La promesa de que cualquiera «que en mr cree, las obras que yo hago, él las hará también» está estrechamente relacionada con la oración, que pide en nombre de Cristo (Juan 14:12-14; 16:23,24). El uso del nombre de Jesús no es una fórmula de la que e valen los seres humanos para forzar la respuesta de Dios.

Su nombre es la revelación de su carácter y naturaleza, que tenemos en nosotros sólo si permanecemos en Cristo y sus palabras permanecen en nosotros (Juan 15:7). Como resultado, su voluntad domina en nuestra vida, y conforma nuestra voluntad a la suya. Por lo tanto, nuestras peticiones en su nombre cada vez mas armonizan mas con su voluntad, y abren camino para que Él responda a nuestras oraciones. La revelación de Dios como «Jehová tu sanador (Éxodo 15:26) no se limita a Israel. La sanidad del siervo del centurión y 0 DF 15