01 Tolle Eckhart El Poder del Ahora

AANE@ Quién está escuchando? Basado en obras de Fritz Perls y otros Gestalt Sistema Ana Abraham@ unidad 6 Gestalt – Quién está escuchando? – Unidad 6 Índice 2 El paciente deebe ap d S. wp pase a ver lo que está ahí, y no unicamente lo q imagina que está ahí. Quién está escuchando? 5 Cuestionario 25 Gestalt / Quién está escuchando? / Unidad 6 AANE Escuela de Gestalt, Transpersonal y Terapias complementarias www. nuevaseras. com / info@nuevaseras. com sobre el prejuicio especifico de nuestra escuela: que el paciente viene en busca de ayuda y para él ayuda significa apoyo ambiental ya que carece de auto-apoyo.

Esta explicación que acabo de dar parece la más acertada de todas. Sin embargo, no podemos estar seguro de ello a menos que el paciente nos lo diga en forma convincente. Como el objetivo de la terapia debe estar relacionado con la vivencia que tiene el paciente de sus necesidades, y como es posible que no vivencie sus necesidades de esta manera, deberíamos hablar en términos de un objetivo general aún más amplio en el que todas las escuelas de psicoterapia coincidan: una terapia exitosa debe liberar en el paciente la capacidad para abstraerse e integrar sus abstracciones. AA N E- Escuela de Gestalt, Transpersonal y Terapias Complementarias / Sistema Ana Abraham@ Gestalt – Quién está escuchando? Unidad 6 Para lograr esto, el paciente debe rescatar sus «sentidos». Debe aprender a ver lo que está ahí, y no únicamente lo que se imagina que está ahí. Debe dejar de alucinar, transferir y proyectar. Debe dejar de retroflectar y de interrumpirse a sí mismo y a los demás, y al mismo tiempo, dejar de torcer y distorsionar los significativos a través del lente deformador de la introyección, los prejuicios y las convicciones.

Entonces adquirirá libertad de acción (que forma parte de a salud) al trascender los límites de su carácter específico, y aprendiendo a encararse con cada nueva situación, como nueva situación que es, usando su potencial total. Y como puede ayudar el t o que sus propas 22 abstracciones están dicta total. Y como puede ayudar el terapeuta siendo que sus propias abstracciones están dictaminadas por sus interrupciones y las cosas que busca en el paciente?

Lo ideal sería que el terapeuta actuase en concordancia con las exigencias de los sabios orientales – «vacíese para que pueda ser llenado»- o con la reformulación que hizo Freud de esta actitud al exigir que a atención del terapeuta debe flotar libremente y él mismo debe estar libre de complejos. pero no existe tal terapeuta ideal, y de existir no estoy seguro que sería de gran ayuda. Porque de existir alguno así sería una máquina registradora y computadora y no un ser humano.

Estaría libre de problemas, estaría libre de si mismo. Si realmente le doliera una muela, se esperaría que colocara su dolor de muelas entre paréntesis y pusiera su atención enteramente a disposición del paciente. El terapeuta real, de carne y hueso, inevitablemente mostrará su propia personalidad y sus propios prejuicios en la situación erapéutica. El asociacionista estará al acecho de asociaciones, 6 es decir, contenido verbal e imágenes.

El conductista buscará operaciones verbales y motóricas. El moralista estará al acecho de actitudes buenas y malas. El gestaltista estará al acecho de situaciones concluidas e inconclusas. Pero mientras más se confía el terapeuta en sus propias convicciones y prejuicios, más tendrá que depender de sus propias especulaciones para descubrir que es lo que está ocurriendo dentro del paciente.

A pesar de que muchas de estas especulaciones psiquiátricas han sido tan extensamente ceptadas que han logrado casi el carácter de un reflejop 22 psiquiátricas han sido tan extensamente aceptadas que han logrado casi el carácter de un reflejopor ejemplo, el símbolo fálico escondido tras la aparición de cualquier objeto alargado-, no altera el que sean sólo especulaciones y abstracciones fijas, iguales que las abstracciones fijas del neurótico. Como tales, impiden al terapeuta ver cualquier otra cosa. En otras palabras, todo lo dicho acerca de las interrupciones, las abstracciones fijas, etc. del paciente, son aplicables en un grado menor al terapeuta. No hay siquiera una diferencia ualitativa muy clara entre los dos, ni tampoco una igualdad 7 absoluta. Se establece una jerarquía que va de más a menos neurótico. Muchas veces en nuestras sesiones de terapia en grupo encontramos dos paciente jugando a «folie a deuk’ e invariablemente ocurre que aquel que tiene menos necesidad de apoyo ambiental (o sea el menos neurótico), hará las veces de terapeuta – es decir, facilitará el desarrollo del otro-, incluso si el otro pone aún más empeño en hacer de terapeuta.

Si el terapeuta es demasiado dominante, no ayudará al paciente hacia su autoafirmación, sino más bien le impedirá incluso ntentar conseguir su autoafirmación. Si por otra parte precisa del apoyo de teorías rígidas para compensar su falta de autoapoyo, terminará aplastando al paciente denominado «resistencia» cualquier punto de vista en que difieran. Si el terapeuta está profundamente retraído, hablará de relaciones interpersonales, pero no llegará hasta el paciente. En todas estas situacio 4 22 hablará de relaciones interpersonales, pero no llegará hasta el paciente.

En todas estas situaciones y otras muchas que también son posibles, estará sucumbiendo ante las manipulaciones del aciente porque no se dará cuenta de que la aceptación superficial de sus prédicas e interpretaciones no producen ningún cambio en su conducta. Por lo general el terapeuta puede escoger uno de tres caminos a seguir sean cuales fueran sus prejuicios o su enfoque teórico. Uno es la simpatía o compromiso con el campo total, un darse cuenta de SI’ mismo y del paciente.

Otro camino es la empatía, una especie de identificación en la que el interés del terapeuta está centrado exclusivamente en torno al paciente y sus reacciones. El terapeuta ideal que mencioné anteriormente es un «empatista». Y finalmente está la apatía, desinterés ejemplificado por el antiguo chiste psiquiátrico «y 8 ¿quién escuchar. Evidentemente, la apatía no conduce a ninguna parte. La mayoría de las escuelas psiquiátricas en su búsqueda del terapeuta ideal pide que más bien sea empático.

Esto surge en parte de su enfoque pre-campo dualístico. pero incluso así, hay una buena razón para reducir la simpatía en empatía. Si el terapeuta está en simpatía con su paciente, tenderá a darle el apoyo ambiental que quiere, o tornarse defensivo o sentirse culpable si se lo niega. Es frecuente que los terapeutas engan experiencias en las cuales se ven demasiado comprometidos con sus pacientes; no se percatan de la naturaleza tremendamente sutil de sus técnicas manipulatorias.

En estos casos la terapia puede fr s 2 En estos casos la terapia puede fracasar. Porque para lograr la transformación desde apoyo externo a auto-apoyo el terapeuta tiene que frustrar los intentos del paciente para lograr apoyo ambiental. Y esto no lo puede hacer si la simpatiza le enceguece ante los manejos del paciente. Y sin embargo, si el terapeuta se refrena a sí mismo quedándose en empatía con el paciente, está privando el campo e su instrumento más importante: de su Intuición y de su sensibilidad ante los procesos en transcurso del paciente. or lo tanto, tendrá que aprender a trabajar tanto con simpatía como con frustración. Parecería que estos elementos son incompatibles, pero el arte del terapeuta estriba precisamente en su capacidad de fusionarlos de modo que sean una herramienta efectiva. Para poder ser bondadoso tendrá que ser cruel. Tendrá que darse cuenta de las relaciones del campo total, tanto de sus propias necesidades y reacciones ante las manipulaciones del paciente como de las necesidades el paciente y sus reacciones ante el terapeuta. Y deberá sentirse con la libertad para expresarlas. En realidad, si uno se detiene a examinar durante un momento esta proposición, se verá que es la que más cercanamente llega a hacer del consultorio un macrocosmos de la vida. También en nuestras relaciones cotidianas con las personas – a menos que estén ensombrecidas por hostilidad u otros asuntos inconclusos, esto es lo 6 22 menos que estén ensombrecidas por hostilidad u otros asuntos inconclusos, esto es lo que se obtiene. una relación verdaderamente satisfactoria y sana entre dos personas xige de cada una de ellas la capacidad de combinar la simpatiza con la frustración.

La persona sana no pisotea las necesidades de los demás, ni tampoco permite que se pisoteen sus propias necesidades. Tampoco se resiente si su pareja reafirma sus propios derechos. Desde luego que el otro procedimiento terapéutico, el de la empatía, también es parecido a la vida real. pero su punto débil estriba en que se asemeja a la vida real precisamente en aquellas situaciones que engendran y fortalecen el desarrollo neurótico. En la empatía no puede haber un contacto verdadero. En el peor de los casos se convierte en confluencia.

Y qué hay del terapeuta cuya actitud es consistentemente la de frustrador? Con esto está duplicando las situaciones de interrupciones constantes que el paciente ha incorporado en su propia vida y ahora se manifiestan como su neurosis. Con solamente simpatía, el terapeuta se convierte en paciente; si fuéramos a hablar en términos anticuados, podríamos decir que hace del paciente un malcriado. Con frustración solamente, el terapeuta se convierte en el ambiente hostil, con el cual el paciente puede lidiar sólo de un modo neurótico.

En ambos casos, la terapia no da al paciente incentivo lguno para cambiar. 10 En la simpatía, al igual que en todas las formas de confluencia, el límite de contacto está ausente. El terapeuta se convierte de tal modo en el paciente, que pierde absolutamente toda perspectiva de los problem 7 22 convierte perspectiva de los problemas del paciente. Está tan sumergido en el campo que no puede ser testigo de él. He reconocido terapeutas que han tenido tal necesidad de mimar y ser ayudadores que estaban en confluencia crónica con sus pacientes. No es de extrañar que fueran muy apreciados por sus pacientes.

Estos dependían tanto de ellos que no era emasiada identificación, el terapeuta puede frustrar al paciente tanto como se puede frustrar a sí mismo. Y eso es lo mismo que nada en aquellas áreas de confusión y crisis que son relevantes para la producción de la neurosis. Hay sí una excepción. Se ha visto que la técnica no frustrante empática es muy útil en el tratamiento de la fase inicial de psicosis. Algunos terapeutas como Fromm-Reichmann, Rosen y Steinfeld, utilizan precisamente este enfoque. Tanto su intuición sobre los deseos del paciente como su capacidad de contacto con ellos es bastante alta.

Y en el caso de a psicosis, la frustración ya está presente en tal grado que 11 el terapeuta no tiene necesidad de engendrarla. El contacto con el paciente de por sí puede facilitar la transformación del apoyo. Pero en primer lugar el paciente deberá darse cuenta de sus necesidades y en lo posible encontrar el suficiente auto-apoyo en la comunicación como para permitirle expresarlas, a pesar de que habla con un lenguaje que resulta incomprensible para la gran mayoría de nosotros. Al tratar con psicóticos tenemos mucho cuidado de no usar d psicóticos tenemos mucho cuidado de no usar demasiado la herramienta de la frustración.

También tenemos cuidado de dejar que nos guíen ellos mismos y su conducta, antes que nuestras fantasías y teorías acerca de la psicosis. En una oportunidad, se llevó a efecto una demostración de la terapia gestáltica en un gran hospital mental con una paciente que había estado años en un estado cercano a la catatonia. Nadie ni nada había sido capaz de llegar hasta ella. Cuando lograba comunicarse era para decir que no sentía nada. Cuando comencé a trabajar con ella, me percaté que tenía los ojos discretamente humedecidos.

Ya que esto podría ser indicativo de un deseo de llorar le pregunté i estaría dispuesta a repetir varias veces la frase «no voy a llorar» (ya hemos hablado de esta técnica de la repetición). Ella aceptó. Repitió la frase varias veces en forma monótona e inexpresiva. Advertí sin embargo que mientras repetía la frase matemáticamente, se golpeaba una cadera con la mano. Le pregunté qué le recordaba ese movimiento. Entonces se puso a hablar. «Es como mi mamá golpeando a un niña…. lo único que puede hacer mi mamá por mí es rezar». ¿Tu puedes rezar por ti misma? Le pregunté. 2 Un tanto más animada que al comienzo de la sesión, pero ún bastante apática, comenzó a recitar algunas oraciones. Esto siguió durante un tiempo. En un momento las oraciones eran comprensibles, luego se hac[an ininteligibles. Súbitamente lanzó un grito suplicante «Dios, dame mi salud». Y se convirtió en un torrente de lágrimas. Súbitamente lanzó un grito suplicante «Dios, dame mi salud Esta fue la primera vez que mostró algo de emoción. Pero algo aún más significativo, su oración era una forma de autoexpresión. Fue por primera vez un enunciado de sus Y se necesidades. Fue la apertura hacia ella misma.

Y al igual que el eurótico que transforma una represión o una resistencia en una expresión está demostrando algún grado de auto-apoyo, así también esta psicótica comenzó a descubrir en sus explosiones que tenía apoyo y energía suficiente como para dar a conocer sus necesidades. El enfoque completamente frustrante y la actitud sádica son de hecho la mercanc(a de aquellos terapeutas que aterrorizados de la contra-transferencia y temerosos de sus propios sentimientos, le presentan al paciente una cara de póquer. Lo negarán vociferando, pero frustran al paciente con su apat(a. Los podemos catalogar de sádicos?

Podemos definir el sadismo como crueldad innecesaria. Pero esta definición suena como una formulación muy laxa. Acaso no son innecesarias todas las formas de crueldad? Aparentemente no. Los animales se matan entre ellos y nosotros matamos ganado y porcinos para obtener carne. Ciertamente, los bien alimentados habitantes de ciudades viven bastante alejados de las crueldades primitivas de la vida, pero reemplazan los horrores de matadero y la selva con su cine de horror y 13 A A N E- Escuela de Gestalt, Transpersonal y Terapias Complementarias Sistema Ana Abraham@ De todos modos estas fru ‘n fuera de control, 0 DF 22